Resulta que algunos productos prefabricados también pueden saber bien. ‘El llanero solitario’ nos vale de ejemplo. Detrás de ella está JERRY BRUCKHEIMER, mente pensante (o algo así) al mando de bombazos hollywoodienses como PEARL HARBOR, DOS POLICÍAS REBELDES, LA BÚSQUEDA o la saga de PIRATAS DEL CARIBE. Y aquí, en esta última, hay que reconocerle el mérito: se alió con Disney y resucitó el subgénero de piratas, defenestrado y temido tema tabú en las mesas de productores después del sonoro batacazo que supuso LA ISLA DE LAS CABEZAS CORTADAS, aupó la carrera del artesano GORE VERBINSKI, y convenció a JOHNNY DEPP para que pusiera su cara, sus maneras y sus tics al servicio de Jack Sparrow, una buena broma que se alargó demasiado. La fórmula funcionó, y ahora repiten estrategia con el mismo espíritu por bandera.
El espíritu de EL LLANERO SOLITARIO, personaje de un programa mítico de la radio y televisión norteamericana de los años 30, es también el de la pura aventura, ahora trasladada al duro y polvoriento Oeste americano. Es la aventura, la de tebeo para adolescentes, la que gana y pervive durante las casi dos horas y media de metraje (sí, excesivo) en las que al guión le da tiempo a probar varios tonos que, aunque en ocasiones puedan parecer contradictorios, terminan por no desentonar: desde el humor más infantil (todas las bromas referentes al caballo del héroe) hasta una macabra escena con villano antropófago incluido, que uno observa con sorpresa teniendo en cuenta que la palabra Disney aparece en el cartel. Y no desentonan por una razón muy clara: porque hay mucho. En EL LLANERO SOLITARIO hay mucho de todo.
Es, en sí misma, un parque de atracciones entero. Recargada, barroca, divertida, vertiginosa, excesiva y para toda la familia. De hecho, no es coincidencia que la primera y la última escena transcurran en una feria. Y tampoco lo es que la historia (con traiciones, venganzas, traumas infantiles, ambiciones enfermizas, amores imposibles…) sea un cuento, una mirada atrás, un relato dentro de un relato narrado por un extravagante y viejo indio al que un chaval confundió con una estatua de cera. Y ya sabéis, estamos en el Oeste, donde, como decían EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE, si la leyenda supera a la verdad, se publica la leyenda. Los malos son muy malos, los buenos son muy buenos, las explosiones son muy ruidosas, los choques entre trenes muy aparatosos, y las piruetas son inverosímiles. Pero ahí está el talento visual y el buen pulso para las escenas de acción de VERBINSKI, el carisma de JOHNNY DEPP (como era de esperar, le guardan las mejores líneas), y el buen hacer de un grupo de secundarios de lujo (con WILLIAM FICHTNER desfigurado a la cabeza) para recordarnos que los fuegos artificiales siguen siendo bastante disfrutables.
LO MEJOR:
- Su sincero espíritu aventurero de tebeo adolescente.
- Su factura impecable.
- ¡Suena esto en la traca final!
LO PEOR:
- Una duración algo excesiva.
- Alguna salida de tono pensada para no dejar a ningún tipo de público fuera.
- No parece que vaya a tener el éxito de Piratas del Caribe.
José Colmenarejo