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«EL PUNTERO» O LA POLÍTICA VISTA COMO UNA TELENOVELA

No siempre vienen en los envoltorios más finos los bombones con más sabor; este es el caso de El Puntero, una serie – o telenovela- argentina que cuenta a golpe de cotilleo el funcionamiento de la baja política del país. Este producto vio la luz en Argentina allá por 2011, pero es ahora cuando Netflix y Youtube la han recuperado y hecho accesible a toda la comunidad hispanohablante. El Puntero es la historia de un hombre, o más bien un terremoto, que es epicentro de otros muchos a su alrededor.

EL CACIQUE Y SU TRIBU

El Puntero cuenta las desventuras de Pablo Aldo Perotti, alias «Gitano», que es algo así como un líder político, un conseguidor. Es quien mueve los hilos en un barrio marginal de Buenos Aires, un puntero, que es una figura habitual para entender las redes clientelares en el país. La serie trata temas como las drogas, las rivalidades políticas, la manipulación, el comprar votos o comprar manifestantes y la clase de argumentos habituales en series como House of cards.

Sin embargo el espectador solo encuentra estos temas a través del dramatismo más exagerado. Es una constante espiral de problemas por la que desciende nuestro protagonista, cada uno esperando a que se arregle el anterior para aparecer. Las actuaciones, los hechos, son los de una telenovela clásica latinoamericana, con sus giros inesperados o el abuso de la tensión habitual.

La serie retrata, en realidad, bajo un caparazón de sopa boba, el simple día a día de millones de personas en los barrios más pobres del mundo y en concreto los de Latinoamérica. También el uso de la política para mantener las cosas como están (similar a lo que hemos visto en joyas como The Wire o Antidisturbios) o para que no terminen nunca de estallar por los aires.

LOS PERSONAJES

Como sucede a menudo en el género de telenovela, los personajes (y las vueltas que les da el guión) lo son todo, especialmente para el protagonista. La estrella indiscutible es «Gitano» (Julio Chávez), cuyo leit motiv es la lucha contra el mundo, la que le provocan todas los baches que tiene que ir sorteando. Verdaderamente ver a «Gitano» gritando, haciendo gala de la originalidad de los insultos rioplatenses o simplemente sobrellevando otro acceso de ansiedad es lo que hoy se llama «un mood» o estado de ánimo. La mayor virtud de El Puntero es conseguir una sensación de familiaridad en torno a este hombre, con el que es imposible no empatizar pese a sus lados oscuros o sus vicios.

Orbitando en torno a este están otros memorables como Lombardo (Rodrigo de la Serna, La Casa de Papel), el joven que quiere que los demás le tomen en serio. O Levante (Luis Luque), el que es a la vez el Sancho Panza y el ansiolítico del protagonista. Otros como Libertad (Belén Blanco), la hija, o Leme (Pablo Brichta), el rival político, también merecen reconocimiento.

ERRORES Y VIRTUDES

El Puntero no es una serie para devorar a base de maratones. Tiene alma de novela y está pensada para entretener la sobremesa. Esto es, que cansa. A medida que pasan los capítulos uno aprende a no tomarse tan en serio los dramas en pantalla y más de uno podría terminar por dejarla. En el aspecto técnico es bastante discreta en lo referente a fotografía, si bien hay bastante garbo en el montaje, especialmente en la música escogida para momentos álgidos. Te dejamos con esta recomendación argentina, además de otras como Pa’trás, ni pa tormar impulso de Lupe Pérez.

Sin duda una opción de lujo para los aficionados a la ficción política o los curiosos por el mundo audiovisual argentino. Si solo sea por volver a ver al «Gitano» perder los estribos una vez más, siempre es buen momento de ver, retomar o volver a esta curiosidad. Puntero: política y telenovela.

Isidro Ruiz de Osma

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