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BIBLIOTECA: MINDHUNTER. CAZADOR DE MENTES

“Los asesinos en serie juegan a un juego muy peligroso. Cuanto más entendamos cómo juegan, más podremos jugar nuestras cartas contra ellos”.

John Douglas, Mindhunter

La criminalidad viene copando desde tiempos inmemoriales libros, películas y series. Puede que sea porque lo prohibido y censurable en el comportamiento ajeno nos ha generado siempre tanto pavor y rechazo como curiosidad. Se han escrito incontables relatos y guiones sobre asesinatos y sus consiguientes investigaciones detectivescas o policiales, y este octubre llegaba a Netflix una novedosa aproximación al género: la excelente Mindhunter.

Gracias al tirón de la serie, Crítica ha editado en nuestro idioma el libro homónimo en el que se ha basado esta. Y esa es, precisamente, una de las claves de la ficción: fundamentarse en hechos y personajes reales. Os contamos cuánto de la serie encontraréis en el libro, y viceversa.

En la mente del asesino

Mindhunter fue escrito por John Douglas y por el ensayista Mark Olshaker en 1995. Douglas (personaje representado en la serie mediante Holden) es un ex agente del FBI pionero en la perfilación criminal, o lo que es lo mismo, en la elaboración de patrones conductuales basados en infractores conocidos, útiles para la detención de nuevos agresores. Esta técnica se fraguó a finales de la década de los setenta, gracias a la persistencia que mostraron Douglas, su compañero del FBI Bob Ressler y la doctora Ann Burgess (cuyo protagonismo aquí es meramente anecdótico, a diferencia de lo que ocurre en la serie) por entrevistarse con asesinos en serie que podían ayudar en el esclarecimiento de futuros casos.

Debemos tener en cuenta que Mindhunter recoge las memorias de John Douglas y, por lo tanto, son sus años de trabajo en el FBI y sus orígenes los que conocemos a través de este libro. En las páginas se intuye una persona muy sagaz y viva desde su infancia (él mismo reconoce haber utilizado su labia y su facilidad para hilar historias en su propio beneficio, aun cuando incurría en engaño), que acabó en el FBI, como podría haber acabado en cualquier otro oficio. Evidentemente, eso no quita, ni mucho menos, que sus capacidades deductivas hayan sido y sean de un valor inestimable en las Ciencias del Comportamiento. De hecho, Douglas ingresó en la agencia cuando la era Hoover aún daba sus últimos coletazos. En aquella época, la perfilación criminal parecía una quimera y un sinsentido por el que nadie apostaba ni remotamente, mientras que, irónicamente, la colaboración con mentalistas sí era una práctica habitual en la resolución de crímenes. Mindhunter retrata en sus primeros capítulos un interesante lienzo sobre lo que era el FBI en los años setenta, y cómo fue evolucionando. Además, está narrado con tal soltura que en más de una ocasión nos hemos tenido que recordar que no era una novela negra lo que teníamos entre manos.

El hombre de los más de ciento cincuenta casos al año

El estudio llevado a cabo por Douglas, Ressler y Burgess recopiló las entrevistas realizadas a 36 individuos y 118 víctimas. Si bien este es el eje sobre el que gira la serie, en el libro no es más que el punto de partida para que Douglas entre en materia concreta, salpicando los siguientes capítulos (a excepción del último) de una cantidad de casos apabullante. Por un lado están las entrevistas a Ed Kemper, Ted Bundy, Jerry Brudos, Charles Manson, Richard Speck, Monte Rissell y un largo etcétera. Y por otro, habla de su colaboración como asesor en casos sin resolver (más de 150 al año) en los que se nos plantea que sus deducciones-inducciones al más puro estilo Sherlock Holmes fueron cruciales.

Todo ello ocupa el núcleo duro del libro, el grueso de sus páginas, haciéndose en ocasiones denso no por su forma de escritura, sino por contener demasiada información para asimilar. Por su parte, cada capítulo engloba una serie de casos similares en máximas tales como «la víctima puede ser cualquiera» o «en no pocas ocasiones víctima y agresor tenían alguna relación de parentesco». La estructura es acertada, pero al mismo tiempo puede provocar que leer sobre tantos casos parecidos se haga repetitivo. Del mismo modo, por momentos da la sensación de que las deducciones de Douglas no solo se presumen infalibles, sino que además casi siempre se reducen a buscar el mismo tipo de sujeto: varón blanco, rondando la treintena, que sufrió abusos por parte de su madre en la infancia, inadaptado socialmente etc. Si bien esto es comprensible debido al limitado espectro de casuística analizada, puede inducir a pensar, erróneamente, que las cosas en la justicia criminal son en realidad mucho más simples de lo que aparentan.

A veces gana el dragón

El último capítulo (de mismo título que este epígrafe) vuelve a retomar esa sinceridad autobiográfica que nos atrapaba en sus primeras páginas. Aquí vemos al Douglas más realista, plenamente consciente de que a veces gana el malo, y que aunque lleguen a atraparlo, para entonces ya se habrá llevado una o varias vidas por delante. Asimismo, reconoce que la implicación en su trabajo le ha acarreado consecuencias en su vida familiar y en sus amistades.

Por último, no hay que olvidar que, además de dar conferencias y ayudar en casos, a Douglas también le ha quedado tiempo para asesorar a escritores, periodistas o directores de cine. Antes de que llegase la serie de Mindhunter, Thomas Harris ya inspiró uno de los personajes de El silencio de los corderos en él. Y precisamente a colación de esto, John Douglas se dio cuenta de que el conocer las cosas tal cual pasaron realmente echaba para atrás a mucha gente. Os aconsejamos que tengáis en cuenta esto último si estáis dudando entre leer el libro o no, pues a nuestro juicio, su lectura exige mucho más interés por la criminología y la psicología del que demanda el ver la serie.

Aitziber Polo

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Criminóloga con sueños de directora. Pisé el cine por primera vez a los dos años. Con siete vi cómo un cocodrilo gigante se zampaba una vaca entera de un bocado en Mandíbulas, y empecé a leer a Stephen King (y así me he quedado). Mi película perfecta tendría guión de los Coen, banda sonora de Zimmer + Horner y plotwist made in Shyamalan.