AMERICAN CRIME VUELVE A RETRATAR LAS GRIETAS DEL SISTEMA
No hay serie en televisión que muestre tan crudamente las miserias del sistema como American Crime, por eso resulta tan desasosegante y brillante a la vez. Que una temporada de diez episodios hable de racismo, homofobia, clasismo, abusos sexuales, los límites de la privacidad, justicia, educación o la cultura de la competitividad, entre otros temas, y sepa hilarlos en una historia realista y muy coherente resulta casi prodigioso. Si además sus creadores se permiten filmar ejercicios de dirección como el plano secuencia del 2×05, sobran argumentos para definirla como obra maestra. 4 minutos y medio de danza contemporánea en la televisión en abierto (el vídeo no contiene spoilers):
La serie vuelve a colocarse inteligentemente en un punto equidistante entre sus personajes para que sea el espectador quien decida, con la información de la que dispone (que no es toda, como sucede en la vida real), quién es víctima y quién verdugo, lo fácilmente que se puede pasar de una condición a otra y cómo el contexto es siempre fundamental para comprender las motivaciones de cualquier ciudadano al cometer un crimen.
John Ridley (12 años de esclavitud) sitúa la historia en el ámbito escolar, tan sometido a intereses económicos en Estados Unidos y en el que la hiperdesarrollada cultura del deporte de élite tiene un peso institucional muy por encima de lo académico. Los capítulos 7 y 8, con claras referencias a la tragedia de Columbine (incluidos testimonios reales de algunos supervivientes) son de los mejores minutos televisivos a los que hemos asistido esta temporada.
Además de las siempre fantásticas Felicity Huffman (que se está especializando en interpretar a mujeres odiosas), Regina King (The Leftovers) o Lili Taylor (A dos metros bajo tierra), American Crime nos ha descubierto a un Connor Jessup que borda su papel de adolescente discriminado, al que le van a llover las nominaciones por la serie y del que escucharemos hablar bastante en los próximos años.
Resulta muy gratificante encontrar en ABC un producto de este tipo entre tanta shondalada. Por supuesto, las audiencias no han acompañado a una serie poco apropiada para un canal que buscaba un producto que le otorgase premios y reconocimiento. Los apenas 3.600.000 espectadores y menos de un 1 punto en demográficos en una noche tan poco competida como la del pasado miércoles dificultan mucho su renovación para una tercera tanda, aunque el boca a boca generado y su casi segura presencia en los próximos Emmy alimentan las esperanzas para que al menos sea rescatada por alguna plataforma de video on demand.
Fon López