ESPECIAL QUENTIN TARATINO: DJANGO DESENCADENADO
«I like the way tou die, boy».
(«Me gusta la manera en que mueres, muchacho». )
Django, Django desencadenado.
Desde que Tarantino reventó Cannes en 1994 con Pulp fiction, y con menos de diez títulos a sus espaldas, el director, fanático de las sesiones dobles en su juventud, es uno de los cineastas más influyentes del cine actual, y esto lo ha conseguido apoyándose en tres pilares que son marca de la casa: Su constante ruptura con los cánones clásicos de la narrativa cinematográfica, sus guiones cargados de diálogos (muchos de ellos rozan la categoría de “ensayo” sobre la cultura popular moderna), y su cuidada selección de piezas musicales, que acompañan y potencian las imágenes que vemos en pantalla.
Brillante, endiabladamente entretenida, y con una factura técnica exquisita. Así es Django desencadenado. Casi tres horas de universo Tarantino para delirio de sus fans, donde no se echa en falta ningún ingrediente al que el director nos tiene felizmente acostumbrados. Para los que no son tan fans de su manera de enfocar el cine, la buena noticia es que es una de sus películas con más ritmo, aunque puede que éstos últimos noten algo más su elevado metraje (165 minutos), que la convierte en la más larga de su carrera.
No obstante es imprescindible advertir que Django es uno de sus filmes más moderados. Su presentación del relato es muy clásica, y no aporta ningún aspecto innovador, Pulp fiction, Kill Bill, y Reservoir dogs siguen siendo hasta la fecha sus filmes más icónicos, y también formidables plusmarcas a batir. Donde muchos ven en este clasicismo de Django madurez y control, otros atisbarán un pelín de agotamiento creativo. Hay algunos planos y situaciones que recuerdan, como poco, a algunos planos ya vistos en Kill Bill (Volumen 1), especialmente el tiroteo final a dos alturas en el que Tarantino cambia las katanas por los revólveres.
Django se ha vendido como un spaghetti western, aunque resultan más claras las influencias de los Leone y Corbucci en Kill Bill (Volumen 2). Su acción se desarrolla en los estados sureños, a dos años de la guerra civil americana, lo que también difumina bastante su carácter de western clásico centrándose más en la problemática de la esclavitud. La verdadera fuerza del filme, esta vez, reside en el guión y las interpretaciones, sin que esto signifique que el resto de apartados sigan disfrutando de un nivel de notable.
Escenas como el retrato de miembros del Ku Kux Klan, quejándose de que no ven nada con los sacos en la cabeza, desternillante e hilarante, o la llegada del Marshal dispuesto a arrestar a Django y a Schultz, breve pero genial, son ejemplos además de la libertad total del director para reinterpretar la historia norteamericana y modelarla a su antojo, con el espíritu gamberro marca de la casa. Estas y algunas otras perlas del metraje (ojo al tema Freedom de la cinta).
Por contra el filme sí presenta algunos problemas de ritmo habituales en el cine de Tarantino, y algunos de sus actos pueden resultar excesivamente largos. Un aspecto, no obstante que ni de lejos será percibido por todos los públicos, y los más entregados al cine del cineasta los disfrutarán con entusiasmo en toda su extensión.
En definitiva, totalmente recomendable para todos los públicos, pero ni de lejos tan enigmática como sus títulos más populares. El buen sabor de boca está asegurado, aunque le falta un punto de cocción, sólo un punto, para que éste spaghetti consiga ese dente que el director sí consiguió con Los odiosos ocho.
Alfonso Caro