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LA LISTA DE SCHINDLER: 10 MOMENTOS PARA RECORDAR

Liam Neeson, Ben Kingsley - La lista de Schindler - El Palomitrón

Un rezo judío. Una vela que se consume y que, al extinguirse por completo, crea un pequeño hilo de humo que en el siguiente plano es ya una columna que sale de una locomotora, como si de un oscuro presagio se tratara. Polonia, 1939. El ejército aguanta la embestida dos semanas y el invasor nazi instala su régimen del terror antisemita también en esta tierra. Narra la historia de Oskar Schindler (Liam Neeson), un empresario que vio su oportunidad de negocio en la mano de obra barata que ofrecía la nueva legislación y que terminó por salvar la vida de miles de judíos.

El 28 de febrero vuelve a carteleras la gran obra maestra de Steven Spielberg para celebrar su 25 aniversario. De hecho, hace cosa de un año, afirmó que con La lista de Schindler se sintió muy orgulloso y muy realizado de una forma tan particular que no ha vuelto a ocurrirle con ninguna de sus posteriores producciones. Corría 1993 y, pese a encontrarse inmerso en el rodaje de Jurassic Park, Spielberg comenzó también con el de esta película, un proyecto que habría rechazado en 1982 al no terminar de ver la forma de adaptar al guion un libro, escrito ese mismo año por Thomas Keneally, repleto de datos y al no considerarse a sí mismo un director lo suficientemente maduro. De hecho, le ofreció la idea a Roman Polanski (superviviente del gueto de Cracovia), Sydney Pollack y Martin Scorsese, quien sí aceptaría y así iba a ser hasta que, en 1988, Spielberg se retractó y le cambió la idea por la nueva versión de El cabo del miedo

¿Los motivos? El director contemplaba con horror lo que parecía el resurgir de un movimiento en teoría extinto: los neonazis y los negacionistas. Recibió un presupuesto de tan sólo 22 millones de dólares y decidió que él no iba a tener sueldo al no considerarlo ético. El éxito de La lista de Schindler provocó que Stanley Kubrick abandonara su propio proyecto sobre el Holocausto, que iba a recibir el nombre de Aryan Papers.

Estamos ante una película de nazis en la que no se pronuncia el nombre de Hitler en ningún momento. Una película que podría tomarse como una concatenación de escenas preparadas para hundir la vida de cualquiera. No debemos confundirnos: no es (sólo) eso lo que la convierte en una obra maestra absoluta. No hace falta ir al cine para saber que el nazismo fue algo terrible (el desastre que unos impulsaron con sus actos y otros, con su inacción, permitieron).

Eso es algo que ya sabemos. Lo que importa aquí es de nuevo el cómo: la capacidad de Spielberg para integrar la historia particular de cada víctima para que sientas como tuya cada una de las pérdidas. Además, La lista de Schindler cuenta con una banda sonora (John Williams), una fotografía, una iluminación y unas interpretaciones más que reseñables (Liam Neeson, Ben Kingsley, Ralph Fiennes…). Como curiosidad, Spielberg pensó en un principio en rodar esta película íntegramente en alemán y polaco, y el empleo del blanco y negro busca dotar de atemporalidad al filme, así como de recrear un documental de la época. Por todo esto es una película que ya hemos señalado como uno de nuestros biopics favoritos

Hubo momentos muy duros en el rodaje, como es lógico. Desde las crisis de ansiedad que sufrieron varias actrices (muchas de ellas, polacas y judías) durante las secuencias de las duchas, o como cuando algún lugareño, al ver a los actores enfundados en sus uniformes de las SS, gritaban que ojalá volvieran los nazis para “protegerles”. Todo esto, contado por el propio Spielberg tiempo después. También, que recibía una llamada diaria de Robin Williams para animarle: “nunca decía adiós, tan sólo colgaba cuando me oía reír más fuerte”.

Recordemos que Spielberg, no sólo es judío, sino que varios antepasados fueron asesinados en Polonia y Ucrania. Además, en alguna ocasión ha contado cómo un superviviente de Auschwitz le enseñó a contar de niño, utilizando el tatuaje de su brazo para enseñarle los números. “Se arremangaba y decía: esto es un cuatro, esto es un siete, esto es un dos…”, recuerda. 

