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Crítica de Listeners
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LISTENERS: UN ESTALLIDO EN MEDIO DEL SILENCIO

Mi relación con la música siempre ha sido complicada. Crecí con el jazz de mi padre, me aficioné a la música electrónica por imposición social durante mi estancia en el instituto y descubrí que el rock, pasando pronto al metal, era la única cura para la ansiedad que me atenazaba. Digo que es una relación complicada porque, sin quererlo ni entenderlo, me convertí en algo completamente dependiente de ello. Adoraba —adoro—, los riffs agresivos, las voces rasgadas y esos tiempos que ametrallaban todas mis preocupaciones. Pronto me volví devoto del estilo de Dave Mustaine, me enamoré del arte y pasión de Marty Friedman, la melódica agresividad de Alexi Laiho o —para desgracia de mi familia— el estilo de bandas como Motionless in White o Suicide Silence. Antes de darme cuenta, mi vida pivotaba sobre la música.

Han pasado años y aunque mis gustos siguen definidos por los mismo patrones, he aprendido a abrir numerosos horizontes, dejando inconscientemente un espacio para cada una de mis aficiones. El metal y sus variantes siguen siendo bálsamo contra la ansiedad y parte de mi día a día pero el jazz suele acompañar mis momentos de inspiración y mi biblioteca de bandas sonoras para la lectura es más grande de lo que a veces me gustaría reconocer. Es una relación incluso más complicada pero que considero indispensable, casi como si todo lo que gira a mi alrededor tuviese una innegable conexión con aquello que escucho. Me gusta saber que no soy el único, que hay quien se atreve a relacionar el estilo de Atsushi Ohkubo con Gorillaz e incluso quien, en una posición opuesta a la nuestra, se vale de este aparente fetiche para construir un mundo como el de Listeners.

A golpe de rock and roll

Y es que Listeners ha llegado para ocupar el espacio de anime original de la temporada con todas las letras de la palabra. En medio de la constante discusión entre la co-existencia del anime original y las adaptaciones, se presenta el nuevo trabajo de JIN como todo un estallido, sin preocuparse lo más mínimo por todo aquello que se presenta a su alrededor. El nuevo trabajo del creador de Kagerou Daze y su adaptación, Mekaku City Actors es, precisamente, la máxima definición de ese rasgueo que protagoniza el inicio de una pieza de rock. Una obra diferente que, para más inri, nos llega de manos de Studio MAPPA y con la presencia de Dai Sato (que se encarga de entintar la obra de la mística de Eureka Seven) en el guion. Una combinación explosiva para una serie preparada para sonar en lo más alto de esta temporada de primavera.

Su idea no deja de ser una suerte de “fantasía musical”. En un mundo donde la música ha cesado de existir, unas gigantes y extrañas criaturas conocidas como earless campan a su anchas, siendo combatidas por players, personas excepcionales (con una entrada de jack en su cintura) que combaten utilizando el poder del rock and roll para desterrar a las citadas criaturas. Una combinación extremadamente curiosa que se presenta como la punta del iceberg de una composición completamente enfocada en el uso y el tributo a la música. Más concretamente, a la historia del rock.

Así nos pone en la piel de Echo, un joven repleto de ambiciones a las que se resigna mientras trabaja recogiendo basura en la ciudad de Liverchester, antaño arrasada por un extraño suceso. Es así como el chico conoce a Mu (μ), una player que sufre de amnesia y que, por algún motivo, parece tener una increíble capacidad para atraer a los problemas. Partimos de una base especialmente simple, con personajes arquetípicos y ambiciones tan planas como las que presentan la tensión de la obra. Él, ardiente por vivir una vida de aventuras con la que lleva años soñando y ella, la llave de esta ambición, en necesidad de encontrarse con su pasado y recuperar el control de su vida.

Con este cóctel no queda otra que lanzarnos a una obra que parte de conceptos tan familiares como originales, con el inicio de una aventura que despunta con el despertar de los poderes de Mu, gracias al trabajo de Echo como ingeniero amateur, fabricando el equipment (amplificadores que toman la forma de mechas al ser usados por los players) con el que se abre ese inevitable camino al que se dirigen los protagonistas. Es, en general, una muestra definitivamente tradicional, con un marcado sabor añejo que no disgusta, sino que se encaja a la perfección en el enfoque clásico que parece querer dirigirse la obra. Toda una oda al rock y las sensaciones que evoca.

Haciendo de la música un (nuevo) arte

Y es que, Listeners se entiende más que como el producto de la aventura de Echo y Mu, como el tributo de JIN a la música a través de una obra que destila referencias en absolutamente todo lo que toca. Sus capítulos son todo un tributo a bandas de rock —Live forever, de Oasis, Halber Mensch, de Einstürzende Neubauten o You Made Me Realise, de My Bloody Valentine, apuntando a Nirvana con el que será su cuarta entrega—, no solo en sus títulos, sino también incluso en las fichas que los representan, imitando el estilo de las carátulas de los álbumes. Bilin y Kevin Valentine, presentes en su tercer episodio, son avatares basados en Kevin Shields y Bilinda Butcher, de My Bloody Valentine, así como parecen serlo otros personajes notables de la serie.

Pero eso dista mucho de ser todo, porque la propia narrativa de la obra se apoya en letras de sus canciones para definir la relación de ambos personajes (ocurre algo similar en el segundo título, con las hermanas Neubauten) e incluso se puede apreciar la inscripción “MBV91” en el robot que acompaña a los personajes, como referencia al lanzamiento de Loveless, en el 91’. Un atrezzo que no solo sirve como tal, sino que enfatiza por completo la magnífica puesta en escena del propio JIN, que se encarga de dotar a su banda sonora de una mágica universalidad capaz de adaptarse a cada lugar y situación, dando vida propia a todos sus puntos.

¿Significa eso que la obra sacrifica su narrativa en favor de esta suerte de actuación musical? Para nada. Listeners es tan simple como efectiva. No rompe el molde pero se ajusta con estilo a las convicciones del género haciendo lo que mejor saber hacer: música. Por el momento, con tres capítulos a su espalda, la obra ha sabido retratar la complicada relación que surge entre sus protagonistas, interponiendo los primeros muros emocionales entre lo que son, en esencia, dos adolescentes perdidos en un mundo demasiado grande. Algo que la obra tiende a explorar trabajando en las relaciones interpersonales, tanto comparando al dúo protagonista con la formación de Kevin y Bilin como mostrando los temores del primero al combatir al lado de su mujer, sabiendo que ella ocupa la primera línea como player.

En definitiva, Listeners no deja de ser un complejo experimento que utiliza el concepto de anime original como bandera para esgrimir sus propias convicciones y que, ante todo, se convierte en un enorme tributo personal a las influencias de su autor. Una obra que camina sobre la cuerda floja, atendiendo antes a las referencias que a su propia estructura argumental. Sin duda, un punto peligroso que por el momento refuerza con el carisma del dúo protagonista y la profundidad de su relación. Aún es pronto para emitir un juicio seguro pero, más allá de su potencial puesta en escena musical, Listeners podría convertirse en una de las grandes sorpresas del año.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.