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Reseña de Adolf destacada - El Palomitrón
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ADOLF: CRUEL DESTINO

Hablar de manga es hablar, irremediablemente, de Osamu Tezuka. Con más de cuatro décadas de trayectoria, Tezuka irrumpió en la escena del cómic japonés para transformarlo por completo, promoviendo su lectura, consumo y expansión, con el consecuente impacto en la sociedad. Una sociedad que, por otro lado, estaba sumida en un enorme halo de pesimismo, derrota y pobreza tras su papel en el conflicto armado de la Segunda Guerra Mundial. El Japón de la posguerra fue un periodo clave para entender las inquietudes creativas y temáticas de Tezuka, del mismo modo que las de algunos de sus coetáneos. La sociedad nipona necesitaba insuflarse de historietas divertidas, alegres y con un fondo que invitara a pensar en lo bueno de la vida y en la preservación de una paz de la que el pueblo en ese momento adolecía. Osamu Tezuka se consolidaría como uno de los grandes pilares del medio con obras de gran renombre como Astroboy o La princesa caballero, entre otros tantos relatos. Sin embargo, los intereses del «Dios del manga» se ampliarían con el paso de los años hacia unos derroteros con mayor espacio para la crítica y de corte más adulto. Sin perder su característico estilo narrativo, Tezuka alcanzaría la madurez creativa y se uniría a la corriente del gekiga a través de obras como Black Jack, Buda, MW o Adolf

Ésta última, publicada entre 1982 y 1985, no es solo uno de sus trabajos artísticos cumbre, sino un broche de oro a una trayectoria histórica. Como su última gran obra, Adolf (Adolf ni tsugu) se destapa como un sobresaliente e intrincado retrato histórico del Tercer Reich y la posición de su país natal como fuerza del Eje. Un título indispensable para cualquier fan de Tezuka, pero también para cualquiera con cierto interés histórico por el contexto en el que se ambienta. A pesar de haberse publicado previamente en España en diversos formatos, esta nueva edición de Adolf difiere en tamaño del resto, optando por un formato clásico tankôbon B6, pero la mayor novedad recae en el sentido de lectura oriental, en contraposición del occidental presente en las anteriores ediciones. Así pues, la nueva edición de Planeta Cómic de Adolf mantiene el mayor grado de fidelidad posible respecto a la original, alzándose como una nueva puerta de entrada para quien todavía no conoce la obra del maestro o que, por otro lado, busque revisitar el que, probablemente, sea uno de sus mejores trabajos.

Reseña de Adolf Hitler OK - El Palomitrón

«Esta es la historia de tres hombres llamados Adolf. Cada uno de ellos vivió una vida diferente de los otros dos. Pero los tres estaban ligados por el destino. Ahora que el último Adolf ha muerto, puedo contar su historia, para los que vengan después.»

Bajo estas palabras Osamu Tezuka abre Adolf. Refugiado en la solemnidad y el silencio propios del lugar donde los fallecidos guardan descanso eterno, el que será el narrador de la obra coloca un ramo de flores en los pies de una tumba. El escenario y las palabras escogidas para dar comienzo el relato ya delimitan su propio tono, uno que no podría ser otro teniendo en cuenta la tragedia histórica que pretende ilustrar. Como si se tratase de una narración ante la brasas de una hoguera, Tezuka retrocede al año 1936, concretamente a la celebración de los Juegos Olímpicos de Alemania. Allí, Sohei Togue, narrador de esta historia y reportero japonés destinado para cubrir el evento, se verá envuelto en un mar de intrigas y peligros al descubrir el motivo por el que su hermano menor es asesinado en tierras germanas: la posesión de una documentación que demostraba que Adolf Hitler tendría sangre judía. Un hecho que, de ser revelado al mundo, haría derrumbarse los cimientos sobre los que se ha construido el imperio nazi. 

Reseña de Adolf Kaufmann - El Palomitrón

Estos documentos son el McGuffin con el que Osamu Tezuka pretende mantener el interés y el suspense en la obra, así como servir de vehículo para mover y relacionar entre sí las diferentes piezas clave: sus personajes. Con un increíble manejo del ritmo narrativo, el autor nipón opta no únicamente por alternar el foco del protagonismo, sino también por alternar entre épocas y localizaciones. Por medio de elipsis temporales, Tezuka abandona el escenario europeo para centrarse en el del Japón como país Aliado y en la adolescencia de dos inseparables amigos: Adolf Kaufmann y Adolf Kamil. El primero, hijo de un diplomático alemán y una japonesa; el segundo, hijo de pasteleros de origen judío. Es a través de los dos jóvenes Adolf donde Tezuka saca a la palestra cuestiones tales como la discriminación y el abuso entre jóvenes —ejemplificado, sobre todo, en el trato de los niños japoneses con el pequeño Kaufmann por su aspecto occidental—, la intolerancia y el odio por razones étnicas —aplicable en esta ocasión a los dos bandos; como la prohibición de las respectivas familias a que los dos amigos continúen viéndose, o a la continua toxicidad de un discurso que busca envenenar algo tan puro como la inocencia— y el peso de la herencia, la carga de un destino que no es aceptado pero sí impuesto.

Es a través de los pequeños Adolf y el conflicto que les rodea donde la narrativa de Osamu Tezuka brilla con mayor fuerza. Mientras encuentra en la figura de Sohei Togue el conducto perfecto para explotar el lado más thrillesco de la historia, con misterios, traiciones, persecuciones, complots y secuestros, demostrando hasta qué punto está dispuesto a llegar el ser humano para mantener el statu quo, es por medio de la mirada inocente de los otros protagonistas donde Tezuka recrea con increíble maestría el terror del totalitarismo y de las ideologías. La miseria humana moral pulula por toda la obra, dejando los actos más violentos y ruines reservados a su elenco adulto, pero a pesar de no mancillar  —al menos no del todo— la ingenuidad y pureza propias de la inocencia infantil, resulta increíblemente revelador la crudeza y violencia implícita, casi sutil, con la que aborda muchos de sus diálogos. Y es que, en definitiva, sembrar semillas de odio es igual de peligroso que un arma que no tiene el seguro puesto. 

Reseña de Adolf personaje Adolf - El Palomitrón

Los supuestos orígenes judíos del Führer son la chispa que prende la obra de Tezuka. La mecha de una auténtica revolución que hará confluir a todas sus personalidades a lo largo de décadas de historia. Así pues, Adolf se alza como una obra coral con un trabajo de documentación encomiable, compleja por el periodo histórico en el que se ambienta y sobresaliente a la hora de abordar sus ideas y temáticas. Osamu Tezuka alcanza el pináculo de su madurez creativa con una pieza artística que, fiel a un incuestionable estilo narrativo y apartado artístico, se mueve con increíble destreza entre una amplia variedad de géneros que abarca desde el drama al histórico. Pero, sobre todo, Adolf es una obra que tiene muy claro qué mensajes quiere transmitir y cómo quiere hacerlo; es una obra de corte profundamente humanista que pone de manifiesto el sinsentido de la guerra y de la intransigencia. Un perenne recordatorio de que todo acto tiene consecuencias.

Edu Allepuz

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.