BIBLIOTECA: INFILTRADO EN EL KKKLAN
Cuando tenemos un historia con una premisa totalmente descabellada una bombilla se enciende en nuestra cabeza alertándonos de que es probable que ese contenido, por lo menos, nos despierte interés. El género policiaco tiene de por sí la virtud de generar intriga en sus tramas, pero si partimos de la premisa que parte Infiltrado en el KKKlan tenemos un dos por uno inigualable.
Ron Stallworth nos presenta a modo de novela breve la historia de cómo se infiltro en el Ku Klux Klan a finales de 1978. Hasta aquí todo podía recordarnos a nuestro nacional Antonio Salas y su Diario de un skin (Editorial Planeta, 2007), la incursión del periodista en el ambiente neonazi de finales del siglo pasado. La diferencia entre ambos radica en que Stallworth, de descendencia afroamericana, se infiltra en una de las celulas racistas más conocidas del mundo.
Capitán Swing, editorial que apuesta por lecturas críticas y formativas, nos presenta esta edición con la portada de la nueva película homónima de Spike Lee (Malcolm X), inspirada en la historia real de Stallworth. Traducida por Ernesto Estrella y Carlos Estrella, esta edición de bolsillo de 174 páginas nos adentra en la década de 1970 y en una historia que, aunque cueste creerlo, fue tan real como la vida misma. Esta edición además cuenta con una serie de fotografías reales de muchos de los hechos que narra su protagonistas, como el carnet de socio del Klan que abre este artículo.
De cómo un negro se río de los supremacistas blancos
Ron Stallworth fue un loco. En primer lugar, por contestar al anuncio que La Organización, como les gusta llamarse, puso en el periódico. En segundo lugar, por utilizar a su compañero Chuck (hombre blanco) como «el yo físico» mientras él era la personalidad y voz que había detrás del teléfono.
La historia inspira en el lector dos sentimientos: el primero, el de satisfacción. Satisfacción por saber que una célula homófoba, xenófoba y racista como fue (y es) el KKK es derrocada por un ciudadano que, según ellos, es inferior; el segundo, el de pavor. Pavor porque, a pesar de ser una historia ocurrida en 1970, leemos las palabras de Stallworth y nos recuerdan a la actual política del odio que prima en muchos lugares del mundo, principalmente en Estados Unidos.
Esta obra se erige como lectura obligatoria para aquellos que quieran entender por qué una historia aparentemente cómica es en realidad un relato necesario, que supuso una respuesta contestataria ante una filosofía represiva y tóxica. Gracias a varias incursiones del autor durante su investigación aprendemos también sobre movimientos como el Black Panther y sobre partidos políticos como el PLP (Partido Laborista Progresista) o el CAR (Comité Contra el Racismo). Aunque, está claro, lo que conocemos de primera mano es el KKK.
Aprendemos sobre su organización, sus prácticas y su fachada de cara al mundo. De cómo públicamente se erigen como anti-violencia mientras quieren alzar las armas y matar gente; de cómo están fuertemente vinculados a fuerzas de la ley (militares) y a movimientos como al supervivencialismo; de cómo David Duke, su Gran Mago (así llaman a su líder), quiere acceder a puestos relevantes en el Gobierno de los Estados Unidos bajo el lema «La pureza racial es la seguridad de América». Un conjunto que, sin duda, es muy peligroso.
Leer es conocimiento, conocimiento es poder
Gracias a Stallworth y su forma de narrar los hechos vemos lo cómico del asunto, pero no debemos olvidar el drama de todo esto. Y es que la novela no es una ficción, los individuos supremacistas blancos que salen en ella han existido y han dejado un legado que llega hasta nuestros días, con más fuerza que nunca.
Está en nuestra mano determinar nuestro futuro, y para ello es importante conocer nuestro pasado. Debemos conocer la opresión que sufrieron grupos minoritarios, la presión política, la violencia, la represión… para comprender a dónde hemos llegado después de tanta lucha. Y sobretodo, debemos recordar a los grandes héroes que siguen y seguirán influyendo en la lucha contra la opresión para continuar educándonos.
Cristina Domínguez