MARAVILLOSA FAMILIA DE TOKIO
El de Yôji Yamada es un caso peculiar. En Europa se le conoce por haber rodado la maravillosa Trilogía del samurái (El ocaso del samurái, La espada oculta y Love & Honor) y Una familia de Tokio, homenaje a Cuentos de Tokio y probablemente su mayor éxito fuera de las fronteras niponas. Sin embargo, Yamada es famoso en Japón por haber dirigido la serie de películas Tora-san, una colección de casi cincuenta obras protagonizadas por el actor Kiyoshi Atsumi. Maravillosa familia de Tokio recupera el tono de esta saga, inédita en nuestro país, y al Yamada más característico: el director de comedias de historias livianas cuya única función es entretener.
Un cineasta que es capaz de demostrar que puede hacer comedia y combinar su trabajo con obras serias como la Trilogía del samurái tiene licencia para hacer lo que quiera. Maravillosa familia de Tokio recupera el desenfado del Yamada de Tora-san. Se trata de una comedia costumbrista sobre una anciana que decide divorciarse de su marido, un señor gruñón y malhumorado pero de buen corazón. Esta decisión afecta tanto a sus hijos como a los nietos, cuñados y nueras de la familia, desencadenando escenas de lo más surrealistas cargadas de gags cómicos en los que toda la familia intenta reconciliar a la septuagenaria pareja.
¿Qué se puede decir sobre esta película? Poco. Es entretenida, sin más. Es una Cuentos de Tokio (a la que Yamada homenajea constantemente, incluyendo un fragmento de la película de Yasujiro Ozu en la escena final) plagada de clichés cómicos, con chistes que a veces tienen gracia y otros que están metidos con calzador y chirrían. Algunos personajes son arquetipos tan manidos que resultan prescindibles, como el yerno del protagonista, bonachón y bobalicón, o el del hijo mayor, un empresario que solo se dedica a hablar de su trabajo. Personajes típicos de la comedia moderna que convierten Maravillosa familia de Tokio en un producto de masas poco original.
Sin embargo, su mayor virtud es retratar la cotidianidad: una familia corriente con problemas normales. También las relaciones familiares entre personas que no se soportan (en toda familia siempre hay una oveja negra). Además, acerca la vida corriente del Japón occidentalizado a un público que quizás desconozca cómo es el día a día lejos de sus fronteras. Y es tan parecido que abruma.
Las características que determinan qué es un gran artista a veces son difusas. Yasujiro Ozu, Akira Kurosawa, Nagisa Oshima, Masaki Kobayashi y Kaneto Shindô, cinco pesos pesados de la cinematografía japonesa, operaban al tiempo que Yamada. Mientras El muchacho, de Oshima, y El gato negro, de Shindô, estaban en cartelera, Yamada comenzaba su periplo cómico con Atsumi y Tora-san. Y mientras que los otros realizadores iban quedando en un segundo plano, ya fuera porque su cine nunca volvió a ser tan interesante o porque fallecieron, Yamada, que los sobrevive a todos y extiende durante más de treinta años su saga cinematográfica, demostró ser también un realizador notable. Aunque Maravillosa Familia de Tokio no se acerque a sus mejores trabajos, sigue siendo la obra de un artista incombustible que no para de hacer cine. Y aunque su última película sea tan sencilla como olvidable, es de Yamada.
LO MEJOR:
- Que todo lo que toca Yamada siempre tiene un estilo clásico.
- La cotidianidad que desprenden sus personajes.
- Cumple su función: entretener.
LO PEOR:
- No es nada original.
- Algunas escenas son puros clichés sin demasiada gracia.
David G. Maciejewski