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CRÍTICA: TECHO Y COMIDA

Casi 600 000 desahucios se han producido en España según estadísticas del Consejo General del Poder Judicial desde el comienzo de la crisis a la actualidad. A esto tenemos que añadirle, además, un 20 % de paro que nos afecta. ¿Qué está pasando? ¿Es justo? ¿Cómo es posible? ¿Las personas no tenemos derecho a una vivienda digna como bien declara el artículo 47 de la Constitución Española? Todos estos interrogantes son retratados en el largometraje de JUAN MIGUEL DEL CASTILLO, TECHO Y COMIDA. La cinta ha llegado con fuerza, ya que tiene bajo el brazo (de momento) el premio Asecan a la Mejor Ópera Prima, la Biznaga de Plata Premio del Público y la de Mejor Actriz en la Sección Oficial del 18 Festival de Málaga. Además, cuenta con 18 candidaturas a los Goya 2016. Todo apunta a que estará nominada en unas cuantas categorías y (por qué no decirlo), es muy probable que consiga más de un cabezón.

Una de las sorpresas de la cinta es su reparto. Tras ver a su protagonista en comedia, la actriz se adentra a la perfección en el drama. Hablamos de NATALIA DE MOLINA (SÓLO QUÍMICA, VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS), ganadora de la Biznaga de Plata a Mejor actriz por su papel de Rocío, un personaje interpretado con mucho sentimiento que parece estar hecho a medida para ella. La joven, tras ganar el Goya a mejor actriz revelación con VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS, tiene muchas papeletas para ganar un nuevo cabezón en el 2016 como mejor actriz, puesto que ha hecho un buen trabajo con su personaje, Rocío: en su interpretación muestra ternura, tranquilidad, pero a la vez angustia. Transmite al espectador que, a pesar de encontrarse en un callejón sin salida, ella puede salir. NATALIA demuestra que, cuando una madre ama a un hijo, es capaz de tirar de miles de recursos; su mirada, su voz y sus gestos consiguen que nos olvidemos de la ficción y que esta se convierta en una realidad (una de tantas que existen en nuestro país). Todo un ejemplo de valentía tanto por su parte como por la del pequeño JAIME LÓPEZ, su hijo Adrián en la ficción, un niño que, a pesar de querer los caprichos de cualquier niño de su edad, es consciente de la situación que existe en su hogar. MARIANA CORDERO (BLUE LIPS, LA VIDA EMPIEZA HOY) es la adorable vecina que no sabe exactamente lo que pasa en la casa de Rocío, pero que le ayuda en todo lo que puede. Hace recordar al papel que ejerce una abuela en la familia. MANUEL TAFALLÉ (MORTADELO Y FILEMÓN CONTRA JIMMY EL «CACHONDO«, LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI) y GASPAR CAMPUZANO interpretan a dos de los personajes con los que el público empatizará menos.

El jerezano JUAN MIGUEL DEL CASTILLO ha dirigido y escrito el guion, y ALFRED SANTAPAU y GERMÁN GARCÍA se han encargado de la parte de producción. Una dura historia de denuncia social donde el espectador puede ver, a través de un agujerito, la rutina de una familia sin ingresos. Un filme con interesantes temas que muestran el consuelo español en la religión y el fútbol, que deja caer, de forma sutil y con inteligencia, que estos dos ámbitos juegan como cortinas de humo en la sociedad, para así no ver la gravedad del problema. Una realidad que está en nuestra sociedad de hoy en día. Cintas como esta son las que tanto hacen falta, que hay que valorar y exaltar como un cine español de calidad que, además, emociona. Un cine de compromiso social que da voz a las víctimas y que ayuda a que muchas personas, que todavía no están concienciadas con este tema, abran los ojos y vean que hay gente que lo está pasando realmente mal en estos momentos. TECHO Y COMIDA les hace reflexionar sobre lo afortunados que son por poder tener agua caliente o cenar una hamburguesa, por ejemplo.

Nos encontramos en la cinta con ejemplos de solidaridad y con las muestras del amor de una madre por un hijo (si hay comida para uno, la madre se queda sin cenar). Rocío tendrá que ver cómo rompen su currículum y cómo la posible empresa que prometió darle trabajo queda desvalijada por sorpresa y sin aviso. Todas estas situaciones tan alarmantes están sucediendo, y JUAN MIGUEL las retrata aquí a la perfección. Aparentemente, si el espectador no ve a Rocío y a su hijo a través de ese agujerito que DEL CASTILO nos ofrece, no pensaría en la pobreza en la que está inundada esa familia. Todos estos puntos refuerzan la película, sin demagogia. También añade a su favor que el personaje de Rocío nunca es expuesto como un personaje victimista, sino que muestra todos los recursos que puede tener una persona y que, si cada vez hay más y peores obstáculos, ella saca sus fuerzas de donde no las tiene.

La cinta es un reflejo de la realidad de dos temas actuales: la corrupción en la política y el rescate en la banca española. Dos temas para los que se nos ocurren muchos calificativos y que provocan vergüenza ajena, con culpables y responsables que no pagan por sus actos. Vemos cada día como los políticos salen de la cárcel indemnes y como el fondo de rescate europeo rescata a la banca española (que acumula una deuda de unos 41 300 millones de euros), mientras se hace caso omiso a las situaciones de desahucio como la que aquí se retrata.

Parece que la sociedad no se puede quejar de esta situación que es, para los altos cargos, de lo más normal. Consienten y aceptan que una familia esté en paro sin un sueldo digno, sin luz, sin agua ni pan para comer. No prestan atención ni se alarman ante estos casos. Esto hace que nos planteemos una pregunta: ¿Es eso normal, señores? A esa familia, ¿quién la rescata?

LO MEJOR:

  • Su guion de principio a fin.
  • Sus interpretaciones, destacando la brillante NATALIA DE MOLINA.
  • No hay demagogia.
  • Cine español de calidad que muestra realidad y emociones.

LO PEOR:

  • Escenas muy duras.
  • Que no provoque la conciencia social.
  • No verla.

María Páez 

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Periodista que considera que para ser una verdadera cinéfila tienes que ser una 007, con licencia para devorar todo el cine. Eso sí, prefiero quedarme atrapada en una cueva con Michael Myers, el payaso de It, Chucky, y la niña de El exorcista que en un palacio con princesas de cuento.