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CRÍTICA: LA MAMI

LOS ANTECEDENTES

Estrenada en México en el ya lejano 2019, y con una pandemia mediante, La Mami llega al fin a España este 5 de marzo, tras ser nominada a mejor montaje y mejor documental en los Premios Gaudí. Su directora, la toledana Laura Herrero Garvín, retoma el cine documental de temática social (especialmente centrado en las desigualdades y en la situación de las mujeres en México) tras haberlo abordado en trabajos anteriores como El remolino o ¿Me vas a gritar?

Así, tras una carrera (y una vida) entre España y México, dedicada en exclusiva al documental y al cortometraje documental, Laura Herrero Garvín nos lleva hasta un bar, el Barba Azul, para que seamos testigos del día a día (y noche a noche) de un grupo de mujeres que esperan, a cambio de ser pareja de baile, algo de dinero que las ayude a ir resolviendo diferentes situaciones personales.

LA PELÍCULA

En este local de música en directo de Ciudad de México, un grupo de mujeres de entre treinta y cuarenta y cinco años se preparan y se maquillan frente al espejo mientras llegan los clientes: algo de conversación, unas copas, y un baile y, al fondo, como clavada siempre en la misma silla, La Mami. Doña Olga, una mujer de edad avanzada, veterana en tales labores, que acompaña a las chicas en ese pequeño espacio que hace las veces de camerino: reza, lo mantiene limpio y, sobre todo, sirve de apoyo para ellas.

En el cine, uno puede decir “el protagonista estuvo caminando un día por el desierto”, o puede mostrar cómo le afecta la situación a ese personaje. Es decir: se puede contar, para que el espectador más o menos se lo imagine, o se puede mostrar, para que el espectador sienta el agotamiento. Aquí ocurre lo segundo: las mujeres entran un día tras otro al Barba Azul, el mismo camerino, el mismo maquillaje, las mismas conversaciones intrascendentes, las mismas quejas, el mismo cliente que se quiere hacer el listo… Alrededor de la mitad del metraje son conversaciones entre Doña Olga y una de las chicas, mientras esta última se prepara para salir.

Se nos muestra levemente la relación con los clientes (vigila a ese que igual no lleva dinero encima, deja esa mano quieta…). De hecho, apenas vemos fiesta: los escasos minutos entre las mesas y en la pista de baile parecen de todo menos alegría, y uno se pregunta qué tipo de diversión encuentran allí los clientes. La importancia está en las chicas y, sobre todo, en sus problemas personales (como la viuda que necesita dinero para pagar la quimio de su hijo). Y, entre tanto, toda la dignidad posible: una joven entra a trabajar en el bar, y Doña Olga se lo deja muy claro: eh, aquí no somos putas.

Al final, entre cansancio y tambaleos por la bebida, las chicas se despiden. Mañana más.

LA SECUENCIA / EL MOMENTO

Dos mujeres se maquillan frente al espejo, mientras introducen casi por inercia algún tema importante en una conversación intrascendente: “tengo cuatro hijos, aunque eran cinco, a una me la mataron”. “Ay, lo siento mucho”, responde. Silencio. Cuánto dolor, y cuántas lágrimas y noches en vela ante algo así, y qué poco se puede decir al respecto, aunque hayan pasado años.

TE GUSTARÁ SI…

…si te gusta ver en la gran pantalla cómo se ha formado un espacio donde un grupo de mujeres en dificultades se apoyan entre ellas, de forma que puedan salir adelante o al menos estar más cerca de conseguirlo. Como ocurría, por poner un ejemplo reciente, en Estafadoras de Wall Street, pero lejísimos de ese lujo.

LO MEJOR

  • La relación de La Mami con las chicas. No es especialmente profunda, pero es lo que necesitan: se preocupa por ellas, por qué tal está el hijo de esta, qué tal el trabajo de aquella.
  • Intuir (y que no nos cuenten gran cosa) la historia de Doña Olga.

LO PEOR

  • Lo cerca que queda el agotamiento de lo que vemos de agotarnos a nosotros mismos.

Pablo Núñez Noriega

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Walter Murch tiene la teoría de que la felicidad es dedicarse a lo que te gustaba con diez años, y yo tengo un problema porque en mi caso no recuerdo con exactitud de qué se trataba. Mientras tanto, hablo por la radio y escribo en sitios. No confirmo que fuera lo que me gustaba con diez años pero tampoco lo descarto.