MUÑECO DIABÓLICO
LOS ANTECEDENTES
“Hola, soy Chucky, y seré tu amigo hasta el final.” Es imposible no sentir escalofríos al recordar las icónicas palabras del muñeco diabólico por excelencia, ese pequeño personaje de ojos azules, pelo pelirrojo, peto vaquero, jersey de colores y muchas ganas de asesinar que no solo generó un gran éxito de taquilla en su primera entrega sino que, además, consiguió establecerse en el imaginario popular como un arquetipo insólito y lleno de originalidad. Y es que, de hecho, ya han pasado nada más y nada menos que tres décadas desde que el célebre muñeco Good Guy entonara su cariñosa y a la vez tétrica muletilla por primera vez y diera paso a toda una franquicia de películas (y una serie que actualmente se está produciendo) que explotó y que sigue explotando hoy en día la renombrada figura pediofóbica que supone Chucky. Por ello, el director Lars Klevberg (quien debutó dentro del género de terror con Polaroid) ha decidido traernos este año un remake de la original Muñeco Diabólico con un lavado total de cara tanto para la trama como para el propio muñeco. Aquí os dejamos nuestra crítica sobre Muñeco Diabólico.
LA PELÍCULA
La premisa de la que parte el remake de Muñeco Diabólico es prácticamente la misma que la original: una madre le regala a su hijo un muñeco que en ese momento está de moda (en la original el nombre de dichos juguetes era Good Guy, mientras que en la nueva película es Buddi) y, por causas ajenas al núcleo familiar, el personajillo cobra vida para desatar el horror dentro y fuera del hogar. Sin embargo, es a partir de esta consigna ya utilizada en 1988 de donde nace todo un matiz de aspectos que poco tienen que envidiar a la original.
En pleno contexto de apps y nubes donde la tecnología ya forma parte intrínseca de las relaciones humanas, era imposible imaginar un remake de Muñeco Diabólico siguiendo las mismas líneas de trabajo que en su día caracterizaron a la original. Pensar en un muñeco rígido en pleno 2019 resulta igual de desfasado que la idea de un niño jugando con él, pues las nuevas generaciones nacen y crecen con un aparato electrónico al lado y, como tal, buscan que su diversión esté cuanto menos relacionada con la tecnología. Por ello, la nueva película de Chucky decide apostar por una pesadilla tecnófoba en la que toda la trama está al servicio de un muñeco con inteligencia artificial al más puro estilo Black Mirror.
Son muchos los aciertos de Muñeco Diabólico, pero sin duda el mayor de ellos es dotarle de autonomía al muñeco. Mientras que el original Chucky se quedaba quieto cuando le observaban y se movía a espaldas de los protagonistas, el nuevo juguete se encuentra en constante movimiento, factor clave a la hora de conectar con él. Y sí, decimos conectar porque, al contrario que en el filme de 1988 (donde el asesino Charles Lee Ray traspasa su alma dentro del juguete), el nuevo muñeco Buddi no es malvado por naturaleza, por lo que incluso podemos sentir empatía o aprecio por él en ciertos momentos. En este sentido, nos adentramos en una serie de momentos decisivos a la hora de moldear la perversidad de Chucky que culminan, por supuesto, en la completa corrupción de su personalidad. Es en este proceso de perversión donde posiblemente reside la mayor fuerza de Muñeco Diabólico, pues durante la película asistimos a una evolución del personaje antagonista (cuyo diseño, criticado por muchos, no es más que una subordinación del muñeco al organicismo tecnológico) que bebe esencialmente de las muchas teorías conspirativas que aseguran que, en un futuro, las inteligencias artificiales acabarán con la raza humana.
Por supuesto, en una película de Chucky no podía faltar el toque de humor que tanto caracteriza a esta franquicia de terror. Entre asesinato y mutilación (elementos muy bien llevados a nivel visual, por cierto), la cinta nos ofrece una gran variedad de momentos humorísticos con la suficiente calidad como para que todos los asistentes de la sala se desternillen o, al menos, les salga una sonrisa en el rostro. Este juego constante entre miedo y risas culminan, pues, en una película extremadamente divertida que encandilará tanto a seguidores de la saga como a aquellos que nunca han escuchado hablar del muñeco diabólico Chucky.
ELLOS Y ELLAS
No nos engañemos: por mucho cariño que le tengamos al Andy original, las habilidades escénicas de Alex Vincent por aquel entonces no estaban, digamos, muy desarrolladas. Siempre es un riesgo darle un papel protagonista a un niño tan pequeño, y pese a que Vincent se desenvolvió correctamente interpretando a Andy Barclay, son muchos los momentos que pecan de forzados y poco creíbles. Por ello, el remake de Muñeco Diabólico ha optado esta vez por darle su papel protagonista a Gabriel Bateman (quien ya tiene catorce años), cuyo nivel madurez en cuanto a interpretación es muchísimo más alto que el de Alex Vincent treinta años atrás. Y es que, de hecho, no es exagerado decir que Bateman se come la pantalla en esta película y que se desenvuelve por el género de terror como si este se tratara de su ecosistema natural. Pese a su juventud, esta joven promesa demuestra estar muy por encima de la calidad media de actuaciones dentro del terror actual, y desde El Palomitrón le auguramos una fructífera carrera.
Junto a Gabriel Bateman encontramos a Mark Hamill, quien le presta voz al perverso muñeco Chucky de forma magistral. A partir de 1992 empezó a doblar al famoso Joker en diversas películas y series de animación de DC Comics, por lo que su experiencia dando voz a personajes depravados no se limita a Muñeco Diabólico. El combo entre Bateman y Hamill resulta explosivo en un dúo de personajes donde la química entre ellos es más que palpable, tanto en el aspecto terrorífico como en el humorístico. Nos vemos moralmente obligados, además, a dejaros un pequeño sneak peek de lo que vais a encontrar en Muñeco Diabólico, que sin Mark Hamill no hubiese sido lo mismo: «La canción Buddi«.
LA SORPRESA
Sin duda alguna, el elemento clave de Muñeco Diabólico es la facilidad con la que consiguen integrar el factor tecnológico, cuyo epicentro de poder se encuentra precisamente en el propio muñeco y en un diseño que, pese a descontentar a muchos, consigue ser orgánico e interesante.
LA SECUENCIA / EL MOMENTO
El primer asesinato humano del nuevo Chucky: tenso, sangriento y macabro pero con el que resulta imposible no reír a carcajada limpia. Mejor no lo describimos con más profundidad para que lo veáis vosotros mismos.
TE GUSTARÁ SI…
El tándem terror-humor te resulta interesante y disfrutas con aquellas historias que se alejan de lo que nos tiene acostumbrados el género.
LO MEJOR
- La inteligencia con la que integran tecnología y terror.
- Las actuaciones, especialmente la de Gabriel Bateman.
- El diseño del nuevo Chucky, mucho más interesante que el original a nivel narrativo.
- El proceso de evolución del muñeco diabólico y su progresiva corrupción.
- Los toques de humor que en ningún momento parecen forzados.
LO PEOR
- A nuestro parecer le faltan un par de escenas de asesinatos individuales.
- Algunos personajes que se podrían haber desarrollado más dentro de la trama principal.
Martí Farrés