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MI AMIGO EL GIGANTE

Steven Spielberg suele ser garantía de sello de calidad. Es oír que una película ha sido dirigida por él y la gente acude al cine, ignorando muchas veces el título de su película, limitándose a entonar un: “Voy a ver la última de Spielberg”. El espectador confía en ese niño atrapado en Spielberg a la hora de rodar una película.

En Mi amigo el gigante parece que el director quiere maravillar y captar la atención tanto de los más pequeños como de los adultos. Y precisamente este intento es la causa principal que hace decaer este largometraje basado en el cuento homónimo de Roald Dahl.

Londres siempre es un buen lugar para contar una historia. Y si es mágica, mejor aún. Así empieza Mi amigo el gigante, presentando no solo a Sophie, la niña protagonista, sino también al atractivo Londres nocturno. Sophie es una niña que vive en un orfanato y sufre insomnio. Una noche decide asomarse por su ventana y descubre a un gigante merodeando por las calles de la ciudad. El gigante la ve y decide llevársela al País de los Gigantes. Y aquí es donde comienza la aventura que cuenta con unos efectos visuales impecables e hipnotizantes. Además, aunque ya es vox populi, pocos directores manejan la cámara como lo sabe hacer Spielberg. Siempre nos quitamos el sombrero ante su dominio en este terreno.

Uno de los momentos más siniestros y a la vez más hermosos es el trayecto que hace al inicio el gigante al atravesar Londres y los mares hasta llegar al País de los Gigantes. Es simplemente magistral cómo se va camuflando en las calles de la ciudad para no ser descubierto. Spielberg en estado puro. Los primeros 15 minutos indican que podríamos estar ante una de las maravillas narrativas de este año, pero la película no logra mantener ese equilibrio durante los 117 minutos de metraje. Mi amigo el gigante tiene una primera parte demasiado adulta y oscura que no gustará a los niños y una segunda parte demasiado infantil que aburrirá a los adultos. Spielberg no acaba de lograr esa combinación que sí funcionó en películas como E.T. o Indiana Jones.

Aparte del gigante protagonista, aparecen en la historia otros gigantes que no aportan nada nuevo al mundo de la fantasía en el cine. Por favor, industria del cine, hay que empezar a innovar, a trabajar a fondo con los personajes y a no darle al espectador lo mismo una y otra vez.

Lo que merece ser destacado con creces en Mi amigo el gigante es Mark Rylance, que da vida al gigante. Mark llena de sentido esta película: sus expresiones y sus gestos traspasan la pantalla y su mirada enamorará y enternecerá a pequeños y grandes. No hay escena en la que no se desee disfrutar de esta gran actuación. Mágico. Sencillamente único. Mark se ha convertido en el actor fetiche de Spielberg desde El puente de los espías, por la que ganó merecidamente el Oscar a Mejor actor secundario, y contará con él también en su siguiente película, Ready Player One.

No se puede decir lo mismo de la niña protagonista, Sophie, interpretada por Ruby Barnhill, cuya actuación parece forzada y por momentos bastante irritable y repipi. Muchos se lo perdonarán por ser todavía una niña, ¿pero dónde han quedado esos castings en los que se descubrían talentos como Dakota Fanning o Haley Joel Osment?

Mi amigo el gigante vuelve a mostrarnos que Spielberg es un genio a la hora de manejar aspectos visuales y que acierta con un perfecto Mark Rylance. Sin embargo, la película en su conjunto no llega a emocionar: perfecto en la técnica y frío en sentimiento. Una pena, ya que si hubiera llegado a emocionar y hubiese existido un equilibrio entre el tono infantil y adulto, la nueva película de Spielberg se podría haber consagrado como la nueva E.T.

 

LO MEJOR:

  • Mark Rylance.
  • Su hermosura visual.

LO PEOR:

  • Su fracaso para emocionar.
  • Los gigantes.
  • Su falta de equilibrio entre el tono adulto e infantil.

 

Gabriela Rubio

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Abogada defensora de las causas perdidas que nunca ha dejado de soñar. El cine ha sido mi fiel compañero desde que tengo uso de razón, así que toca devolverle todo lo que me ha dado durante todos estos años. Ya no vale ser mera espectadora desde la butaca, ha llegado el momento de actuar, de ir más allá. Ya era hora, ¿no? Luces, cámara y acción.