LOS ANTECEDENTES
Después de sorprender al mundo con su ópera prima Nightcrawler, el director y guionista Dan Gilroy vuelve a tomar los mandos de un género que parece haber hecho suyo: la crítica social. Denzel Washington protagoniza esta película que, con solo haber visto una cinta anterior del director, ya es suficiente como para dejarnos con las ganas.
LA PELÍCULA
Se suele hablar en las clases de guion sobre los seminarios que solía impartir el celebérrimo Robert McKee y sobre la frase que siempre estampaba sobre los libros de aquellos admiradores que esperaban una firma en uno de sus ejemplares. Eran solo tres palabras, pero para un guionista que se precie deben significar un mundo: Tell the truth. Cuenta la verdad. En este filme, Dan Gilroy parece haber seguido a rajatabla el consejo de McKee… y por otro lado, parece que se ha perdido por el camino.
Roman J. Israel, Esq. es una cinta irregular. Disfrutable como pocas pero llena de aristas. Con un despliegue visual notable, hace virar al espectador entre el frenético ritmo de vida del neoliberalismo occidental del nuevo milenio y el espíritu perdido (o solo evolucionado) de las revueltas por los derechos civiles de la comunidad negra durante los 60 y 70. Después de que su modesto gabinete quebrase, un abogado con firmes convicciones es obligado a trabajar para un grupo de gente cuyos ideales difieren mucho de los suyos, mientras planea en secreto una reforma integral del sistema jurídico de Los Ángeles… pero parece que sus convicciones también van a ponerse a prueba.
De igual forma que el apartado visual, el trabajo detrás de la dirección de Gilroy también vira entre los dos mundos en los que se encuentra el protagonista (el ejemplo más claro se expresará más adelante) y la película se nutre de ellos. El propio Roman tiene un mundo interno, exteriorizado en su propio hogar: desordenado, caótico, polvoriento y lleno de fotos de ídolos de la comunidad negra de los 70 como Martin Luther King o Marvin Gaye.
Por otro lado, a pesar de que Gilroy construye los cimientos de una forma sólida, la edificación del filme resulta altamente irregular. La excesiva verbalización, la falta de verosimilitud en muchísimos diálogos, las tramas metidas con embudo y las decisiones tomadas a lo largo de todo el tramo final hacen que la película se balancee en un equilibrio muy peligroso entre lo pasable y lo mediocre.
ELLOS Y ELLAS
Antes de que anunciasen las nominaciones a los Oscar de 2018, todo el mundo apostaba a que James Franco iba a estar entre los favoritos para llevarse el galardón a Mejor actor protagonista por su interpretación edwoodesca del estrafalario Tommy Wiseau en The Disaster Artist. Sin embargo, en su lugar anunciaron a Denzel Washington (que ni siquiera acudió a la gala) por su interpretación en esta película, una decisión sorprendente cuando menos, ya que no se había hablado nunca ni se había hecho campaña por esta nominación (no que sepamos a este lado del Atlántico, donde la película no llegaría hasta meses después).
Teorías aparte, hay una duda que salta a la vista: ¿Se merecía Denzel esta nominación? Bueno, si hay algún actor que se lo mereciese en esa película es él, sin duda, pero tampoco es demasiado meritorio para ello. No se sabe qué es lo que sucede últimamente con este actor, pero tiene pinta de que no le gusta actuar en ninguna de las películas en las que aparece. Pone el piloto automático de la interpretación y se desenvuelve con la normalidad de un actor de su talla, pero la desgana que se destila en él es muy problemática. Por otro lado, los secundarios son muy secundarios e insulsos en la mayoría de los casos, como en el de Colin Farrell, que por su presencia física parece que el papel de ejecutivo sin escrúpulos le viene al pelo, pero interpretativamente solo está pasable.
LA SORPRESA
El momento a partir del segundo punto de giro es un completo descontrol para bien o para mal (puede que sea para bien y concuerde con cómo se encuentra la psique del protagonista en el momento de la trama) y hay unas secuencias en las que parece que vamos a presenciar una road movie con tintes de suspense.
LA SECUENCIA
Hay un componente interesante en la secuencia en la que Roman da una charla sobre lucha social y derechos civiles a unos jóvenes estudiantes de Derecho. La secuencia debe durar cinco minutos, y en relación con el resto de la película queda como una anécdota, pero pone de manifiesto un elemento que jamás se había mencionado en la película: el conflicto generacional.
El protagonista está anclado en los 60 y 70 y en el alma de las reivindicaciones raciales de la época. Sin embargo, esa conferencia le sirve como una patada de realidad al saber que la justicia social y el activismo de ahora es muy distinto al de hace décadas.
TE GUSTARÁ SI…
Quieres ver un cambio en la carrera de Gilroy con respecto a su anterior película (para bien o para mal, ya es la opinión de cada uno) pero sin perder su esencia; si eres fan de Denzel Washington o del género, o si quieres salir esperanzado de la sala, pues, a pesar de su irregularidad y de sus aparentes fallos, logra dejar un buen sabor de boca.
LO MEJOR:
- Sus sutiles pinceladas de humor negro.
- La caracterización a nivel de guion del protagonista.
- La esencia motown que desprende.
- Se nota que Dan Gilroy es un buen guionista.
LO PEOR:
- Se hace muy predecible.
- Sus secundarios son bidimensionales.
- Denzel Washington no parece estar en su mejor momento.
- Su puesta en escena y sus decisiones de dirección viran entre lo interesante y lo insulso.
- La inverosimilitud de ciertos diálogos (otros son realmente buenos), que sobrexplican el tema principal de la película.
Álvaro Salas