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7 DÍAS EN ENTEBBE

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LOS ANTECEDENTES

Pronunciar el nombre de José Padilha es pronunciar las palabras mágicas del nuevo cine de acción. El brasileño, el eterno sucesor al trono de la acción sesuda, se ha vuelto una garantía de éxito, y sus creaciones le preceden. El hombre detrás de Narcos y Tropa de élite volvía a la gran pantalla para tratar de abordar la crisis de Entebbe de 1976. Un avión con tripulación francesa y más de 150 pasajeros era secuestrado en Atenas por dos miembros del Frente de Liberación del Pueblo Palestino y dos miembros de la extrema izquierda alemana. 7 días en Entebbe fue presentada en la reciente Berlinale y las críticas estuvieron repartidas entre quien encontraba una crítica al sionismo y quien veía en ella un intento de revisionismo histórico y reflexión impostada. Daniel Brühl y Rosamund Pike en el reparto y muchas ganas de ver qué nos traía Padilha.

LA PELÍCULA

Después de dibujar con mayor éxito que nadie la figura de Pablo Escobar y firmar una decente adaptación tecnológica de Robocop, uno espera grandes cosas de un ganador del Oso de Oro. José Padilha no es amigo de los proyectos fáciles, y si bien su visión poco maniquea del narcotraficante más famoso de la historia funciona ante el enemigo de la corrupción política, los derechos humanos son otro cantar. Los elementos, bien pensados, se parecen. Ahí están los protagonistas moralmente despreciables pero identificables, el enemigo en forma de Estado odiado (con merecimiento o no es cosa suya) y un montón de rifles de asalto entre ambos. En la selva colombiana el bien de disputa era la droga; en el aeropuerto de Entebbe son vidas israelíes, algunas víctimas del Holocausto, para más señas. La diferencia radica en el reconocimiento de la injusticia. Arquetípicamente, las motivaciones. Donde Escobar se veía de forma narcisista como un héroe, los revolucionarios alemanes de 7 días en Entebbe reconocen su propia naturaleza humana y, por ende, contradictoria.

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7 días en Entebbe no es, ni mucho menos, una mala película, y el ritmo que Padilha le imprime a todos sus trabajos marcha impecable y puntual. Los problemas vienen por las ramificaciones y el adorno. La historia llega al espectador a través de tres perspectivas: la de los secuestradores, la de los políticos y la de un militar. El director brasileño, inteligentemente, aleja el foco de lo histórico y el secuestro mismo para centrarse en la política israelí y la culpa alemana post-Holocausto, pero falla a la hora de dotar de interés al tercer punto de vista. A partir de ahí, azúcar, castañuelas y hasta un poco de danza moderna. Ni siquiera la excelente banda sonora del ídem Rodrigo Amarante salva un tramo tedioso. Eso sí, por si acaso lo reformulamos: Rodrigo Amarante sostiene varios tramos de la película de manera magistral.

ELLOS Y ELLAS

Los avatares de distribución y los lazos obvios de Daniel Brühl y Rosamund Pike con Alemania dieron con el estreno de 7 días en Entebbe en uno de los festivales más importantes del planeta cine. Los dos actores, titánicos cuando deben tirar del carro en solitario, no se muestran igual de imperiales en un trabajo tan coral como el que llega este viernes a nuestros cines. Allá donde Pike rozaba la perfección en Perdida, aquí se diluye en la concepción psicológica de un personaje atormentado y lleno de culpa cuyas motivaciones pasan desapercibidas. Allá donde Brühl robaba cada plano de Rush y su Nikki Lauda se comía al bueno de Chris Hemsworth, en esta ocasión su labor es meramente contemplativa. Todo pasa por él, sin él. Obviamente, no todo es malo en el apartado interpretativo, Eddie Marsan encarna a un joven Shimon Peres de manera magistral. El actor al que conocimos por 21 gramos y recurrente de la serie Ray Donovan se hace con el control de cada gesto del mítico líder israelí para dotarlo de un aura ajedrecista muy parecida a la del infame Kevin Spacey en House of Cards. Su mero arqueo de cejas bien vale la entrada. Y la música de Amarante, no se olviden.

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LA SORPRESA

La diferenciación tan obvia en tres planos de realidad. Decidan ustedes si esto es bueno, malo o irrelevante, pero cuando uno se sienta a ver una película basada en hechos reales sobre un secuestro, se espera algo mucho menos sesudo que el trabajo de Padilha en 7 días en Entebbe. Como ya hemos dicho, esto funciona de manera negativa o positiva según el posicionamiento prejuicioso del espectador, pero es una sorpresa sin lugar a dudas. ¿Lo mejor? Vayan a verla.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

La secuencia final. Poco más se les puede contar. Entre la buena mano de Padilha para construir un castillo de naipes y la mejor aún maestría de Amarante para derribarlo caja de ritmo a caja de ritmo, toda la secuencia de desenlace del secuestro es una pieza separada que resume en cuatro o cinco minutos la importancia del montaje en el cine.

TE GUSTARÁ SI…

Si te ha gustado lo que ha hecho antes José Padilha y estás dispuesto a embarcarte en un debate moral tan justo como impostado, tan sano como dirigido a la izquierda occidental.

LO MEJOR

  • La música de Rodrigo Amarante.
  • La capacidad del director para construir tensión gracias a elementos universales.
  • La actuación de Eddie Marsan como un implacable Shimon Peres.

LO PEOR

  • Las actuaciones protagonistas, decepcionantes en semejantes intérpretes.
  • Lo sesgado y vacío de la reflexión moral.
  • El uso de imágenes reales se intuye innecesario y forzado.

Matías G. Rebolledo

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