LA VIDA DE CALABACÍN
A día de hoy estamos familiarizados con la animación más allá de ser un entretenimiento para los más pequeños. Sin embargo, sigue habiendo cierto escepticismo sobre el género. En largometrajes como Chico y Rita (2010) o Anomalisa (2015) el público al que están orientados es claro, pero no en películas como La vida de Calabacín (Ma Vie de Courgette). Claude Barras nos presenta la vida de Calabacín (Courgette), un chico que por trágicas circunstancias pasa a vivir a un hospicio para niños en su situación. Ya con esta breve sinopsis dejamos claro que no se trata de animación para niños, sino de una necesaria reflexión para adultos.
Realizada con stop motion, vemos una ejecución magnífica. La cometa volando, los coches moviéndose, los niños jugando en la nieve… Un trabajo minucioso donde los escenarios son bañados con una fotografía nostálgica (pues, a pesar de sus momentos sombríos, nunca llega a ser triste), que refleja el interior del protagonista y de cada niño del hospicio. Y es que el pequeño Calabacín se ha abierto un hueco entre los títulos que utilizan esta técnica de forma notable.
Todo el halo de inocencia y naturalidad que envuelve la vida de Calabacín y sus amigos hace que no apartes la mirada. Te ríes con ellos, te emocionas con ellos, juegas con ellos, ves a través de la mirada de unos niños atormentados la vida. La amistad se forja como el pilar fundamental del filme, y el hilo de desarrollo de la cinta. La piña que forman y las relaciones entre ellos y los adultos que les rodean aportan luz a un lugar que podría ser sombrío y deprimente.
El guion derrocha sencillez, y no por ello hace que lo que vemos en la pantalla no sea transcedente. No hace falta una historia rocambolesca (aunque sus matices esperpénticos tiene) para adentrar al espectador en la pantalla, basta con un puñado de niños con ganas de ser felices para conseguirlo.
Junto a Calabacín están Camille, Simon, Ahmed, Alice y Jujube, que conforman el conjunto de niños, a cuál más variopinto (con historias que van desde deportaciones hasta padres ausentes y abusos de todo tipo). Vemos aproximaciones a «temas de adultos» como son la muerte o el sexo desde el desconocimiento y la inocencia de la infancia, pero nunca se nubla la alegría. Físicamente los personajes son de ojos grandes, característicos peinados y vestimentas, y no llegan a ser estereotipos de niños con problemas, aun cuando sus historias puedan serlo. Los adultos, salvo Raymond (el policía), quedan en un segundo plano, sirviendo de colchón para que se desarrollen los personajes que verdaderamente van a llevar la historia.
Nominada a los Óscar a Mejor película de animación, La vida de Calabacín es una película imprescindible para los fans de la animación, pero también para los más escépticos. Con una sensibilidad y un humor que te atrapan y divierten hasta el final, solo te quedas con ganas de más aventuras. Podréis (y debéis) disfrutar de ella en cines a partir del 24 de febrero.
LO MEJOR:
- La sensibilidad y naturalidad con la que se tratan temas muy delicados.
- Como espectador, la forma de ver la vida como un niño de nueve años.
- La ejecución y realización en stop motion.
LO PEOR:
- Los 70 minutos que dura se hacen demasiado cortos.
Cristina Domínguez