EUROVISIÓN ES POLÍTICA, PERO NO COMO CREES
Partamos de la base de que todo es política. Dónde compras la fruta o la ropa, cómo gestionas tus residuos, de qué forma tratas a un trabajador del sector servicios o cómo se distribuyen las tareas y cuidados en tu hogar. Si insultas a un árbitro en un campo de fútbol e incluso qué insultos le profieres, en caso de que haya una fuerza paranormal que te impida disfrutar un espectáculo deportivo sin desatar tu ira. Lo personal es político. Eurovisión es política también, y este año parece más evidente que nunca.
El cuñadismo (hablar con una seguridad pasmosa de algo que desconoces) es un mal endémico que, por supuesto, también afecta al mundo eurovisivo. Por eso, y por ser un mantra mil veces repetido, muchos achacan a cuestiones geopolíticas que España lleve justo 50 años sin ganar el festival. Esta teoría es tan fácilmente desmontable que solo hace falta comprobar qué países han resultado ganadores en lo que llevamos de siglo. En las últimas 19 ediciones se han producido victorias de países bálticos (Estonia y Letonia), escandinavos (Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca), centroeuropeos (Austria y Alemania), mediterráneos (Grecia, Turquía e Israel), repúblicas ex soviéticas (Rusia, Ucrania y Azerbaiyán) y ex yugoslavas (Serbia) e incluso el país con menos vecinos del continente: Portugal.
Si España no gana Eurovisión es porque lleva 50 años sin enviar la mejor propuesta de todas las que se presentan en cada edición, que poco tiene que ver con cuestiones políticas. Entiéndase como mejor propuesta aquella cuya canción, interpretación y puesta en escena reúne un mayor consenso entre los casi 200 millones de espectadores (datos de 2018) que siguen el festival.
Eurovisión nació en 1956 con el fin de unir a los pueblos europeos a través de la música y aliviar enemistades tras la Segunda Guerra Mundial. Esta idea naíf y romántica pensada por Marcel Bezençon, expresidente de la UER (Unión Europea de Radiodifusión), introducía un elemento clave para que los ciudadanos europeos empatizaran con otros estados miembros: el espectador no puede votar por la candidatura de su propio país.
Desde su nacimiento, las reglas han ido cambiando y ganando en complejidad, pero hay una que se mantiene vigente desde entonces: las letras de las canciones no pueden introducir contenido político. Con el paso de los años, la organización del Festival se ha relajado un poco con este tema y se han permitido algunas licencias, siendo la más evidente ‘1944’, el tema con el que la ucraniana Jamala ganó en 2016 y que habla de la deportación de los tártaros de Crimea en la década de los 40.
La política se hace protagonista en 2019
Eurovisión 2019 nació con polémica desde el mismo instante en el que la israelí Netta Barzilai se proclamó ganadora en 2018. Como mandan las normas del festival, el país ganador acoge la celebración de la siguiente edición, y muchas voces han llamado al boicot del certamen por sus crímenes de guerra contra el pueblo palestino. El país ya viene recogiendo durante años críticas constantes por su abuso del denominado pinkwashing (estrategia que utilizan gobiernos, empresas e instituciones para ocultar sus políticas represivas tras una imagen de “simpatía” hacia los sectores LGTBI) en Tel Aviv y se considera que Eurovisión es un perfecto mecanismo de propaganda para la causa.
Pareciendo querer contentar a sus enemigos, la televisión pública de Israel ha decidido producir y emitir justo antes del certamen la serie de ficción Duz Pua, cuya trama consiste en que un representante francés en Eurovisión, homosexual y de origen musulmán, decide participar en el festival para cometer un atentado terrorista. No parece casualidad que justo sea el perfil de Bilal Hassani, el candidato real de Francia en 2019, que amenazó con abandonar la competición si la cadena no retiraba el proyecto de su parrilla:
España también se mete en el ajo
El legítimo debate sobre acabar con la idea original de Marcel Bezençon y aprovechar la emisión no deportiva más vista a nivel mundial como altavoz para causas políticas también ha llegado a la preselección española. Si bien nuestro representante Miki Núñez ha decidido mantener un bajo perfil al respecto, sus entonces contrincantes Alba Reche, María Villar y Natalia Lacunza manifestaron más o menos abiertamente su rechazo a participar en un evento organizado por un país que viola sistemáticamente los Derechos Humanos. Las tres intérpretes formaban parte de la preselección por el simple hecho de haber concursado en la última edición de Operación Triunfo, e incluso se acusó a María Villar de actuar con desgana en la Final Nacional porque hasta esa noche era la favorita en las encuestas para representarnos (solo hay que ver otras actuaciones de la madrileña para ver que esto no se sostiene demasiado).
Jamala la buena / Jamala la mala
Si hablábamos de cómo Jamala consiguió ganar Eurovisión 2016 con un tema de contenido político y una interpretación sobrecogedora, la ucraniana ha sido noticia hace apenas un par de meses por motivos mucho menos agradables. Miembro del jurado de la preselección de Ucrania en 2019, aprovechó la victoria de su compatriota Maruv para preguntarle en directo si consideraba a Crimea como parte de Ucrania. La intérprete, visiblemente sorprendida, apenas acertó a darle la razón:
Pocos días después, Maruv anunciaba su renuncia a participar en Eurovisión denunciando que se le exigía firmar cláusulas abusivas que le prohibían actuar en Rusia o hablar con periodistas sin el previo consentimiento de la delegación ucraniana. «Si firmo, me dejan en condiciones de esclava», afirmó la cantante. Sus suplentes se negaron a reemplazarle y finalmente Ucrania no participará en Eurovisión 2019. ‘Siren song’, el tema que iba a presentar en Tel Aviv, era uno de los favoritos en las encuestas antes de su retirada:
Italia, Salvini y la xenofobia
Pocos minutos después de la victoria en San Remo (la preselección italiana) del cantante italo-egipcio Mahmood, el ultraderechista Ministro del Interior Matteo Salvini criticaba la elección del jurado en Twitter: «Mahmood… mah… ¿Es la canción italiana más bella?». Al político, conocido ya en todo el continente por sus xenófobas políticas antimigratorias, debió escocerle que un chaval de la periferia milanesa e hijo de egipcio represente a Italia en Eurovisión con una canción que además incluye un verso en árabe (Waladi waladi habibi ta’aleena / Hijo mío, hijo mío, amor, ven aquí). Mahmood es a día de hoy uno de los favoritos para ganar gracias a ‘Soldi’, un tema de corte urbano que está gustando bastante en el continente y que lleva 62 millones de visualizaciones en Youtube:
Las férreas medidas de seguridad probablemente impidan cualquier tipo de manifestación activista a ojos del espectador, pero a poco más de un mes de la celebración de Eurovisión, parece que el festival ha fracasado este año en su intento de dejar las cuestiones políticas al margen de la fiesta.
Fon López