El Palomitrón

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CRÍTICAS REDACTORES

12 AÑOS DE ESCLAVITUD

 

 doce

 

Vista dos veces en apenas tres días, la primera en uno de los Pases de Prensa más abarrotados que recuerdo en los madrileños Renoir Princesa y la segunda gracias al Community Day que los compañeros de SENSACINE montaron este pasado sábado (visionado más comida junto a otras webs colaboradoras), lo que ocurre con 12 AÑOS DE ESCLAVITUD es algo difícil de explicar. Si sólo la hubiese visto una vez no dudaría en otorgarla 5 estrellas, pero con el segundo visionado hay algo en la cinta que  me perturba y me pone en estado de alerta a la hora de valorar lo último de MCQUEEN, porque mientras escribo estas líneas aún no he localizado el elemento que me chirría en este conjunto (ejemplar maquinaria de precisión), ideado, ensamblado y acabado con una precisión suiza para convencer a todos, al público y a la crítica.

 

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Salomon Northup, un músico negro que vive feliz con su familia bajo el amparo de una libertad que sólo los estados del norte reconocían en los albores de la guerra de secesión estadounidense, es raptado por traficantes de esclavos y vendido en Nueva Orleans como esclavo. 12 años de esclavitud en los que nuestro protagonista trabaja en varias plantaciones, tanto para benévolos terratenientes condicionados por la realidad que les ha tocado vivir como para verdaderos psicópatas con delirios divinos, condenados a morir en soledad sin el menor atisbo de arrepentimiento por el sufrimiento sembrado o reconciliación alguna con los sentimientos más básicos que nos definen como seres humanos. Un verdadero viaje al infierno que comienza en un cuarto oscuro, confundido, perdido, con la única referencia de unos grilletes que le retienen, el mensaje de que su libertad se ha esfumado. MCQUEEN logra que el espectador asista conmovido a los primeros compases de cautiverio, procesos en los que la anulación de la persona como ser humano son totalmente necesarios para lograr que el individuo se rinda y acepte su nueva situación como la única realidad, dejando atrás pasado, incapaz de mirar al futuro. Es el mismo proceso que hoy en día siguen sufriendo muchos seres humanos en multitud de puntos del planeta, muchas veces bastante más cerca de lo que pensamos, víctimas de la trata de blancas o cualquier otra variación del tráfico de seres humanos.

 

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Una vez presentadas las cartas al espectador, que ya sabe que aquí de contención poco, el director nos sumerge en la vida en la plantación con una narrativa ejemplar, rica en detalles (nos llega a dar la impresión de estar asistiendo a un documental de la época), y cargada de encuadres fijos y planos sostenidos que enfatizan el marcado estilo artesanal con el que está concebida toda la película. La labor en dirección es magistral porque no existe un sólo plano que no esté estudiado concienzudamente para brillar con luz propia. Estamos ante un inteligente ejercicio visual que busca no soltar la atención del espectador. Lo logra con creces.

Todo esto no podría funcionar como debe sin un reparto tan concienciado como el director en que lo que están haciendo es algo realmente grande. No sólo CHIWETEL EJIOFOR, en el papel se Salomon, BENEDICT CUMBARBATCH o MICHAEL FASSBENDER están inmejorables, todo el cast está soberbio, aunque sus roles sean menores, como es el caso de PAUL GIAMATTI, espléndido compra-venta de esclavos carente de escrúpulos, o PAUL DANO, también espléndido como capataz paleto, vengativo y cobarde en las mismas proporciones, sin olvidarnos de una SARAH PAULSON (la mujer del terrateniente Epps, interpretado por FASSBENDER) que desprende un mal rollito cada vez que aparece en plano como hacía mucho tiempo no veíamos.

 

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No hay peliculón sin una B.S.O. capaz de perdurar en la cabeza, y esta tarea ha recaído en HANS ZIMMER, que también ha sabido componer y firmar un tema que potencia lo que vemos en pantalla y nos ayuda involucrarnos en la historia, a padecer las desdichas de salomon, y a insuflarle ánimo en silencio. Potente tema central que tiene muchas papeletas para llevarse el Oscar.

Tal es la intensidad dramática de la cinta, y todo está tan bien contado, que el final de la película, y llevaremos entonces 134 minutazos de visionado, parece precipitado. Un final en el que el encuentro de Salomon con su familia nos trae a la cabeza el encuentro de Jim con sus padres en EL IMPERIO DEL SOL, porque en 12 AÑOS DE ESCLAVITUD no hay sitio para la lágrima fácil, algo por lo que hay que alabar a MCQUEEN, sin duda.

Obligatoria para todos. Si ya habéis confeccionado vuestras listas de lo mejor de 2013, vais a tener que hacer cambios.  Vaticinamos nominaciones a todo lo nominable, pero no estamos tan seguros de que finalmente arrase en los próximos Oscar.

LO MEJOR:

  • La dirección de MCQUEEN y el trabajo en fotografía.
  • Todo el reparto al máximo. Sólo BRAD PITT desentona, por su interpretación y porque su personaje parece metido con calzador.
  • Toda la película está llena de momentos memorables. El plano en el que Salomon permanece semicolgado, buscando apoyo con las puntas de sus pies, es sólo uno de ellos. Sólo cuando el peligro ha pasado el resto de esclavos se atreven a salir al exterior y continuar con sus tareas, ajenos a cualquier problema que ponga en peligro su propia paz.

LO PEOR:

  • La sensación de buscada perfección artificial que desprende el filme.
  • El sonido de los latigazos. Llega al alma.
  • Que muchos critiquen lo que están viendo en pantalla enfocando lo que cuenta MCQUEEN como algo propio del pasado olvidándose de que dramas similares son, desgraciadamente, de rigurosa actualidad.

Alfonso Caro

 

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.