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DARWIN’S GAME: ¿QUÉ TE IMPULSA A JUGAR?

El verano del 2016 es uno que ha quedado grabado a fuego en mis memorias. No es por otra cosa que el estreno del aún vigente Pokémon GO. Un hito para la historia del videojuego que, extrañamente, cualquier persona con uso de razón y acceso a cualquier tipo de medios por aquél momento habrá olvidado. Pokémon GO, entre otras muchas cosas, supuso la unión entre lo digital y lo físico, trasladando el mundo ideado por Satoshi Tajiri al nuestro de una forma que hasta aquél momento no se había conseguido.

La idea del mundo digital en el real es una tan explotada que citar ejemplos parece incluso un hecho fuera de lugar. Nos encanta suponer que pasaría si ambos mundos se tocarán. Nos encanta teletransportar, momentáneamente, nuestra conciencia a un plano diferente. Sobre ello juega, no solo Pokémon GO, sino también el dúo FLIPFLOPs a través de Darwin’s Game. Una obra que, lejos de ser el éxito del momento a través de capturar criaturas digitales se convierte en un supuesto ficticio que no queda especialmente lejos de las pretensiones que ofrecen actualmente muchos títulos.

Un concepto familiar

«Mata o muere». Un concepto clásico, no solo del manga o el anime, sino de cualquier medio cultural. Porque, lejos de luchar contra las pretensiones, Darwin’s Game parece querer lanzarse de cabeza hacia ellas luchando por ser, no la obra que rompa con la norma, sino la que más destaque entre una enorme multitud que gusta de vestir igual. Un giro retorcido a la creciente llegada de la realidad aumentada que supone un nuevo battle royale que, pese a acogerse a lo clásico, intenta despuntar dejando su propia marca.

La idea, alejándose de otros como Mirai Nikki o Higashi no Eden, es una competición a vida o muerte a través de una aplicación de móvil: Darwin’s Game. Un supuesto juego capaz de alterar la realidad para ofrecer a cada uno de sus jugadores una habilidad especial —sigil— para que se enfrenten entre ellos. Para no alejarse mucho de las concepciones habituales del género, Kaname, su protagonista, acaba entrenando por el arte de la mala fortuna en el juego, viéndose envuelto en una nueva realidad donde un solo paso en falso puede suponer el fin de su vida.

¿Qué te impulsa a jugar?

Con todo, y pese a su escasa originalidad, parece que Darwin’s Game apunta a estructurar preguntas que van más un punto más allá de lo que representa su propio género en su recursiva comparación con el cine B. La idea general es una pregunta tan simple como el: ¿que te impulsa a jugar?

En el caso de Kaname está claro, el simple hecho de sobrevivir para ver el sol otro día más. Sin embargo, parece que la obra está dispuesta a incorporar otros factores para enriquecer su apartado narrativo con otras declinaciones de lo que supone su visión del battle royale. Sin ir más lejos, Shuka consigue alejarse del estereotipo de Yuno para escenificar la idea de una mujer fuerte que lucha por puro placer. Quizás por el simple hecho de poder ejercer la fuerza y la violencia sin necesidad de una justificación o el miedo a una represión moral y legal.

Por otro lado, la posibilidad de intercambiar puntos por dinero —y, por lo que se entiende, sumas especialmente considerables— también es un punto importante sobre el que pivotar para presentar personajes bien construidos que encuentren un objetivo en el hecho de matar a sangre fría. Además, la obra ya ha mostrado hasta el momento la inclusión de la yakuza, la mafia japonesa, que utiliza los poderes obtenidos durante el juego para eliminar a clanes rivales y extender su territorio.

Una discusión que, con los argumentos adecuados, puede suponer un importante punto para la obra y que, de hecho, ya aprovecha a través de la indecisión de Kaname por ser capaz de apretar el gatillo, suponiendo un ápice de humanidad por parte de sus creadores y, a su vez, un constante punto de presión para el desarrollo de la obra y la supervivencia de su protagonista.

Jugando con las leyes de la realidad

Incluso así, lo cierto es que Darwin’s Game cuenta con pequeños giros de tuerca capaces de fortalecer su propuesta. Su inspiración en los títulos de móvil japoneses y la estructura que ello conlleva le ofrece la posibilidad de renovarse constantemente, utilizando como excusa la presentación de nuevos poderes y la posibilidad de canjear los puntos por nuevas armas o posibilidades o incluso planteando eventos como el de la búsqueda de tesoros, que convierte el juego en un auténtico battle royale.

A todo ello debemos sumar la particularidad de la obra al centrarse en el realismo épico —ese género en el que, después de enfrentarnos a muerte con compañeros de clase, toca volver al instituto—, por lo que el worldbuilding forma parte esencial de su desarrollo. Uno confuso, que no tiene del todo claro si los participantes en el juego pueden interactuar con el resto del mundo o no y que tampoco consigue mostrar si el uso de sus teléfonos va más allá de escanear a sus oponentes y mostrar los datos del juego en todo momento.

Más allá del juego de la muerte

Y es que da la impresión de que Darwin’s Game tiende a la improvisación. Quizás como falta de coherencia argumental, quizás como mecánica propia para hacer de su juego uno aún más retorcido, donde los jugadores se encuentran por encima de cualquier ley pero no pueden abstenerse de acabar presos de la propia realidad. Pequeñas, pero importantes particularidades, que sus autores deberán resolver a lo largo de la obra para conseguir, o no, desmarcarse del resto de entregas que siguen la misma arquitectura.

Y es que, de nuevo, Darwin’s Game se mueve por un filo, siempre al borde del abismo. Su lucha por destacar entre un sinfín de obras clónicas se encuentra, no en su personalidad, sino en la inclusión de nuevas y, quizás, más modernas mecánicas. Sin embargo, el uso de los sigils, la gestión del misterio y su worldbuilding, así como la constante incógnita de qué impulsa a los jugadores a enfrentarse a un juego que puede suponer su muerte inmediata cede un espacio tan interesante como atractivo que podría dar lugar a un gran desarrollo.

Por el momento no podemos hacer más que esperar para saber si ocupará el espacio palomitero de la plantilla o si, por el contrario, establecerá un verdadero juego mental y ético del que tirar para construir un verdadero thriller. Por el momento su premiere no deja más que sentimientos encontrados que, pese a encontrarse tambaleando sobre la mesa, podrían ser la base de uno de los grandes estrenos de la temporada.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.