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CRÍTICA: ¡AVE, CÉSAR!

 

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Estábamos ansiosos por volver a ver en nuestros estrenos de cine el apellido de los hermanos más famosos en cuanto a dirección y creación de historias se trata en la actualidad. ETHAN y JOEL COEN vuelven cargados de dinamismo, homenaje y alguna que otra carcajada en su nuevo trabajo, ¡AVE, CÉSAR!, donde permiten dar la oportunidad de explayarse a un elenco archiconocido de actores y actrices. Desde A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS, hace ya tres años, perdimos la pista de estos dos hermanos, que han participado en algún que otro proyecto, pero ninguno con su inigualable sello personal. Ahora bien, después de visualizar la cinta que ha despertado una notoria expectación entre crítica y público, es difícil no encontrar el sello del que se hablaba anteriormente; sin embargo, hay algo que chirría, y es que el filme resulta un tanto exasperante debido a la carga de personajes y tramas que se entrelazan, pero sin preámbulos. Quizás escenifica el caos que supone el mundo de Hollywood.

 

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Por partes: ¡AVE, CÉSAR! (es necesario gritar cada vez que se dice el título) comienza con la trama de un alto cargo de producción de la industria cinematográfica americana, Eddie Mannix (JOSH BROLIN), en la cual su principal cometido es solucionar y tener controladas las vidas de las estrellas del estudio, algo que tendrá que compaginar con su vida familiar y personal. No obstante, sus intereses comunes pasan a un segundo (incluso tercer) plano, pues está metido de lleno en su profesión, donde deberá respaldar la maternidad de una actriz algo malhumorada, DeeAnna Moran (SCARLETT JOHANSSON), encasquetar a un actor en ciernes de wéstern (ALDEN EHRENREICH) que solamente sabe cantar y realizar acrobacias a caballo en un rodaje en estudio cerrado, dirigido por un sofisticado y estricto realizador europeo llamado Laurence Laurentz (interpretado por un genial RALPH FIENNES), así como lidiar con la rivalidad y competitividad de dos hermanas, columnistas culturales, que buscan cualquier dato para crear una noticia (ambos personajes los realiza TILDA SWINTON como solo ella sabe hacerlo). A todo ello se une la desaparición repentina del actor protagonista de la superproducción Hail, Caesar! (GEORGE CLOONEY), un secuestro que Mannix que deberá investigar y solucionar cuanto antes.

 

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¡AVE, CÉSAR! se ambienta en la época gloriosa del Hollywood de los 50, en el mayor florecimiento de los estudios de cine, justo antes de tener que vérselas con la crisis que supondrá el impulso de la televisión en la sociedad. Y es que queda bien reflejado el trato que se les daba a las estrellas por parte de la industria, quien se inmiscuía en sus vidas privadas, contratando incluso a profesionales para que solucionasen sus asuntos más personales y así cuidar su imagen pública durante el período de producción. Los actores y actrices eran el huevo de oro que permitían estar en la cresta de la ola a los directivos. De esta forma, aunque lo negasen los hermanos Coen en la rueda de prensa que ofrecieron en esta última edición de la Berlinale, ¡AVE, CÉSAR! se convierte en un homenaje al cine de mediados del siglo pasado, que daba un soplo de aire fresco a la situación vivida durante la Guerra Fría.

La cinta es un tejemaneje de gags, los cuales otorgan a cada estrella un momento estelar en pantalla. Bien cabe destacar la escena en la que CHANNING TATUM, disfrazado de marinero algo amanerado, realiza un número musical, dejando clara su maestría en el baile (esta vez, lo hace vestido). Este punto resulta muy divertido y conseguido, lo que conlleva el hecho de reivindicar que ya es hora de que se vuelva a potenciar el cine musical en América. La película ofrece bastantes momentos surrealistas y absurdos en los que CLOONEY hace uno de sus papeles estelares de su carrera como bufón de la cinta o el combate lingüístico entre FIENNES y EHRENREICH, donde el principal chascarrillo recae en la correcta pronunciación y diferencia entre Laurence y Laurentz. Una fumadora FRANCES McDORMAND, que tendrá un momento desternillante debido a la mala jugada que le hace pasar su pañuelo anudado al cuello, y un breve y serio JONAH HILL completan el reparto principal, aunque serán muchos más los rostros conocidos que el espectador va a ir descubriendo.

 

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Un aspecto que debemos destacar es la existente protesta y defensa que se hace al trabajo que elaboran los guionistas, demandando la importancia de su papel en la realización de películas. Estos tienen que ver cómo otros se llevan la gloria, aunque este gremio tampoco se libra de la mofa en el filme, ya que se les tilda de comunistas. Y es que el homenaje a estos escritores lo llevan a cabo los hermanos Coen, quienes, encargados del guion, crean unos diálogos tan elaborados y frenéticos que incluso dejan al espectador con la boca seca. El problema, como se comentaba al inicio, es el unificar todo el batiburrillo de actores, escenas y gags con la trama, algo que realmente consiguen dada la dificultad; sin embargo, debido a algún que otro altibajo, el filme no logra encontrar un clímax certero y puntual. Aun así, ¡AVE, CÉSAR! no se convierte en una comedia del montón, pues hay múltiples aspectos que deben ser tomados en cuenta.

 

 

LO MEJOR:

  • Los HERMANOS COEN demuestran, una vez más, la destreza que tienen a la hora de desenvolverse con cualquier género cinematográfico.
  • La apuesta por poner al frente de la película tantas caras conocidas con experiencia en la interpretación permite que el espectador disfrute de momentos sublimes como las escenas que realizan CHANNING TATUM, RALPH FIENNES o SCARLETT JOHANSSON, esta última junto a las nadadoras de natación sincronizada.
  • El homenaje y la estética que produce su visionado hace que echemos la vista atrás y recordemos muchas cintas que fueron rodadas en los años 50, unificando los géneros más demandados en aquella época como el cine épico, el musical y el wéstern con la comedia absurda actual.

LO PEOR:

  • La poca profundización a la hora de establecer un tema en concreto provoca que no se llegue a disfrutar plenamente de la película, pues no existe un punto culmen que conduzca al clímax argumental.

 

 

Josué Castellano

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