LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE
LOS ANTECEDENTES
En 2015 y con apenas veinticinco años, el director chino Bi Gan debutaba en la gran pantalla con su primer largometraje, Kaili Blues. Además de despertar el interés de la crítica, la película se exhibió en Cannes y en Locarno, recibiendo en esta última cita el premio al Mejor Director Emergente. Tres años después (cuatro en el caso de España) el cineasta regresa a las salas con su segunda propuesta, para la que también utiliza la ciudad de Kaili como telón de fondo: Largo viaje hacia la noche.
LA PELÍCULA
Con imágenes hipnóticas y un ritmo más bien pausado, la película nos adentra en una historia una y mil veces contada. En esencia: chico busca chica. Nada de lo relatado en el film despertaría el más mínimo interés de no estar contado desde el enigma más elegante.
Con ecos de una aventura lynchiana y propia de Wong Kar-Wai, siempre en una dirección diferente, la narrativa se las ingenia para construir una atmósfera inquietante que mantiene con vida la película. Diseccionando, a gran escala podemos hablar de planos largos y códigos muy claros de imagen, las escenas se presentan con una sencillez refinada en montaje y se articulan con texturas, siempre de manera armoniosa, muy cuidada. El acompañamiento sonoro es notable y solo hace que la película se vuelva más envolvente.
La búsqueda del amor perdido como conflicto central remite directamente a la identidad. El film juega constantemente con los no lugares y localizaciones asépticas, ajenas, en decadencia, como sacadas de otra época para realzar la transición, el viaje. De alguna manera los elementos se conjugan para que en Kaili lo rural y más costumbrista conviva con la ciudad de una manera muy orgánica, incidiendo en el paso del tiempo y consiguiendo una magia en el ambiente.
Y cuando nos ponemos las gafas lo descubrimos, al final del día el destino que propone la cinta es lo más irrelevante, pues es el propio viaje de 133 minutos lo que se convierte en una experiencia inmersiva. Desde el principio sabemos que lo que vamos a hacer es perdernos en la noche, el destino nos da un poco más igual, porque el recorrido es una delicia que hay que ir saboreando poco a poco.
ELLOS Y ELLAS
Huang Jue y Tang Wei funcionan muy bien como polos opuestos que indudablemente se buscan. Pero mientras se encuentran, es Sylvia Chang la que destaca con la potencia de su personaje. Si bien es una película con un protagonista claro, otorga a todos sus secundarios una colección de aristas muy interesante de la que sin duda saben sacar partido.
LA SORPRESA
¡El 3D! No hay explosiones, no hay objetos tridimensionales volando directamente hacia el espectador, estamos ante una historia de corte intimista que utiliza el 3D para complementar su narrativa. La película bordea lo evidente para dotar a la tercera dimensión de mucha más profundidad.
LA SECUENCIA/EL MOMENTO
Tras hora y media de película, cuando por fin cae la noche, el film se corona con un plano secuencia de alrededor de cincuenta minutos en 3D. Un tercer acto que no explota, un uso de la tecnología que no se reduce a un espectáculo gratuito de explosiones. La única pirotecnia que utiliza la película es emocional, y merece la pena porque brilla más.
TE GUSTARÁ SI…
Disfrutas del cine de Wong Kar-Wai, te apetece ver un misterio lírico con calma o si quieres explorar y buscas algo en el 3D más allá del CGI habitual…
LO MEJOR
- El viaje como proceso de catársis en la película.
- La construcción de ciertas escenas y momentos concretos muy bonitos desde la mundanidad.
- El uso del 3-D, que dota de una nueva dimensión a la tecnología.
LO PEOR
- A veces parece que se queda a medio camino.
- Si no conectas puede resultar algo tediosa.
Juan Luis Martínez