CAZAFANTASMAS
Lo inevitable, al final, siempre parece encontrar la manera de llegar a nosotros. Y, como suele ocurrir, una vez encuentra un hueco, aquello que bien terminó y que no tendría que volver regresa para provocar más espanto del esperado. Y es que cazar fantasmas parecía haber pasado de moda en el mismo momento en que Bill Murray se quitaba de encima al doctor Venkman y los ochenta quedaban atrás para dar paso a la leyenda, al término «ochentero» y al sueño de que, en algún momento, lo que se provocó la primera vez podría volver a repetirse. No. Esto no pasa.
Cazafantasmas es una tercera entrega que parece más bien una burla de lo que fue el producto principal. En un sentido práctico y general, dedicar esfuerzos y millonadas a fabricar una secuela no es, ni de lejos, garantía de acercamiento al éxito de una primera entrega. Bien, imagínense una tercera parte, casi treinta años después. La dignidad prácticamente se desvanece en un guion tan pobre como pobres son los efectos especiales.
El espectador quizá no se merecía un regreso fantasmal así. Y olvídense de absurdas y ridículas razones que desprestigian la maravilla que es el séptimo arte. Si Cazafantasmas no funciona no tiene absolutamente nada que ver con el género de quienes se enfundan en el mono de trabajo. Olvídense, por favor, de esta enorme estupidez. El tropiezo más grande se encuentra en unas líneas de guion que no hacen sino minar el interés y obligar a apartar la vista pasados treinta minutos de proyección.
La defensa de tan descabellado guion sí es altamente destacable. Colocar a Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Leslie Jones y la brutal Kate McKinnon ante semejante reto las hace más heroínas de lo que la propia película pretende. Sí son divertidas, sí son graciosas, sí se convierten en lo mejor que Cazafantasmas tiene para dar al espectador. El resto, en general, resulta incoherente.
Cierto es que la coherencia no debe ser la característica fundamental de un largometraje que en su día de convirtió en película de culto. Pero la innovación se les ha debido caer por el camino en el mismo momento en el que el homenaje se convirtió en refrito de lo ya visto. Traer semejante historia al futuro que nos ocupa no tendría por qué ser el error en el que, finalmente, ha terminado por convertirse. Sí, hay algún momento divertido (que, sobre todo, viene de la mano de Chris Hemsworth). ¿Significa eso que se convierta en una película merecedora de halagos? Rotundamente, no.
Hay evidencias que no se pueden negar. Cazafantasmas es una película dinámica y más enérgica, y provoca aquello que la mayoría de las películas buscan: entretenimiento. Pero no el suficiente como para pasar a la historia de las dignas sucesoras de auténticos bombazos eternos como fue el largometraje original, aquel que abrió la puerta al gusto por la ciencia paranormal de la forma mas bizarra posible.
Buscar en Cazafantasmas más de lo que puede ofrecer es un salto al vacío del aburrimiento y de la necesidad de mirar cada dos por tres el reloj. Ellas son maravillosas; dejen atrás ese empeño en creer que las cuatro protagonistas son las que convierten a esta película en un error. Ni de lejos son ellas las culpables. El planteamiento descabellado y un guion a ratos ridículo hacen de este experimento una cinta con más contras que pros. Bill Murray no lo merecía.
LO MEJOR:
- Las cuatro protagonistas. Maravillosas sin excepción.
- Chris Hemsworth es un secundario más digno que cualquier fantasma.
LO PEOR:
- El guion.
- Lo que se utiliza en Cazafantasmas casi no se podría calificar de efectos especiales.
- Hace un flaco favor al recuerdo que conservábamos de Los Cafazantamas.
Sheyla López