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AMERICAN CRIME: EL ODIO ENDÉMICO

Que Estados Unidos sigue teniendo un serio problema con el racismo no se le escapa a nadie. Los constantes episodios de abuso de poder policial que vemos en prensa, las incendiarias declaraciones que periódicamente nos regala Donald Trump para embarrar el debate sobre la inmigración o la profunda desigualdad social (casi una cuarta parte de los menores viven en condiciones de pobreza, según la OCDE) sirven para explicar un fenómeno que no se soluciona (solo) por tener un presidente afroamericano. En este contexto se desarrolla AMERICAN CRIME, la antología que acaba de regresar a ABC y que ha logrado cierta notoriedad gracias a sus nominaciones en la temporada de premios.

Realismo salvaje

La primera temporada de AMERICAN CRIME parte del asalto a la casa de Matt Skokie y su mujer Gwen, que acaba con la muerte del primero y el ingreso de ella, en coma, en el hospital. A raíz del suceso, se produce la detención de tres sospechosos, y la madre de la víctima (FELICITY HUFFMAN) lucha por encontrar un culpable por encima de descubrir la verdad sobre lo sucedido y sobre las sombras que pueda arrojar la vida de su propio hijo. Ninguno de los tres detenidos es caucásico, lo que provoca un aumento de conflictos interraciales en la ciudad californiana de Modesto.

Lo que sobre la base podría parecer un drama criminal al uso acaba convirtiéndose en una de las mejores radiografías de la sociedad norteamericana de este siglo, mostrando las desvergüenzas de un sistema fallido en todos los ámbitos, desde el judicial al religioso, y sin edulcorar las tramas para hacer la historia más digerible. Al contrario: la serie provoca un profundo desasosiego en muchos de sus pasajes y una sensación de desesperanza sobre el futuro de los personajes y lo que representan en el mundo real.

Regina King American Crime
Regina King interpreta a la hermana de un sospechoso

Su creador es JOHN RIDLEY, guionista de 12 AÑOS DE ESCLAVITUD, que plantea la historia desde una posición equidistante y sin tratar al espectador como imbécil para que él mismo saque sus propias conclusiones acerca de lo que está viendo. La valentía del planteamiento también se le puede achacar a ABC que, siendo una cadena en abierto, aprovecha la midseason para emitir una serie que no le reporta grandes datos de audiencia (tampoco los buscaban, obviamente) tratando temas poco explorados en televisión y desde una perspectiva muy provocadora. La estrategia de aprovechar el parón invernal de sus series estrella para estrenar un producto de prestigio les ha salido bien a tenor de sus 6 nominaciones a los pasados Emmy (REGINA KING obtuvo el premio a la mejor interpretación femenina de reparto) y las 3 a los Globos de Oro.

Lo que depara la nueva temporada

En la segunda entrega de la antología, que acaba de estrenar Canal + Series, se aborda el acoso escolar a través del supuesto abuso sexual a un menor por parte de sus compañeros. Al igual que la primera temporada no se centraba únicamente en la cuestión racial (drogas, ludopatía, tenencia de armas o la tortura policial son otros de los aspectos que se tratan con acierto), en esta historia la lucha de clases, el sistema educativo y la (mala) gestión de las redes sociales se perfilan como pilares complementarios al tema principal.

Lili Taylor interpreta a la madre de la víctima
Lili Taylor interpreta a la madre de la víctima

Además, la cuestión técnica también supone un reclamo, con escenas editadas a dos tiempos, planos provocadores y el pudor de unos directores que a veces prefieren esconder la cámara tras puertas y tabiques para no intimidar en exceso a unos personajes que distan de estar en su mejor momento. Se mantiene en esta temporada a parte del reparto (todos ellos en estado de gracia) y unos personajes que, aun siendo víctimas del sistema, aspiran a perpetuarlo y sueñan con transformarse de oprimidos a opresores a golpe de suerte. La injusticia hecha arte.

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.