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CRÍTICA: NEGOCIOS CON RESACA

 

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La comedia cinematográfica ha pasado por diversas fases, todas ellas enmarcadas en situaciones que resultan actuales en la mayoría de los ejemplos, ya sea por la evolución natural del género que se adapta a las nuevas formas de entender tan reconocible categoría o por la nuevas necesidades de los espectadores que, por la razón y la situación que sea, buscan en este tipo de cine una forma de escapar de aquellos contratiempos que se cruzan en su camino. Así, dentro de las muchas formas en las que se puede entender el género cómico, todas ellas son aceptadas para bien o para mal, a pesar de la dispar manera de entenderlas por el público y por aquellos que prefieren una película en la que las situaciones den un giro hacia la carcajada que hacia aquellas que buscan conmover a través de historias que emocionan pero no divierte y que, por lo general, parece bastante más comunes. De este modo, la comedia se nutre de multitud de elementos que buscan, principalmente, un entretenimiento que haga pasar un rato desternillante y divertido a un espectador probablemente cansado de la vida mundana, que busque en la gran pantalla situaciones generalmente cotidianas que se convierten a golpe de guion en giros totalmente inesperados para los personajes y graciosos para el público.

 

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Esto no ocurre en NEGOCIOS CON RESACA. Dirigida por KEN SCOTT (¡MENUDO FENÓMENO!, STARBUCK), este largometraje cuenta con varias razones por las que las premisas cinematográficas que presenta no funcionen en prácticamente cada minuto de metraje. A pesar de las buenas intenciones, el chiste fácil y las bromas burdas son el recurso principal de una comedia condenada a caer en el olvido e inevitablemente comparada con otras películas del estilo, en las que los elementos más sobresalientes suelen ser los conjuntos interpretativos y no el guion sobre el que se sostienen. La capacidad para hacer del espectador una marioneta a la que arrancarle las risas se hace patente en NEGOCIOS CON RESACA, puesto que el objetivo principal parece, inevitablemente, extraer a la fuerza alguna carcajada del público, sea de la forma que sea, aunque para ello el guion se sirva de recursos tan trillados que la risa que se quiere buscar en ellos cae por el propio error cometido al no dedicar los esfuerzos argumentales a mejorar los recursos cómicos propios de una película de este género. Es probable que este largometraje se vea arrastrado por la inherente necesidad de utilizar tácticas ya explotadas al máximo para encontrar un atisbo de interés por parte del público. De hecho, dadas las carencias argumentales que presenta el guion a lo largo de la película, parece situarse en ese grupo cinematográfico donde conviven las comedias que parecen fabricadas para gustar un par de minutos y ser desechadas posteriormente.

 

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Apenas existen atisbos de genialidad en NEGOCIOS CON RESACA. Dada la importancia de buscar cualquier excusa para atraer alguna risa furtiva, parece difícil encontrar algún elemento que destaque positivamente. Y, sin embargo, lo hay. Es la parte interpretativa la que merece una mención especial y un reconocimiento por encima de las penurias ofrecidas por el guion. TOM WILKINSON (SELMA, EL LLANERO SOLITARIO) es el actor más desatacado de la formación, quizá por la naturaleza del personaje al que da vida o quizá por la manera tan peculiar que tiene de adaptarse a un hombre que apenas parece tener algo que ver con él, alguien totalmente contrario. Su forma de interpretarlo es, probablemente, uno de los aspectos que se salvan en este largometraje. Destacan igualmente, aunque de forma bastante menos sobresaliente, VINCE VAUGHN (LOS BECARIOS, ¡MENUDO FENÓMENO!) y DAVE FRANCO (ZEROVILLE), quienes ofrecen alguna referencia cómica que puede despertar una sonrisa pero sin rozar el nivel de WILKINSON.

NEGOCIOS CON RESACA no supone un nuevo intento de dar un giro al género de la comedia. Ni siquiera es un objetivo que destaque de la película. Adopta el género sin que se denote un esfuerzo por mejorarlo, por ofrecer una novedad dentro de un estilo cómico que se ha visto en la gran pantalla una y otra vez. El hecho de no arriesgar, de no encontrar un reducto en el que dar al espectador una visión algo diferente de la comedia norteamericana hace de este largometraje un pasatiempo innecesario y totalmente prescindible.

 

 

LO MEJOR:

  • La interpretación de TOM WILKINSON destaca por encima del resto de los elementos de la película.
  • El personaje de NICK FROST.

LO PEOR:

  • Los intentos por hacer de esta película una comedia peculiar se quedan a medias.
  • No ofrece ninguna novedad respecto a los muchos largometrajes anteriores de este estilo.
  • El guion es totalmente predecible desde el inicio.
  • El abuso de chistes manidos.

 

 

Sheyla López

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