¿Repasamos su momentos más recordados?

1. Esta ya no es tu casa

Una de las primeras escenas que se quedan grabadas es cuando vemos a los soldados nazis sacando a los judíos de sus casas, mientras estos hacen las maletas a toda prisa empaquetando cualquier objeto de valor para llevarlos consigo como si fuera a servirles de algo al lugar al que van. Los judíos inician así una caravana hacia el lugar adonde les envían, teniendo que aguantar, además, los reproches, insultos y los objetos lanzados por una parte de la población local a quienes han convencido de que esa gente que está siendo expulsada de sus casas es la culpable de los problemas de la nación.

2. Apartar la nieve

De los momentos más duros son esos relativos a las humillaciones, como aquella escena en la que un grupo de SS cortan las peiot (esos tirabuzones a la altura de las patillas) a un hombre y se divierten poniéndoselas y haciendo ver que son judíos. O ese momento en que un nutrido grupo de trabajadores de Schindler se dirige a la fábrica y pasa una camioneta con tropas alemanas que les obligan a limpiar la nieve para poder seguir avanzando. Esto por supuesto no se hace como quien pide ayuda a alguien por la calle, sino como quien cambia de yugo a un buey. La mentalidad es que son animales y están aquí para servirme siempre que lo requiera. O esas pequeñas historias contadas en sólo unos segundos anteriormente comentadas: un obrero manco le da las gracias a Schindler por aceptarle en su fábrica (ahí sale del anonimato y pasa a ser alguien para el espectador). En la secuencia de retirada de nieve, unos alemanes le sacan de la fila, se ríen, porque judío y manco doblemente inútil, y le disparan en la cabeza.

3. La matanza de Podgórze

Pero la gran escena de esta película, en cuanto a lo terrible, es la de la matanza del gueto judío. Ubicado en Cracovia, en el distrito de Podgórze, allí vivían 15000 judíos, hacinados en unas 30 calles, entre las que se calcula que había 3167 habitaciones. Echen cuentas. Es 13 de marzo de 1943. En una secuencia tremendamente larga, los alemanes bajan de furgones con sus cascos y sus uniformes largos como si fueran a la guerra, y con perros como si fueran de caza. Vacían maletas por los balcones, en la calle se forma un tumulto y la cámara es consciente del caos y se mueve como atropellada por esa pobre gente. Y en el hospital los doctores prefieren envenenar a sus pacientes sabiendo que es lo mejor que pueden ofrecerles, dadas las circunstancias. Entre esos pacientes, alguna mirada de satisfacción y agradecimiento ante la consciencia de los acontecimientos. Luego, tiros. Se separan familias. Ni siquiera a través de las alcantarillas hay escapatoria.

4. El abrigo rojo

Mientras, Oskar Schindler observa el horror desde lejos, y ve a esa niña del abrigo rojo caminando entre el caos, en una de las imágenes más icónicas de la historia del cine. Divisa también los fusilamientos en fila, para ahorrar balas. Se marcha a tiempo de no ver como quienes han sobrevivido a escondidas, son buscados y sacados de sus escondites como ratas, debajo de camas y dentro de armarios y entre las tablas del techo. Tampoco ve los destellos en las ventanas provocados por los disparos en mitad de la noche. Entre el 13 y el 14 de marzo de este año, 2000 judíos considerados incapaces de trabajar fueron asesinados. 8000 fueron deportados al campo de concentración de Cracovia-Plaszów.

5. El ser humano como diana

Amon Göth (el comandante del campo, interpretado por Ralph Fiennes), se divierte disparando con un fusil de precisión desde su balcón, como quien se entretiene en la oficina lanzando pelotas de papel a un cubo. A su mujer, aún en cama, lo que le molesta de todo esto es el ruido que le impide dormir.

