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ESPECIAL CHRISTOPHER NOLAN: MEMENTO

We all lie to ourselves to be happy
(Todos nos mentimos para ser felices)

Leonard Shelby, Memento

Decía Nietzsche que la ventaja de tener mala memoria es que puedes disfrutar una y otra vez de las mismas cosas. El filósofo alemán también dijo aquello de: «Benditos sean los olvidadizos, pues superan incluso sus propios errores». Si Christopher Nolan es un apasionado de Nietzsche no lo sabemos, pero que siente una fuerte fascinación por la psique humana es un hecho contrastado a lo largo de su carrera. También está aquello tan perturbador de las esposas muertas, una constante en su filmografía, pero de momento centrémonos en los misterios de la mente y en la memoria como salvación y condena. Hablemos de Memento.

El segundo largometraje de Christopher Nolan, tras su debut con Following, parte del relato breve Memento Mori, escrito por su hermano y guionista habitual Jonathan Nolan. «Memento mori» es una expresión latina que significa «recuerda que morirás», y algunos, como la prestigiosa fotógrafa Annie Leibovitz, han visto en las fotografías la plasmación física de dicha expresión. Las fotografías son, por naturaleza, recordatorios de instantes que automáticamente forman parte del pasado y, por tanto, nunca volverán. En Memento (la película, del 2000) el protagonista se guía por unas polaroids que va tomando para, junto con los tatuajes que cubren su cuerpo, lograr vencer sus lagunas mentales y conseguir el objetivo de encontrar y asesinar al hombre que mató a su esposa. Pero Leonard (soberbio Guy Pearce) sufre una peculiar condición médica: el asesino de su mujer le propinó un golpe en la cabeza provocando que, a partir de ese momento, su memoria se resetee cada pocos minutos.

Como si quisiera desplazarnos al interior de la mente del protagonista, Nolan estructura su relato en pequeños bloques que duran tanto como la propia memoria de Leonard, y para colmo nos los expone en un orden cronológico inverso: es decir, que el principio de la película es el final de la historia y el principio de la historia es el final de la película. Una narración tan desafiante como compleja y astuta, sustentada en dos grandes pilares: el guion y el montaje. Precisamente, las dos categorías en las que Memento estuvo nominada al Oscar.

Pero Memento no es una historia de venganza, al menos no una al uso. Es, por el contrario, la historia de un hombre que encuentra en la venganza una motivación para afrontar su vida. Incluso despojado de pasado inmediato, el ser humano necesita un futuro hacia el que avanzar, y en ese proceso la memoria (o falta de ella) puede ser un aliado impecable a la hora de dar sentido a una existencia vacía.

«Remember Sammy Jankis». Esta frase, tatuada en la muñeca de Leonard, le recuerda la historia de un hombre que sufría una condición similar a la suya y acabó matando accidentalmente a su mujer de una sobredosis de insulina al inyectársela repetidamente cada dos minutos, habiendo olvidado por completo que ya lo había hecho. Las historias de Leonard y Sammy se intercalan en el relato para acabar (¿o empezar?) confluyendo de una forma tan inteligente como sorprendente. A Leonard también lo acompañan en la historia Natalie, interpretada de forma portentosa por Carrie-Anne Moss (impagable esa escena en la que esconde los bolígrafos y muestra sus cartas ante Leonard sabiendo que este lo acabará olvidando), y Teddy, un excelente Joe Pantoliano que, curiosamente, ha luchado toda su vida contra las enfermedades mentales que él mismo padece. Leonard se verá impulsado por estos personajes, que lo manipulan en su propio beneficio. Y, sin embargo, ¿no será Leonard quien manipula la verdad para seguir viviendo?

Llena de intriga y fascinante de principio a fin, Memento es la primera obra maestra de Christopher Nolan y una muestra evidente de sus obsesiones: la mente humana, la culpa, los juegos de espejos y los límites de la realidad. Al final, la película nos habla de ese impulso inherente al ser humano que es el de hallar motivos para seguir adelante, incluso si para ello estamos perpetuando una mentira.

Como dijo Mark Twain: la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.

Alex Merino

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