EL PAPA FRANCISCO: UN HOMBRE DE PALABRA
LOS ANTECEDENTES
La última vez que nos dimos cita en la pantalla grande con el ídem Wim Wenders, el resultado fue Inmersión. Aquel pastiche melodramático levantado a pulso por Alicia Vikander y James McAvoy sabía a poco, sabía a compromiso. Un año después, y ahora pasando por Cannes en lugar de San Sebastián, el bueno de Wenders nos trae El papa Francisco: un hombre de palabra. Concebida como una gran entrevista, acompañando al que fuera cardenal Bergoglio, la película nos llega casi sin ruido de la prensa especializada presente en Francia, lo cual nos alerta del poco espíritu crítico que tiene. Esta no es, ni mucho menos, la primera inmersión del director en el documental. Así, firmó en 2014 la excelente La sal de la tierra, y antes, en 2003, su mejor pieza de no ficción: The Soul of a Man.
LA PELÍCULA
Más allá de las ideas preconcebidas que podamos tener, un documental sobre la Iglesia católica que cuenta con el beneplácito de esta nunca parece una propuesta interesante. Seamos sinceros: ¿Qué interés, más allá de para los practicantes, puede tener el branded content más sacro? ¿Por qué sentarnos durante 90 minutos a ver un anuncio de una de las instituciones más turbias de cuantas importan en nuestra sociedad?
Sentarse frente a El papa Francisco: un hombre de palabra es, como ya se imaginan, un ejercicio de arraigo. La nueva película de Wim Wenders es un reflejo fiel del papa menos papista de la historia, pero cojea severamente cuando intenta reflexionar más allá de la alargada silueta del argentino. El filme, lo más parecido a un perfil periodístico que ha firmado nunca el alemán, se queda en la superficie de lo que podía haber sido y termina en un biopic hagiográfico que no busca cambiar percepciones, sino asentar las que ya se sienten tibias.
Para que se hagan una idea, todo lo que imaginan está ahí: Francisco hablando de no servir a los poderes fácticos desde el Estado más rico del mundo, de no ser vanidosos desde la institución (desde una habitación forrada en pan de oro) y de inspirar al mundo mientras esquiva sacrosantamente las preguntas sobre la pederastia sistemática. Al final, Wenders no engaña a nadie: Francisco es un hombre de palabra. Solo de palabra.
ELLOS Y ELLAS
En la película, solo hay un él. O un Él, si quieren. Mario Bergoglio monopoliza casi por completo su perfil, aunque también hay algunas intervenciones del exvicepresidente de EE. UU. Joe Biden o el presidente boliviano Evo Morales. Al tratarse de un documental, uno presupone que el papa Francisco no actúa, y no se puede baremar, pero sí muestra calma ante los temas peliagudos. Si se tratara de un trabajo de ficción, el protagonista cumpliría con creces. Sí, señor. O Señor, claro.
LA SORPRESA
Como ya viene siendo habitual en los publidocumentales, la sorpresa es que no hay ninguna. Lo que podría haber sido una gran oportunidad de romper barreras de manera definitiva y señalar con el dedo condenatorio de la máxima autoridad eclesiástica se convierte en un gran desaguisado buenista. La alarma, pues, radica en la decepción más hiriente. Esperábamos mucho más.
LA SECUENCIA / EL MOMENTO
Durante una de las conferencias en las que vemos al papa Francisco, en Filadelfia y ante un grupo de familias ultracatólicas, Bergoglio reflexiona sobre las dificultades que puede haber en los núcleos. Después de unos cuantos chascarrillos, el papa remata: «En la familia puede haber dificultades, pero se superan con amor». Para lo de las ayudas a la cooperación robadas y el amor por las víctimas, vuelva usted otro día.
TE GUSTARÁ SI…
Quieres ver un muy buen anuncio del papa Francisco y su labor de lavado de cara a la Iglesia católica. O si no te importa apagar un momento tu visión más cínica del mundo.
LO MEJOR
- Que detrás esté Wim Wenders.
- La banda sonora, muy bien elegida, y que acompasa épicamente ciertos momentos.
LO PEOR
- Que detrás esté Wim Wenders.
- Lo elíptica que se vuelve por momentos en la manipulación de los tiempos.
- Su nulo espíritu crítico.
Matías G. Rebolledo