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BURIED
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BURIED. EL CINE BAJO LA ARENA

‘Quería rodar Indiana Jones en una caja’

Así hablaba Rodrigo Cortés de su película Buried (Enterrado) hace diez años durante su presentación en el festival de Sundance. En la cual introdujo al actor canadiense Ryan Reynolds en un ataúd durante 90 minutos. La película, contra todo pronóstico fue un rotundo éxito llevándolo a obtener hasta diez nominaciones a los Goya, de los que ganó tres, entre otros galardones.

El estreno de Buried se hizo eco entre el gran público que acudía a las salas masivamente movido, no tanto por su devoción hacia el cine español, sino más bien por un espíritu de curiosidad. ¿Cómo iba a conseguir el director mantenernos entretenidos durante hora y media? ¿Era cierto que no se salía de la caja?

A día de hoy Rodrigo Cortés goza de fama nacional e internacional, no sólo por ser el responsable de exitosas películas con actores de reconocido prestigio como Luces Rojas o Blackwood. Si no por ser el autor de multitud de libros y ensayos, y tener voz en podcasts de reconocida importancia como Todopoderosos o Aquí hay dragones aportando siempre su punto de vista cinéfilo y antropológico.

Echemos un vistazo al proceso de creación y rodaje de Buried y como Rodrigo Cortés y su equipo consiguieron marcar un hito dentro del cine español, dándole una vuelta de tuerca al género de aventuras en un espacio reducido.

POR QUÉ RODAR EN UN ATAÚD

Las webs de cine califican a Buried como thriller de supervivencia o sencillamente thriller. El director buscó separarse lo máximo posible del concepto de cine experimental, con una película que aparentemente tenía todas las papeletas para serlo. Rodrigo Cortés, como fan del cine de aventuras, atiende a una espectacularidad desde el minimalismo y la sobriedad del espacio.

Abundan las referencias al cine de Hitchcock, planos que recuerdan a sus obras y homenajes que resuenan incluso en sus carteles promocionales. De hecho, se han hecho muchas comparaciones argumentando que si Hitchcock siguiera vivo habría dirigido esta película de este modo, que resulta algo inédito. Sin embargo, otros directores ya rodaron dentro de cajas bajo tierra, tales como Tarantino en la famosa escena de Kill Bill Vol. 2 (2004) o en el capítulo de CSI: Grave Danger (2005), en el que el uno de los personajes se encuentra encerrado en un ataúd transparente varios metros bajo tierra sin posibilidad de escapar.

Entonces damos por hecho que la dificultad y la virtud del film (por mucho que la promoción de la película se empeñase) no residía en rodar dentro de un ataúd (que ya de por sí, no es tarea fácil), si no en conseguir que la película se sostuviese durante 90 minutos sin salir de él. Es el enorme logro de una dirección estudiada al milímetro. En palabras del director: resulta ilógico la salida al exterior si lo que buscamos es crear un clima de claustrofobia y realismo. Aun así, siempre se trató de una dirección sin restricciones, rodada como si el limitante de la caja no existiera, y siempre fue concebida como una experiencia física. Una película que gana interés cuando dejamos de preguntarnos el porqué estamos en ese lugar, y empezamos a cuestionarnos hacia donde nos dirigimos y si existe alternativa posible al final.

UN GUION SOBRE ESTAR ENTERRADO

El guion, a cargo de Chris Sparling, ya se encontraba dando vueltas por Hollywood, calificado de irrealizable, cuando cayó en manos de Rodrigo Cortés. Parte de la premisa de ‘enterrado vivo’ con una profunda reducción en los recursos. Se reduce casting, localizaciones, etc. y se consigue trabajar con muy pocos elementos.

Por una parte, el guionista aborda la problemática durante la guerra de Irak, en la que contratistas americanos eran secuestrados o desaparecidos y como las empresas aseguradoras se lavaban las manos. Narrar como en un momento de necesidad, ayudar a otro supone un problema sobre el que nadie quiere responsabilizarse. Se establece una lectura más social y crítica. Por otro lado, la película narra la carrera de un hombre contra la muerte. Un reloj invisible que marca el ritmo y obliga a la película a reinventarse en cada momento. Cada minuto asfixia al protagonista. Existen momentos de desesperación, de reflexión y de aceptación. Se trata de un viaje emocional que nos proporciona una lectura más antropológica e intimista.

