MARY Y LA FLOR DE LA BRUJA
¿Quién será el próximo Miyazaki? Es una pregunta que a menudo se formula pero que todavía no ha sido contestada. La personalidad de Hayao Miyazaki ha dominado la marca Studio Ghibli durante tanto tiempo que es dudoso pensar que alguien más del estudio pueda igualar su reputación. Sin embargo, si Mary y la flor de la bruja demuestra una cosa, es que Studio Ghibli ha nutrido el talento suficiente para igualar la habilidad de Miyazaki.
Mary y la flor de la bruja es el tercer largometraje propio de Hiromasa Yonebayashi, uno en el que deja de lado a Studio Ghibli y se atreve a catar a Studio Ponoc. Estamos ante una deliciosa película de fantasía para jóvenes y adultos que capta a la perfección el encanto y la fantasía de una historia clásica de Ghibli, pero con un aspecto más moderno y actualizado. En esencia, Mary y la flor de la bruja combina el trabajo de un pequeño grupo de incondicionales de Studio Ghibli con algunos de los mejores talentos de la televisión y la animación cinematográfica actual.
Las nuevas incorporaciones puede que no sean tan obvias a primera vista debido al alto grado de reproducción de estilo Ghibli que posee el film, un grado que se puede observar desde la historia —basada en novela inglesa de Mary Stewart de 1971, The Little Broomstick— hasta el diseño de los personajes —uno en el que Yonebayashi juega con el pasado, presente y futuro de sus propias creaciones—. El estilo Ghibli sigue cohabitando todos los fotogramas de esta nueva producción, una en la que la inocencia tiene un efecto catalizador en la absorción de la magia, y por lo tanto, en su resultado.
Mary y la flor de la bruja narra la historia de una joven cuyas vacaciones de verano albergan algo más que un paseo por el bosque, un chapuzón en la piscina o una puesta de sol en la playa. Junto a ella viajaremos a la escuela de magia Endor College, donde no todo es lo que parece y se oculta en gran peligro. La historia que consigue transmitir Hiromasa Yonebayashi engloba aspectos tales como la inocencia, la sorpresa y la magia. Podríamos decir que estamos ante el cuento de J. K. Rowling en versión japonesa. Sin tanta parafernalia ni condecoraciones, pero con una esencia similar. Una esencia que además también recoge los tropos más característicos del género como una escoba mágica, un gato negro o una escuela profesional de hechicería. Tropos necesarios, pero sustituibles, aunque Yonebayashi no se la juega y apuesta sobre seguro. Una apuesta en la que no sale perdiendo pero no logra que su narrativa sea el punto fuerte de la cinta.
A pesar de que la historia no resplandezca en todo su fulgor y no logre una innovación del cien por cien, los aspectos técnicos de la misma suplen sin duda estos pequeños vacíos existenciales. Studio Ponoc ha demostrado que su labor técnica es prácticamente perfecta. Es cierto que bebe de las influencias Ghibli, pero hay que recordar cuál fue el último hogar de su director. Un hogar que deja huella y que se vislumbra en cada uno de los fotogramas que componen la película. Una huella que nos asegura que Studio Ghibli, posiblemente, nunca morirá.
La animación es bella, cuidada y colorida. Los fondos sobresalen por encima del resto, y el entrañable diseño de los personajes nos recuerdan a otros de la casa e incluso nos hacen viajar por diferentes cuentos de la historia. Un conjunto de factores que hacen que ver Mary y la flor de la bruja sea una experiencia mágica. Puede que no te atrape por su argumento simplista e incluso pueril, pero ver este producto en pantalla grande es un premio para la vista y para todos tus sentidos. Tampoco podemos dejar de lado el apartado sonoro, uno cuyo protagonista es Takatsugu Muramatsu y destaca con el tema principal de Sekai no Owari. Unos compases que conjugan gratamente con la obra y que consiguen hacer realmente gratos los 100 minutos de metraje de la misma.
En definitiva, Mary y la flor de la bruja es un esfuerzo bárbaro de un estudio que, prácticamente acaba de nacer, y una película sólida en sí misma. Es cierto que la cinta juega bastante con la obra homónima; pero al estar tan cuidada, mimada y detallada en cada fotograma es difícil tacharla de «copia» o similares. Yonebayashi ama a Ghibli, y después de veinte años trabajando en el estudio comprende mejor que nadie la naturaleza envolvente y maravillosa de las películas de fantasía del mismo. En Mary y la flor de la bruja logra capturar esa naturaleza, y por esa única razón esta película es digna de elogio.
Tras todo lo dicho, podemos reafirmar una vez más el existente potencial para que Studio Ponoc forje un camino diferente al de Ghibli. Uno donde se reserve el espacio necesario para su antecesor, pero uno donde también tengan cabidas nuevas producciones. Personalmente, por mucho que haya disfrutado Mary y la flor de la bruja tengo que reconocer que el mejor trabajo de Yonebayashi hasta el momento es El recuerdo de Marnie, una película melancólica que priorizaba el ambiente y sus factores sobre las aventuras de fantasía. Yonebayashi y su equipo han demostrado tener la capacidad de crear algo totalmente nuevo aunque con reminiscencias del pasado. Unas que, esperamos poco a poco desaparezcan y creen unas íntegramente nuevas. Mary y la flor de la bruja es una película llena de ambiciones, que roza el éxito en su propuesta pero que demuestra que los maestros todavía están muy presentes.
LO MEJOR
- Conocer el primer largometraje de Studio Ponoc.
- Poder disfrutar de la dirección de Yonebayashi por tercera vez.
- Las claras influencias de Studio Ghibli.
- Una animación colorida en continuo movimiento confeccionada a la perfección.
LO PEOR
- Un argumento que puede resultar carente de valor.
- Una estructura narrativa simple sin sobresaltos.
Marisol Navarro
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