
Que con tantos medios, humanos y materiales, se acaben poniendo en circulación productos tan anodinos debería preocuparnos; pero tampoco es el caso, porque da la sensación de que hasta el público se ha acostumbrado a estos niveles, en una pérdida colectiva de fe (y de conciencia) que nos hace desfilar a las salas casi más para comprobar si una película es realmente tan mala como se escucha o se lee que otra cosa. Un piloto automático muy peligroso que pone en jaque la capacidad de este arte de sorprender más allá de los circuitos (mal llamados) independientes.

Diez años de desarrollo dan mucho de sí para el baile de directores, guionistas y responsables ejecutivos que ha sufrido el proyecto, pero poco más. Muy poco más. No hay nada en Warcraft que vaya a sobrevivir al paso del tiempo. Y no es que sea un desastre absoluto (se ven cosas mucho peores demasiadas veces al año); el problema es que es más de lo mismo. Warcraft destila la misma dejadez en su planteamiento, desarrollo y desenlace que cientos de películas, y aunque puede resultar entretenida en muchos de sus tramos por lo vistoso de sus efectos especiales y el universo que aborda, la cinta carece de personalidad y la declaración de intenciones que promulgó el director en su momento de, atención, filmar una especie de cruce entre Juego de tronos y Avatar, sonroja al espectador más optimista a los diez minutos de visionado.

Pero es que aunque uno renuncie a aspectos de guion o profundidad en su trama y se predisponga a ver la película solo por la espectacularidad de las batallas o el diseño de producción que nos promete el tráiler, puede salir escaldado, porque sus escenas de masas son contaditas y sirven, sobre todo, para que echemos de menos, y de qué manera, la trilogía de Jackson, que tras 16 años de siglo XXI aún sigue sin ser superada en ninguno de sus apartados si hablamos de este género de fantasía heroica.
En cualquier caso, Warcraft será disfrutada por los espectadores menos exigentes, o quizá los más conscientes y sensatos, aquellos que acudan a las salas sabiendo muy bien que van a volver lo mismo, que van a volver a disfrutar del mismo caramelo industrializado, vestido para esta ocasión con un envoltorio fantástico muy visual.
LO MEJOR:
- Los Orcos.
- Optar por limitarse a disfrutar las bondades técnicas de la película.
LO PEOR:
- No hacer caso a los constantes avisos e insistir en ir al cine en busca de ser sorprendidos.
Alfonso Caro