La decisión primordial, como comentamos, reside en no salir del ataúd, y precisamente estas limitaciones de guion consiguen que la película sea mas grande de lo que podría ser si se dejara respirar al espectador. Se renuncia a elementos típicos como montajes en paralelo con el exterior o flashbacks. La acción transcurre en la caja y nada más.

FOTOGRAFÍA DE LA OSCURIDAD

Se parte de un supuesto fundamental, dentro de estas limitaciones autoimpuestas que conforman la narrativa del film. En el cine, tradicionalmente existe el convencionalismo de que cuando existe una especie de semipenumbra nocturna se asume que el personaje no ve, aunque nosotros sí. En Buried, si el protagonista no puede ver, la pantalla permanecerá en negro.

El director de fotografía Eduard Grau elabora una propuesta realista. Pues prácticamente la totalidad de las luces de la película son diegéticas y el 60% no se encuentran reforzadas. De hecho, los refuerzos lumínicos siempre venían recreados aumentando el número de elementos de la misma naturaleza. Es decir, si la caja se iluminaba con un encendedor y necesitaba refuerzo se utilizaban otros dos o tres encendedores de la misma clase fuera de plano.

Otros elementos que aparecen en la película, que conforman la iluminación, además del mechero zippo son la pantalla del móvil, el glow stick o la linterna. Todos se encontraba alterados con luces LED o reforzados cuidadosamente para obtener la cantidad y calidad de luz precisa en cada toma. Cada fuente de luz se encuentra justificada. No se utilizó ni un solo aparato de luces en todo el rodaje. Por lo tanto, se juega con una iluminación al límite, que fuerza el negativo, y se encuentra siempre al borde de la oscuridad total.

La multiplicidad en el tipo de iluminación hace que la película evolucione visualmente, y marque el recorrido, siendo el espectador capaz de ubicarse en puntos concretos a lo largo del metraje sin dificultad.

Respecto a la cámara la película comienza con planos fijos, con cortes bruscos a 90 grados. Esta rígida entrada busca ser fiel a la situación de angustia y crudeza para introducir la idea de aislamiento. Después, la cámara comienza a fluir poco a poco con movimientos que favorecen la evolución de la psicología del personaje. Hacia la parte final los movimientos de cámara rompen todas las barreras: desde una cámara al hombro exageradamente sacudida a travellings salvajes de plano general hasta primer plano. Encontramos un recorrido de angustia, con parones en momentos clave, pero que obedecen a una situación de desesperación que va in crescendo.

En ocasiones se recurre a perspectivas hitchcockianas o planos imposibles, desde fuera del ataúd sin perder de vista al personaje, como si la cámara se situara en la arena. No es una película estática como podría parecer, se busca una espectacularidad y no pestañea a la hora de utilizar movimientos de dolly o grúa aunque el espacio sea reducido.

Planos dinámicos que conforman una fotografía que resulta un alarde técnico si se tiene en cuenta que el set de rodaje es una caja de madera de poco mas de dos metros de largo por menos de medio metro de alto. La complejidad visual y la evolución de los planos, además de resultar tremendamente atractiva, constituye, como la iluminación, un elemento narrativo que articula el ritmo de la historia

LO QUE SE CONSTRUYE BAJO TIERRA

La película es un film en tiempo real, aquellas en los que el tiempo de metraje equivale al tiempo de la acción. Acompañamos al protagonista, Paul Conroy, durante 90 minutos en su infierno personal. El exhaustivo control del tiempo en Buried es un principio indispensable.

El rodaje duró tan solo 17 días, rodando una media de 25 o 30 planos por jornada. Y se estableció de manera cronológica, algo poco usual, pero positivo. Por un lado facilita la interpretación del actor, que es capaz de construir el papel al momento en una progresión lógica, y por otra parte se rueda pensando en el montaje, y filmando lo estrictamente necesario. A la hora de montar una película de este tipo debe existir una coreografía de gestos y posiciones perfecta, pues no es posible cubrirse con otros planos que no sean del personaje. Al sólo existir un actor, los cortes deben funcionar y estar calculados. Los insertos posibles son la madera del ataúd, un recurso que se agota pronto y cae en el riesgo de aburrir.

