BELLA Y PERDIDA
Hay ocasiones en las que el título de una película no da muchas pistas de lo que va a contar, pero hay otras en las que, literalmente, la describe bastante bien, aunque hasta que no la ves no eres consciente. Pues esto es lo que pasa con el último trabajo de Pietro Marcello, todo un experto en mostrar Italia más allá de lo que ves, como demostró en Il passaggio della línea, Il silenzio di Pelesjan o La bocca del lupo. Bella y perdida, su tercer largometraje (o Bella e perduta en italiano) es como se siente uno cuando ve esta cinta, que fue muy aplaudida en la 68.ª edición Festival Internacional de Cine de Locarno. Su título es un homenaje a Nabucco, la popular tragedia lírica compuesta por Giuseppe Verdi, un himno de reivindicación de una Italia dominada: Oh, mia patria si bella e perduta!
Bella y perdida es un drama surrealista que se centra en la situación de un sirviente, Pulcinella, que se embarca en un viaje que le lleva desde el monte Vesubio a la actual Campania, situada en la región sur de Italia, para cumplir el último deseo del pastor ya fallecido Tommaso Cestrone. Este deseo será el de poner a salvo a un joven búfalo llamado Sarchiapone.
Pietro se basa en un libro del escritor y periodista Guido Piovene y cuenta con la colaboración de Maurizio Braucci (Pasolini, Calabria, mafia del sur, Gomorra) en el guion. La historia, en tono de fábula fantástica y surrealista que mezcla cine en su vertiente más poética con la denuncia política, aborda la realidad social de este trozo del sur de Italia. Partiendo de un análisis de situación, la cinta recoge la aparición del grupo delincuente italiano conocido como camorra y su intento por borrar belleza de esta zona italiana, degradándola con saqueos como el del Palacio borbónico de Carditello. Y todo esto a través de la visión de un animal (un búfalo) que va narrando el final de la etapa de su vida, y que forzará al espectador a desplegar toda su atención para descifrar el mundo complejo y lleno de simbología en el que Pietro se sumerge.
Las referencias, muy filosóficas y con ausencia directa de silogismos (los personajes o la máscara de Pulcinella que muestra la ignorancia), obligan a no bajar la guardia, resultando muy complicada su lectura para todos aquellos que desconozcan la cultura e historia italianas.
A través de los personajes humanos y del búfalo, y de las experiencias de estos (inspiradas en historias con las que Pietro Marcello se documentó), se da forma a un largometraje a caballo entre la realidad y la ficción, queriendo así ilustrar la política napolitana del momento que camina entre la astucia y la estupidez, lo bueno y lo malo, lo vivo y lo muerto… Estos conceptos se plasman en Pulcinella, el hombre de la máscara que se encuentra entre el mundo de los vivos y los muertos. Pulcinella es como un ángel caído del cielo que pretende resurgir el sentido de la naturaleza en los hombres: su importancia, su cuidado, su libertad, su huida de la ignorancia. Estos aspectos trascendentales van apareciendo a lo largo de los 87 minutos de metraje. Tommaso Cestrone, que se interpreta a sí mismo, y cuya muerte durante el rodaje supuso un varapalo para el equipo y para la propia cinta, es un pastor que resguarda y lucha por cuidar el Palacio Real de Carditello, al sur de Italia. Un personaje que da el toque de realidad al filme, que vive por y para esa propiedad, por y para los animales y la naturaleza que le rodean, los cuales sentía como a su vida, ya que en numerosas ocasiones trató de llamar la atención del Estado para recuperar arquitectónicamente ese inmueble tan preciado. Este largometraje es como un homenaje a él, a su lucha; es un recuerdo para el conocido como «el ángel de Carditello».
Otro de los personajes relevantes es el animal, Sarchiapone, la cría de búfalo, interpretado por la intensa voz de Elio Germano (Alaska, L’ami (François d’Assise et ses frères). Este es un mediador entre la naturaleza y el hombre que va narrando, a través de su potente voz, sus sentimientos y lo que le va sucediendo a lo largo de la trama. De este nos quedamos con las siguientes frases: «En un mundo que niega que tenemos alma, ser un búfalo es un arte». «Cantar la vida es lo que importa». Porque este personaje animal está orgulloso de ser el ser vivo que es y expresa sus anhelos, lo que a él le hubiese gustado: que el ser humano tuviera alas para volar y abandonar la Tierra para así dejar libertad y nada de sufrimiento al mundo animal. Pero nadie lo escucha, nadie lo entiende (en un principio Pulcinella).
Es en la segunda parte de la cinta donde se ve más el viaje del hombre y el animal. En esta marcha el espectador podrá disfrutar de la belleza del norte italiano. Pero hay un problema: en su final no solo parecen haberse perdido (trascendentalmente hablando) los personajes, sino que, además, aquel que vea esta historia sentirá algo parecido, porque Marcello se perdió a mitad de camino y en cierta manera difuminó el mensaje. Quizá un aspecto que conviene tener claro para enfrentarse a esta película.La fotografía, obra de Salvatore Landi y del propio Marcello, es visualmente bella, tal y como anticipábamos al principio con su título. Sus planos, una mezcla de imágenes de archivo e imágenes recién rodadas (bellos paisajes de Campania), invitan a la reflexión, acompañados por la música de Marco Messina y una profunda voz en off que ofrece el punto de vista de Sarchiapone de modo poético.
Una postal melancólica con sonido, interactiva, bella (muy bella). Tan bella que su belleza es igual que su grado de pérdida, a nuestro pesar. Pero una cosa sí nos queda clara: siempre, pase lo que pase, querremos que haya un Tommaso, un Pulcinella y un Sarchiapone en nuestra vida que traten de remediar una situación dolorosa, sea cual sea.
LO MEJOR:
- Su valentía.
- Su invitación a la reflexión.
- La fotografía.
LO PEOR:
- Su mensaje puede resultar confuso para más de uno.
- Que alguno no tenga claro la película que va a ver.
María Páez