FAST & FURIOUS 8

Porque es cierto que sus primeras entregas fueron bastante anodinas, pero también es muy cierto que con la llegada de Justin Lin la franquicia empezó a experimentar una curva de mejoría que alcanzaría su plenitud en la sexta entrega de la saga. Una saga que poco a poco ha ido arrinconando (pero nunca traicionando) sus aspectos más superficiales (hablamos de las carreras ilegales y la obligatoria ensalada de cuerpazos rodados a cámara lenta que las frecuentan y animan) para dar paso a tramas más sofisticadas, y dar rienda suelta a su apetito voraz por superarse en cada entrega, regalando al espectador algunas de las set pieces de acción más espectaculares del cine reciente. Y desde luego esto hay que aplaudirlo, porque aquí nadie da gato por liebre, y gran parte del esfuerzo de producción de cada capítulo bascula en este compromiso pirotécnico, que no es más que lo que el público espera, celebra y disfruta.

Lo que está claro es que Vin Diesel es el amo y rey de la saga, un patriarca con cuya ética, sólida e infracturable, cimenta los códigos de valor de todos los que le rodean, que por sencillos no dejan de ser tremendamente necesarios. Una construcción que avanza en línea pero que no se olvida a los desaparecidos, y sostiene el recuerdo de los que ya no están a través de guiños y pequeños homenajes. Y así Fast & Furious puede soportar la pérdida de un peso pesado como Paul Walker sin renunciar a su recuerdo pero mirando hacia adelante, fortaleciéndose al fin y al cabo.

Lo que también es notable es la sencillez argumental de Fast & Furious 8, que se limita a atar las relaciones de unos y otros con la trama que va a desarrollar, y que se rinde ante la necesidad de epatar al espectador a golpe de secuencias de acción, muy bien montadas y dirigidas con el pulso habitual de F. Gary Gray, que ya demostró en el remake de 2003 de The Italian Job que sabe muy bien mover la cámara y rodar persecuciones como Dios manda. Y aunque la secuencia final es muy espectacular (seguimos superándonos y, si hay que tirar de submarinos, pues se tira), la secuencia en las calles de Nueva York no deja de brillar con luz propia, llegando a acariciar cotas muy oscuras y poco tranquilizadoras cuando reflexionamos acerca del peligro que suponen los avances tecnológicos que nos facilitan el día a día si cayesen en manos de mentes maliciosas.
En definitiva, un espectáculo visual de 250 millones de dólares que da lo que promete y que deja el terreno abonado para que la conclusión de la saga, programada para 2021 con una décima entrega que, además, funcionará como 20.º aniversario de esta, culmine por todo lo alto, dejando un buen sabor de boca a todos los fans, que a estas alturas deberían de empezar a lamentarse ya por la, en un principio, limitada vida de la franquicia.
LO MEJOR:
- La galería de estrellas que se pasean por la cinta.
- No juega sucio. Lo que esperáis es lo que os encontraréis.
- Su ritmo y la dirección de F. Gary Gray.
LO PEOR:
- La sencillez de la trama, sacrificada por el puro espectáculo.
- Que muchos saldréis del cine y os encontraréis con vuestra triste realidad: vuestro coche.
Alfonso Caro