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CRÍTICA: AMAR, BEBER Y CANTAR

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– ¿Por qué no has venido al teatro?

– Prefiero el cine.

Este diálogo, incluido en el guión de AMAR, BEBER Y CANTAR, se presenta a modo de sarcástico juego de palabras teniendo en cuenta el marcadísimo carácter teatral de la película. El director francés ALAIN RESNAIS, fallecido en 2014 (la distribución en España va tan lenta que convertimos en obras póstumas hasta las que se estrenaron con el creador de cuerpo presente), presentó a sus noventa y un años su despedida del cine adaptando la obra de ALAN AYCKBOURN.

Amar, beber y cantar

Si el cine dentro del cine ha sido un recurso narrativo muy recurrente en la historia del celuloide, en esta ocasión RESNAIS se abastece de elementos teatrales para contar la preparación de una obra de teatro amateur en la que los actores son un grupo de amigos de mediana edad. Entre ellos se encuentra George, el protagonista de la película del que, sin embargo, sólo tenemos información a través del resto de personajes.

George tiene una enfermedad terminal y sus amigos sienten que deben honrarle y complacerle. Además de todo esto, su próximo fallecimiento hace que la imagen que proyecta a los demás se desvirtúe, como nos pasa aquí cuando muere alguien y, de repente, los 45 millones de españoles éramos sus fans. De tanto hablar de él sin que le veamos, nos hemos imaginado a George como a MARLON BRANDO.

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Siendo las adaptaciones de teatro una constante en la filmografía del francés (HIROSHIMA, MON AMOUR), ésta es sin duda la apuesta más próxima a la dramaturgia, rodada con total ausencia de exteriores, en decorados teatrales (cortinas de fondo incluidas) y con abundantes planos fijos y generales. La historia transcurre desde la primavera, época en la que comienzan los ensayos para la obra, y el otoño, cuando es representada. El uso de la luz es fundamental para reflejar las distintas épocas del año y horas del día en unos decorados planos y casi bidimensionales. Cada cambio de escena (los decorados son las tres casas de las tres parejas protagonistas) viene acompañado por una transición en plano subjetivo de un viaje en coche de una casa a otra o un dibujo de la propia vivienda. Esto, unido a un inicio que nos recuerda a un Google Maps vintage tanto en modo mapa como en street view, le impide a la película generar algo de dinamismo entre unas secuencias ya de por sí muy estáticas.

Si bien los intérpretes están en estado de gracia (sobre todo SABINE AZÉMA y CAROLINE SILHOL), los diálogos, pretendidamente cómicos, carecen en ocasiones de cierta chispa y la sonrisa que provocan nunca se transforma en carcajada. La dirección de actores es igualmente más propia de la escena que cinematográfica, destacando el histrionismo y la voz proyectada sobre lo minimalista de la propuesta. Nuestros ojos y oídos no están acostumbrados a enfrentarse a este tipo de interpretaciones en una sala de cine, por lo que el primer acto de la película es, a su vez, un período de adaptación del espectador al código y lenguaje que nos propone Resnais.

LO MEJOR:

  • Las interpretaciones.
  • El topo, sea lo que sea que el topo haga por allí.

LO PEOR:

  • En algunos momentos la película se hace aburrida.
  • El uso de recursos un tanto desfasados, que no ayuda a generar ritmo tras algunas largas escenas.

 

 

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.