6. Borrar a los judíos del mapa de la historia

Otra escena difícil es la de los judíos obligados a arrancar las lápidas de los cementerios para utilizarlas luego como adoquines de la entrada del campo de Plaszów. No sólo se pretende eliminar a los judíos que ahora se encuentran en territorios ocupados por el Reich, sino también borrar a aquellos que una vez habitaron esa tierra. Lo dice Amon: “los cuatro siglos en los que los judíos estuvieron aquí serán, desde hoy, un rumor”. La paciencia de los oficiales nazis es más bien escasa y eso, unido al desprecio que sienten por los prisioneros, provocan escenas como aquella en la que una arquitecta judía está advirtiendo que los cimientos de un barracón están mal construidos y que hay que derribarlo y empezar de nuevo o no tardará en caer. La reacción de Amon no es precisamente comprensiva.

7. La criba

Sigue habiendo restos de esperanza (o más bien inocencia) entre los habitantes del campo: ese grupo de mujeres hablando sobre la posibilidad o no de que aquella historia de las cámaras de gas que han oído sea real, y rápidamente terminan por convencerse de que no tendría sentido reunir tanta mano de obra para luego hacerles desaparecer. “Somos muy importantes para ellos”, dicen al fin. Y sigue habiendo lucha por la supervivencia: ante la llegada de nuevos presos al campo, hay que ir haciendo hueco: los enfermos y los débiles, fuera. Las mujeres se pinchan en la yema de los dedos para colorearse las mejillas y parecer menos pálidas. Tras un proceso de selección no demasiado riguroso, la alegría le dura poco a aquellas que han pasado la prueba, pues enseguida ven unos furgones llenos de niños partir hacia quién sabe dónde.

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8. “Casi me engañas, Helen”

En un barracón se celebra una boda con lo que tienen a mano. La mujer que la oficia pide perdón a Dios por no ser un rabino, y en vez de pisar una copa, como es tradición judía, pisan una bombilla. Al mismo tiempo, Schindler acude a una fiesta con altos mandos nazis y, en otro punto del campo, concretamente en la mansión de Amon, el comandante parece terminar de acercarse a Helen Hirsch, la criada hacia la que ha estado mirando de una forma especial. Las tres escenas confluyen en un golpe.

9. No es nieve lo que cae del cielo

La película, al igual que la guerra, se acerca a su final con unas escenas de creciente horror: las cremaciones y los oficiales de las SS riendo mientras son los propios judíos quienes cargan con los cuerpos. Es la hora de intentar borrar las pruebas, el fin está cerca ya para la Alemania nazi. Uno de los momentos más efectistas de la cinta, para un espectador que termina de ser machacado con la aparición, por última vez, dela niña con el abrigo rojo.

10. La despedida de un héroe

Años después, cuando todo ha terminado excepto para aquellos que lo vivieron, los judíos de Schindler le agradecen de forma simbólica todo lo que hizo por ellos, en una secuencia en la que Spielberg, temiendo que pareciese exagerado o inventado, en lugar de utilizar actores optó por buscar a los supervivientes reales.

Superponiendo el plano de los judíos liberados con el de esas mismas personas hoy en día, Spielberg abre un epílogo digno del conjunto, y corona su obra maestra por todo lo alto. 

Diez secuencias que bien podrían ser veinte, y que forman un puzle terrorífico para retratar en imágenes una de las mayores atrocidades cometidas contra la raza humana. La lista de Schindler nos hace un gran recorrido por la condición humana: desde el odio irracional de unos pocos que quieren imponer su visión radical del mundo, hasta aquellos que sufren las consecuencias, pasando por el amor, la esperanza y la lucha por la supervivencia en un mundo en el que seguir con vida es prolongar la agonía.

Pablo Núñez Noriega

2 COMENTARIOS

  1. Muy buena la nota, solo un detalle; el nombre de Hitler si se nombró una vez en la película, y fue cuando ahorcan al comandante Amon, el se despide «honorificamente» diciendo: Heil Hitler! Saludos.

    • Hola Manu!

      Ay pues mil gracias por el apunte, tienes toda la razón y ahora que lo dices nos acordamos con claridad del momento!!! Muchas gracias por el apunte!!!

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Walter Murch tiene la teoría de que la felicidad es dedicarse a lo que te gustaba con diez años, y yo tengo un problema porque en mi caso no recuerdo con exactitud de qué se trataba. Mientras tanto, hablo por la radio y escribo en sitios. No confirmo que fuera lo que me gustaba con diez años pero tampoco lo descarto.