DRAGON BALL SUPER: BROLY
Dragon Ball Super: Broly aterriza próximamente en España tras haber arrasado, literalmente, con la taquilla de los cines nipones y estadounidenses. Cosechando una recaudación global que ya sobrepasa los 80 millones de dólares, la afamada franquicia regresa con un nuevo producto que promete marcar un punto de inflexión en el devenir de la misma. Dragon Ball Super: Broly es la vigésima producción cinematográfica de una franquicia que, tras 35 años de historia, cuenta en su haber con tonos tan claros como oscuros. Y resulta curioso como, la que posiblemente sea la mejor película de todas, se sustente en un personaje que el propio Akira Toriyama había olvidado por completo —recordemos que solo se encargó del diseño original del mismo—. Sea por puro fanservice —Broly es uno de los personajes más queridos por el público— o afán comercial, la inclusión del «Super Saiyan Legendario» dentro de una producción rompedora en lo técnico ejerce de guía para el nuevo rumbo de la serie de animación. Con un Toriyama totalmente involucrado a cargo del guion y el diseño de los personajes y Tatsuya Naganime (Dragon Ball Super, One Piece Film: Z) dispuesto a correr ciertos riesgos en la dirección, Dragon Ball Super: Broly es el largometraje más ambicioso y efectista de la franquicia.
La introducción de Dragon Ball Super: Broly es una ciertamente comedida, a la par que atrevida y coherente. La primera media hora de la producción se sirve de la quietud y la tranquilidad en sus tiempos para contextualizar y reimaginar. Retrotrae al espectador cuatro décadas atrás para conocer el origen del trío protagonista de la película, la caída de un imperio con la consiguiente (casi) extinción de una raza, y dota de ciertos matices a un Broly que, en esta ocasión, se aleja de la planitud de su anterior versión. La ascensión a tirano de un joven Freezer es la primera chispa que terminaría prendiéndolo todo. La codicia y el temor se apoderan de un Rey Vegeta que decide exiliar a un pequeño Broly debido a su enorme poder latente; lo que supondría una enorme amenaza para la ascensión al trono de su preciado hijo. El coronel Paragus, padre de Broly, comparte destierro junto a su vástago en un salvaje planeta desprovisto de recursos y de un futuro para ambos. Sin embargo, su arduo deseo de venganza le hará criar y educar a su hijo como un fiero animal, como una frívola máquina capaz de acatar cualquier orden. En definitiva, un arma dispuesta a apuntar al objetivo indicado en el momento preciso.
Mencionaba líneas atrás que esta primera parte es una fraguada desde cierta osadía. Una apuesta por una narración pausada, alejada de cualquier señal de combate y cuya cocción es a fuego lento. Pero también por ese intimismo que se puede atisbar, por ejemplo, en Bardock y Gine, padres de Goku. En cómo se exploran otra facetas de una raza conocida por su espíritu combativo, colonizador y poco emocional. Humanizar a un Bardock que decide brindarle un futuro a su hijo menor lejos de cualquier propósito de venganza. Una cápsula espacial cuyo destino es un planeta llamado Tierra y cuya trayectoria sirve de transición hasta el presente. Tiempos de relativo sosiego donde la búsqueda de las bolas de dragón es perpetrada por dos bandos y donde Paragus y Broly son rescatados de su interminable cautiverio por el ejército del omnipresente Freezer. Una situación que llevará a la confrontación entre los tres Saiyans.
Dragon Ball Super: Broly se preocupa por construir un «Super Saiyan Legendario» que, a pesar de la influencia de su padre, no carece de sentimientos y se siente mucho más vivo que la versión (no canónica) de Estalla el duelo (1993). Un personaje cuya construcción y rivalidad con el protagonista de Dragon Ball rozaba lo ridículo. Se ha apostado por un diseño similar al clásico para satisfacer a los más fans, pero en el plano introspectivo se ha ganado en profundidad. La narrativa de la producción se encarga de transmitirle esto al espectador durante el breve nudo de la misma, otorgándole un breve —pero más o menos efectivo— espacio para mostrarse. Eso sí, tampoco puede esperarse un excelso trabajo en su escritura. Al fin y al cabo esto es Dragon Ball y ya se debería saber qué se puede encontrar. Aun así, como digo, la labor que recae sobre el personaje es una digna de mencionar y destacar como uno de los apartados más positivos del filme.
El encuentro entre los «Guerreros Z» y Broly es el punto que precede el clímax de Dragon Ball Super: Broly. Un colofón de larga duración donde el equipo técnico del largometraje saca a relucir todo el músculo prometido. Y ahí es donde Dragon Ball Super: Broly despunta, donde es más Dragon Ball que nunca. Con algunas de las mejores escenas de acción de toda la franquicia, la producción de Tatsuya Naganime dedica especial énfasis a cada movimiento, transformación o habilidad. Cada golpe tiene su propio ritmo, su propio peso; el intercambio de los mismos se torna fluido y vertiginoso o pesado y tosco según conveniencia. Cuando se busca explosividad, la animación es explosiva. Cuando se busca velocidad, la animación es vertiginosa. Cuando se busca minuciosidad, la animación es detallista. Las físicas del entorno responden con suma eficacia a los daños e impactos, todo fluye al unísono cuando la adrenalina se apodera de la dirección de la producción.
El cambio en los estilos de arte y animación fue uno de los aspectos más sonados desde que se anunciara el proyecto y, sin duda, no podría haberse tomado una mejor decisión. Naohiro Shintani y Kazuo Oruga son los máximos artífices de que arte y animación logren una simbiosis refinada, atractiva y espléndida. Un nuevo y depurado estilo visual que opta por un cromatismo de tonalidades pastel que dota a la producción de cierto aire old school, de vuelta a los orígenes. Y una animación que gana en plasticidad, sensación de movimiento y fluidez; sin sacrificar —demasiado— nivel de detalle. Un cóctel explosivo en lo visual que encuentra en el trabajo de composición musical de Norihito Sumitomo y de efectos de sonido de Mutsuhiro Nishimura el broche a una muy recomendada experiencia audiovisual.
Dragon Ball Super: Broly es un auténtico espectáculo en cuanto a animación y secuencias de combate se refiere. Un producto que insufla algo de aire fresco dentro de una ya longeva franquicia, y que muy probablemente marque el devenir de la misma. Tatsuya Naganime y su equipo logran un conjunto sólido en líneas generales, que se sostiene bajo un sistema clásico pero solvente, sin temor a fraguar un filme que se aleja de la acción más tiempo del que podría esperarse en primera instancia y que canoniza y otorga cierta dimensionalidad a uno de los personajes más planos, pero queridos, de la franquicia. Una producción cinematográfica que gustará a los seguidores de siempre y a los que estén por llegar.
LO MEJOR
- La introducción y la construcción del personaje de Broly.
- La ausencia de personajes secundarios y sucesos irrelevantes que entorpezcan el desarrollo.
- El estilo artístico y la animación. Dos grandes bazas que ofrecen una experiencia audiovisual única y delimitan el rumbo de la franquicia.
- La apuesta por la quietud en los tiempos y la extensión de su introducción.
LO PEOR
- Alguna irregularidad en cuanto animación se refiere, pero que no llega a palidecer el conjunto general.
- Una estrategia de promoción (proveniente de Japón) poco acertada, pecando de destripar piezas importantes de la producción.
Edu Allepuz
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