El Palomitrón

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La princesa prometida el palomitrón
BIBLIOTECA CINE

BIBLIOTECA: LA PRINCESA PROMETIDA, DE WILLIAM GOLDMAN

«Porque el matrimonio supone que se ha de amar, y el amor no es un pasatiempo en el que yo destaque. Lo intenté una vez y acabó mal, y he jurado que jamás amaría a otro».

Buttercup (Robin Wright) en La princesa prometida 

La princesa prometida, dirigida por Rob Reiner, es una de esas películas que se encuentran en la cultura popular referenciada, parodiada y homenajeada una y mil veces. Pero también es una de las grandes historias o uno de los primeros cuentos que recuerdan aquellos que fueron niños en los ochenta. Comparte con La historia interminable (otra de las grandes historias de la época) la fórmula de narrar una historia dentro de otra historia.

Un cuento con una princesa, espadachines, príncipes despiadados y mercenarios sedientos de venganza son algunos de los ingredientes superficiales de La princesa prometida, la novela que William Goldman escribió en 1973. Y decimos «superficiales» porque es la grandeza de cada personaje y su contribución a la historia lo que hace de esta novela (y de su adaptación) una obra tan memorable.

La edición de Ático de Libros

 

La princesa prometida Edicion Ático de Libros El Palomitrón

La edición publicada este año por la editorial Ático de Libros se presenta con una serie de detalles que le confieren unas gotas más de importancia a la historia que nos cuentan, porque todos esos detalles ayudan y condicionan nuestra opinión sobre el libro que tenemos entre manos. Las sobrecubiertas están decoradas con un mapa de Florin y Guilder, las dos ciudades entre las que trascurre la historia de La princesa prometida, incluyendo todos aquellos lugares mencionados en el libro.

Esta edición incluye dos prólogos, el del 25 aniversario y el del 30 aniversario, con una breve nota, a modo de spoiler alert, que nos aconseja que los leamos una vez hayamos terminado el libro. Además, el autor decidió añadir en las ediciones posteriores al estreno de la película un epílogo en el que habla de una posible segunda parte de la película, la cual adaptaría al cine Stephen King (Goldman adaptó Misery al cine y, al igual que cita a King en su novela, este cita a Goldman en It elogiándole como escritor y guionista).

Con todo, no hay que perder de vista que hablamos de un libro escrito por uno de los mejores guionistas de Hollywood (urgente que os hagáis con su fabuloso díptico de la industria Las aventuras de un guionista en Hollywood), aval de que vais a disfrutar mucho de la historia en papel. El propio William Goldman asumió la tarea de adaptarla para dejar en manos de Rob Reiner las labores de dirección.

 

La princesa prometida: un libro a la sombra de una película

La importancia de las reediciones de La princesa prometida es reconocerle el mérito de haberse convertido en un título de culto gracias a su adaptación a la gran pantalla. Ni es el primer caso ni será el último, y a pesar de que los años pesan bastante sobre la fotografía y efectos del largometraje, resulta complicado tanto para el espectador novel como al recurrente no rendirse ante la pureza de los personajes: la victoria de los seres buenos, aunque no perfectos; el triunfo del amor que, de haber visto la luz ahora, no habría pasado el filtro de lo políticamente correcto (recordemos la frase «de donde yo vengo, se castiga a las mujeres que mienten») y, sobre todo, el honor y la amistad, ambas representadas en los personajes de Íñigo Montoya (Mandy Patinkin) y Fezzik (André, el Gigante).

Unos jóvenes Robin Wright (Blade Runner 2049) y Cary Elwes (La reina de España), dirigidos por Rob Reiner (Cuenta conmigo), siguen haciendo que creamos en los cuentos y en las historias de amor y de amistad que encierran sus páginas o el metraje de su adaptación.

Tengamos la edad que tengamos, todos queremos desenvainar nuestra espada y decir:

Lorena Rodríguez

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Una tarde, con siete añitos, entré en el salón cuando mi madre veía El Padrino. La escena en cuestión era la del caballo y mi madre me gritó que no mirase, pero miré. Desde aquel entonces no pude dejar de mirar, de observar y soñar. Lo más cerquita que pude quedarme del cine fue haciéndome historiadora del arte. El cine es mi Tardis, un Delorean que me hace la vida real más fácil. Mi primera serie fue Urgencias, siempre fiel, a pesar de lo mal que la trató la tele. No sé decirle que no a una serie.