Para el rodaje, el departamento de arte liderado por María de la Cámara llevó a cabo la construcción de hasta siete ataúdes para rodar diferentes planos: Un ataúd principal reforzado, prácticamente hermético, que el actor pudiera golpear libremente. Un ataúd 360 con paredes extraíbles para hacer giros en torno a él. El túnel (un ataúd más largo), la pared (un ataúd mucho más alto), un ataúd giratorio, otro dividido en dos mitades y un último a escala reducida, para forzar trucos de perspectiva.

La dirección de arte también es la encargada de contribuir a la experiencia táctil y sensorial del film, orientando las texturas en torno a la madera, la arena y la sangre.

PAUL CONROY SE DEJA LA PIEL

El equipo solo disponía de la presencia del actor Ryan Reynolds durante 17 días, tras los que debía volver a Estados Unidos para el rodaje de Linterna Verde (2011, Martin Campbell) Hecho que intensificó las jornadas de rodaje para condensar el plan lo máximo posible.

En Buried, la interpretación merece una mención especial, pues el actor aguanta la tensión durante la hora y media de metraje él solo. Al contar con un único intérprete, se cuidan mucho las ocasiones en las que Paul Conroy contacta con el exterior y oímos una voz más allá de la suya. Estas secuencias fueron rodadas con una única voz que Reynolds podía escuchar y a la que interpelaba, y luego fue doblada en estudio por los actores seleccionados para el corte final.

La entrega de Ryan Reynolds a la película fue tal que terminó el rodaje con la espalda sangrando a razón de las rozaduras con la arena, y las yemas de los dedos chamuscadas por la llama del encendedor

EL SONIDO DE LA ARENA

La música de Buried propuesta por Víctor Reyes con la primera nota musical pone en tensión al espectador. La banda sonora colabora en la evolución de la trama volviéndose más épica, con un crecimiento similar al de un thriller al uso. El comienzo es prácticamente una percusión primitiva, que se va convirtiendo en una pulsión sonora, con la incursión de cantos árabes que nos hacen localizar nuestra caja geográficamente.

En los momentos de máxima tensión el silencio se mantiene, la música desaparece y los efectos sonoros cobran volumen generando el suspense. Los efectos de sonido hacen tangible el ataúd. De nuevo encontramos la reinvención constante que construye la película, también en cuanto a recursos sonoros.

UNA APUESTA ARRIESGADA

En 2010, Buried era de esas películas en las tras su pase en cines, la gente exclamaba: no parece española. Y es que se había ya jugueteado con la idea del ataúd, e incluso se habían desarrollado producciones en nuestro país con el concepto de ‘atrapado en una caja’ (La cabina, 1972, Antonio Mercero). Pero nunca se había apostado, por rodar una película íntegramente sin salir de ella. Era algo inédito a nivel internacional, y por supuesto nunca se había visto en producciones españolas.

Buried, en alma, es una película que parte de la sencillez de un guion muy acotado, para crear una experiencia sensorial épica. Sin embargo, se intenta despegar lo máximo posible de los recursos del cine experimental, acercándose a ‘convencionalismos’ propios del cine de aventuras (en la medida en la que se lo puede permitir), y encontramos un miedo irrevocable a no aburrir. La problemática de grabar dentro de una caja ‘como si no estuvieras dentro de una caja’ es que algunos podrían decir que se ha perdido la sensación de claustrofobia. Pues durante todo el metraje no hay momentos de vacío, durante cada uno de los 90 minutos siempre algo está ocurriendo.

No obstante, nadie diría que el resultado de Buried no es plenamente satisfactorio. Es una apuesta arriesgada e íntegra, que logra su objetivo. Una pieza inolvidable dentro del cine español de los últimos años, que consagró a Rodrigo Cortés como un personaje destacado dentro del panorama español despuntando no solo como director, sino como escritor, ensayista, tertuliano y cinéfilo. Algunos le debemos una profunda admiración.

Pablo Sánchez

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