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JAVIER AGIRRE ERAUSO: LOS TÍTULOS CLAVES DE SU FOTOGRAFÍA

Octubre marca el arranque de una temporada cinematográfica intensa para nuestro cine, y más en un año como este, extrañado y transformado por los devenires de la pandemia. Sólo este viernes pasado la concentración de estrenos españoles ha sido abrumadora, títulos claves y potentes, desde diversas ópticas, han copado las carteleras de toda nuestra geografía. Una de estas historias se llama Akelarre y la dirige Pablo Agüero, un viaje a la discriminación femenina en una época de inquisiciones y fantasmagóricas leyendas. Una mirada construida con pulcritud técnica, que pone en boga, una vez más, el enorme talento de nuestros técnicos cinematográficos. En este sentido, señalar a Javier Agirre Erauso, director de fotografía de la película, como una de las figuras claves de la reformulación del cine español en estos últimos 10 años se antoja necesario. Javier Agirre, como otros técnicos, cineastas, actores, ha perfilado una nueva identidad a la hora de entender y acercarse al cine de nuestra geografía. Por ello, la necesidad de señalar e identificar su trabajo. Una excelencia que se perfila en su juventud a través de los siguientes 8 títulos, y que viene a definir un entendimiento cinematográfico, artístico y cultural de una idiosincrasia propia: la de ese País Vasco, rico en historias, universos e identidades.

1. Loreak (Flores) (2014), de Jon Garaño & Jose Mari Goenaga

Su primer gran trabajo, un ejercicio de luminosidad constante a través de la historia de estas tres mujeres, que inmersas en dramáticos pasajes, miran hacia adelante con esperanza y optimismo. La sobreexposición en algunas secuencias dibuja una expresividad y sensibilidad muy exquisitas y necesarias para entender y navegar en el dolor a través de la luz que plantea esta película de la factoría Moriarti

2. Amama (2015), de Telmo Esnal

Si la luz era la línea constante del trabajo anterior, aquí Agirre Erauso construye desde lo sombrío. Unas sombras que nacen del corazón del bosque, pero que siguen a los personajes allá donde van. Un ejercicio que se edifica en las miradas cortas, capaces de condensar toda la luz frente a la oscuridad que se dibuja en los rostros. Impresionante trabajo de composición en el rostro de la amama, Amparo Badiola.

3. Acantilado (2016), de Helena Taberna

A pesar de la irregularidad de la propuesta que aquí Helena Taberna nos plantea acerca del mundo de las sectas y su gran poder en la sociedad contemporánea, la composición fotográfica, entrelazada entre el ejercicio de las llamas en la oscuridad de la noche y la luz grisácea de un continuo nublado, expone una expresión latente del miedo que subyace en la historia a través de las firmezas de la luz y los colores.

4. Handia (2017), de Aitor Arregi & Jon Garaño

Siglo XIX, agitación histórica, identidad cultural, mitos y leyendas, viajes. Todos estos motivos construyen Handia, la película más laureada de los Moriarti, en una composición de colores y luz realmente extraordinaria. Un viaje a las luces de la fantasía, a través de esas velas que alumbran el terciopelo rojo, o el abrazo del invierno a través de ese cielo azul y blanco, epopeyas visuales que evocan la forma del cuento, en un ejercicio merecedor del Goya a la mejor dirección de fotografía.

5. Oreina (Ciervo) (2018), de Koldo Almandoz

JAVIER AGIRRE ERAUSO

La segunda película de Koldo Almandoz nos sumerge en el silencio de vidas abogadas a la opacidad rutinaria. Un ejercicio de miradas encaminado a descifrar terribles dolores de un conflicto todavía latente en el corazón de los presentes. Discurso en clave de metáfora que en la paleta de Javier Agirre Erauso se traduce en una muestra de naturalismo fotográfico único en su obra, acompañante que impregna de verismo y humanidad la historia que se nos quiere contar.

6. Dantza (2018), de Telmo Esnal

JAVIER AGIRRE ERAUSO

Expansión cromática en su máxima expresión en este film, que en la abstracción y la belleza de la danza compendia un viaje que va desde las raíces de la tierra hasta el entendimiento del costumbrismo cultural. Una obra que encuentra en la música, el sonido y la citada fotografía, un amplio arsenal expresivo para congelar nuestra mirada en la fascinante y arrebatadora belleza del planeta tierra.

7. La trinchera infinita (2019), de Aitor Arregi, Jon Garaño & Jose Mari Goenaga

JAVIER AGIRRE ERAUSO

La segunda nominación al Goya de Javier condensa la emoción y el dolor expresado a través del silencio de 30 años de oscuridad, levemente iluminados por los finos rayos de sol que se asoman al interior de la penumbra a través de una ventana entreabierta. Un ejercicio de contención y sutileza que encuentra en ese casi anochecer y en la cadencia de la cera encendida toda una muestra de fortaleza expresiva para defender una historia de tal crudeza y trascendencia.

8. Akelarre (2020), de Pablo Agüero

JAVIER AGIRRE ERAUSO

El círculo se cierra con la citada obra de Pablo Agüero. Una muestra doble que entre la luminosidad constante de las chicas y el ejercicio de claroscuro al más puro estilo Caravaggio en el retrato de la inquisición, va fundiendo sus dos partes para confrontar, con absoluta destreza y gran expresividad, la lucha entre la ferocidad del fuego y la oscuridad del entorno. Un intenso duelo que funde con ingenio el juego de palabras con la construcción visual, y nos regala un fascinante ejercicio de composición fotográfica.

 

CRÍTICA AKELARRE #68SSIFF

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