MY NEXT LIFE AS A VILLAINESS S2: IMPROVISANDO TRAS EL TELÓN
La costumbre dicta que no podemos contar con una temporada estacional sin un mínimo de series isekai. La proliferación del subgénero ha llegado a niveles nunca vistos, ocupando múltiples posiciones a lo largo de cada trimestre en unas parrillas de series que invitan a la comparación y la rivalidad entre las diferentes obras que compiten por hacerse con un sitio en ella.
Una situación dada de lo simple que es dar forma al isekai sin tener en cuenta demasiados parámetros. Política, economía, cultura, sociedad… pequeñas piezas que hay que modelar de cero cuando se construye un nuevo mundo pero que, durante los últimos años, parece caer en el olvido de muchos guiones para construir una fantasía a la carta donde el héroe de turno pueda lucir sus nuevas habilidades, ya sean con la espada o con sus conocimientos como farmaceútico.
Si bien esta escasez de ideas no identifican a todas las series del panorama actual, como ocurre con That Time I Got Reincarnated as Slime, también hay formas de hacer de esta falta de predisposición un juego propio para crear un mundo reducido donde lo que brille no sea tanto el trasfondo, sino sus personajes. Y si hay una obra con una capacidad innata para ello es, sin duda, My Next Life as a Villainess: All Routes Lead to Doom!
Vuelve Bakarina, ¿necesita algo más?
Bakarina vuelve a la acción con una nueva temporada y, siendo sinceros, no podría ser una mejor noticia. Y es que la nueva temporada de My Next Life as a Villainess no pretende cambiar nada, sino seguir jugando una partida que dejaba abierta —y, valga decir, con pocas cartas por colocar en el tablero— tal y como se encontraba en su inicio.
Tras haber superado todas las red flags que anunciaban su final a lo largo del otome original en el que se basa la nueva vida de Catarina, nos adentramos en un nuevo arco argumental donde la mayor sorpresa es que prácticamente no hay sorpresas. A lo largo de sus primeros tres capítulos, la obra consigue recuperar todo el dinamismo original que había plantado a lo largo de su primera temporada para ofrecer una acción lo más estática posible que, pese a todo, funciona.
Y funciona porque dentro de sus cuatro paredes Bakarina es un monstruo de la interpretación, con personajes especialmente vivos y característicos, una protagonista imbatible y un trasfondo lo suficientemente simple como para poder permitirse mantener su tono de slice of life a lo largo y ancho de su trama sin despeinarse ni lo más mínimo.
Es, una vez más, su harem bisexual y la atracción de todos sus personajes hacia la protagonista y, a su vez, la forma en la que dicha atracción toma forma de relación multidireccional la forma que escoge la serie para dar vida a la misma, reduciendo la interacción externa al mínimo pero potenciando la más intrínseca para que sea el trasfondo quien viva de sus interacciones y no lo contrario.
En la forma de un fanfic
Y es que la forma en la que la obra se siente y entiende es casi la forma de un fanfic. Un hecho que se demuestra hasta el punto de que su capítulo introductorio —obviando el primer episodio, que sirve las veces de resumen— se base en una representación de teatro que se ve constantemente deformada según las interacciones y los choques entre sus personajes. Un guion que parece convertirse en una serpiente sin cabeza mientras que no deja de ser un simulacro estudiado que hace parodia sobre sí mismo para jugar con la fuerza de sus personajes.
Sophia reescribiendo el guión en apenas unos segundos mientras los chicos pelean en el escenario por Catarina —recordemos, en el papel de villana— con la súbita aparición de un Keith campesino es tan absurdo como funcional. Una jugada maravillosa que denota un especial cariño por parte de sus creadores y marca una nueva forma de hacer isekai. Una donde las normas quizás no sean tan importantes pero donde el factor del “nuevo mundo” trae consigo otra serie de connotaciones que acaban dando forma a su desarrollo.
Y mientras el tono de fanfic sigue brillando de fondo, la introducción de la primera sorpresa de esta nueva temporada, con su protagonista secuestrada como estratagema para derrocar a la monarquía actual no resultará una bomba narrativa pero, sin duda, dice mucho sobre una obra que ya ha agotado su carta principal al salvar el rol de la villana de todos sus malos finales posibles.
Un brillo propio
Sus tres primeros capítulos dejan todavía mucho espacio por recorrer pero volver a My Next Life as a Villainess ha sido algo más literal de lo que pueda sonar en primera instancia. Incluso con el tiempo de por medio y el ir y venir de otras tantas series en el descanso, su narrativa conecta en cuestión de segundos y Mary, Sophia, Keith o Alan tienen tanta o incluso más vida de la que ya demostraban en la entrega original.
Es una simpleza atrevida y arriesgada, bañada en una fantasía que se agarra constantemente a la comedia y la ternura para contar, al fin y al cabo, la historia que quiere contar. Sin pretensiones. Si algo se puede decir de My Next Life as a Villainess es que es una obra tan original como solo ella puede ser. Y en un género marcado constantemente por el mismo corte, es una virtud que brilla con absoluta deferencia.
Mientras Bakarina siga subida al escenario y el resto de sus personajes lo hagan a su lado, es difícil negar que tenemos una de las mejores comedias de fantasía de los últimos años de por medio. Desde la torpeza de su protagonista hasta las constantes miradas entre les contendientes de su amor pasando por, por supuesto, el comité de Catarinas que reinan su juicio. Su forma de tomar tópicos y clásicos del género y hacerlos suyos propios es, una vez más, un movimiento ganador para la serie.
Óscar Martínez