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LAS CRÓNICAS DE BLANCANIEVES: EL CAZADOR Y LA REINA DEL HIELO

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Es francamente interesante comprobar año tras año cómo los códigos de los géneros y sus características más arraigadas no varían apenas en el transcurso del tiempo. Las Crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo no es ajena a este inmovilismo y deambula por lugares comunes (demasiado comunes) como una película más, temerosa de salirse de los cánones que, hasta ahora, han asegurado interesantes beneficios económicos en detrimento de buscar el riesgo o de intentar inventar algo novedoso. ¿Qué ha cambiado entonces desde las primeras películas de fantasía, de espada y brujería hasta ahora? ¿Qué hay que justifique el paso por las salas? Complicado pensar en algo más allá de los impresionantes avances de la técnica y los efectos especiales.

Si se compara cualquier película de este género de los años 80 (o incluso de antes) con Las Crónicas de Blancanieves, se comprueba que, narrativamente, son idénticas. No es que esta película sea diferente a la mayor parte del cine de acción y fantasía actual y en cambio sea muy parecida a las cintas más clásicas; lo que ocurre es que este tipo de cine no ha avanzado prácticamente nada en su fórmula narrativa, pulida hasta la saciedad, y desgastada hasta el punto de resultar extremadamente obvia. Esto podría pasarse un poco por alto (como se hace con ciertos blockbusters similares) si otras virtudes cinematográficas tuvieran cabida en la película, pero en esta nueva entrega de la saga de Blancanieves se convierte en un gran punto en contra, quizá el más grande; una sensación que no se despega de “esto ya lo he visto”. Con otros actores, con otra historia y, desde luego, con peores efectos especiales, pero Las Crónicas de Blancanieves se ha hecho ya mil veces.

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La película es en sí un derroche de estética. Mediante el ya mencionado uso intensivo de los excelentes efectos especiales se crea un mundo de fantasía impresionante: barroco, exagerado y recargado. Pero el problema vuelve: ¿Dónde está la sorpresa, si ya hemos visto casi todo? Cuando se muestra el todo ya no hay lugar para la imaginación; es necesario algo más para que la mente complete los rincones más oscuros, que es una de las grandes razones por las cuales la estética de otras películas de fantasía más antiguas no ha pasado de moda. Los diseños icónicos que conectan directamente con los miedos y fantasías del espectador son sustituidos por el mero epatamiento digital, probablemente más barato y, desde luego, menos necesitado de talentos creativos.

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Y si la estética solo impresiona, no podemos decir lo mismo de la dirección de la película, a cargo de un novísimo Cedric Nicolas-Troyan, que probablemente haya tenido bastante poco que decir en la mayor parte de decisiones importantes de la cinta. Y desde luego no impresiona el apartado actoral, aunque posee tantísimo talento intrínseco que sí se hace realmente interesante verlo en acción. Probablemente los mejores sean un carismático Chris Hermsworth y una Charlize Theron a la que le sienta bien cualquier tipo de papel, incluso aunque este pertenezca al cine más alimenticio, como en Las Crónicas de Blancanieves. El resto del reparto está un tanto intrascendente, más en consonancia con la cinta.

Las Crónicas de Blancanieves no es una mala película (no al menos para la liga en la que juega), pero llega en un clima de total saturación de remakes, reboots, spin-offs y demás formas de escape para la falta de talento, que la hace pasar aún más desapercibida de lo que merecería. El problema de este cine es que no es malo, o bueno; el problema es que es irrelevante: la estética se olvidará, las actrices tendrán papeles mil veces mejores y Blancanieves será recordada por la obra de Disney y no por esta pequeña saga. Cine de consumo rápido que se perderá entre el torrente de estrenos prácticamente iguales.

LO MEJOR:

  • Visualmente impresiona, aunque no inventa.
  • Reparto atractivo en cuanto a nombres y talento.

LO PEOR:

  • Lo hemos visto ya, y no una vez ni dos.
  • Al final no consigue distinguirse, ni hacer relucir nada por encima de la mera corrección.

 

Guillermo Martínez

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Intento de físico que descubrió demasiado tarde que el cine era su pasión. Desde entonces, compagino la carrera con el séptimo arte (el arte que más alegrías me ha dado). Desde los clásicos hasta el cine más actual, todo ha trascendido la mera afición para convertirse casi en una forma de vida. Y qué mejor forma de disfrutar algo tan grande que poder escribir sobre ello.