ESPECIAL HAYAO MIYAZAKI: EL CASTILLO DE CAGLIOSTRO
Es un gran tesoro para la humanidad.
Desgraciadamente es demasiado grande como para llevármelo.
No sabría dónde meterlo.
Lupin, El castillo de Cagliostro
Hayao Miyazaki es uno de los mejores y más reconocidos directores de animación del mundo, además de ilustrador, animador, guionista, productor… Con decenas de obras en las que ha participado en una u otra función, ya pensábamos que no volveríamos a ver nuevos trabajos salidos de su imaginación, pues afirmó que se retiraba tras dirigir El viento se levanta (2013). Pero para alegría de sus seguidores, en febrero de este año, el Studio Ghibli publicó un comunicado oficial en el que se anunció una nueva película dirigida por el maestro japonés para 2019. Para celebrar esta gran noticia, y como homenaje al maestro Miyazaki, en El Palomitrón hemos decidido repasar cronológicamente los largometrajes que ha dirigido hasta el momento. Comenzamos con El castillo de Cagliostro, una obra considerada menor que, aunque alejada por temática y estilo de las obras que le han hecho famoso, ya anticipaba muchas de las características de su carrera posterior y de lo que haría en Ghibli.
Miyazaki trabajó en Toei Animation varios años, pero dejó la compañía junto a otros animadores por una serie de problemas internos. Pasado un tiempo, fue requerido para formar parte del equipo artístico de Lupin III, una serie de televisión basada en el manga Lupin III, de Monkey Punch (seudónimo de Kazuhiko Kato). En ella se narraban las divertidas aventuras de un ladrón de guante blanco y sus compinches, que recorrían el mundo tratando de hacerse con grandes tesoros. Miyazaki dirigió 14 episodios de la ficción, para después pasar a trabajar en otros proyectos, como Conan, el niño del futuro. Tras varios años desconectado de la serie y de su universo, se le ofrece la oportunidad de dirigir el segundo largometraje protagonizado por el caco. De ahí surge El castillo de Cagliostro.
Su argumento es el siguiente: Lupin y Jigen roban en el casino de Montecarlo, pero el protagonista pronto descubre que el dinero es falso, así que se decide a descubrir el origen del mismo y llega hasta el ducado de Cagliostro. Nada más atravesar la frontera, se cruzarán con una muchacha vestida de novia que huye en coche de un grupo de hombres que la persiguen. Lupin no dudará en intentar ayudarla, pero, tras un accidente, la chica es raptada. Poco después sabrá que es Clarisse, heredera del ducado, que está prometida con el conde de Cagliostro. El protagonista, que se ha quedado prendado de ella, insistirá en rescatarla de su cautiverio y, de paso, descubrir la procedencia de los billetes falsificados.
La historia es un típico relato de aventuras, con un guion directo, lineal y redondo, y final cerrado. El argumento es sencillo y se puede considerar para todos los públicos, un entretenimiento ligero, no como en el resto de sus obras, mucho más complejas, adultas y trascendentales. Miyazaki aseguró en su momento que “El castillo de Cagliostro era como unas ventas de saldo de todo lo que había hecho en Lupin y durante mis días en la Toei. No creo que añadiese nada nuevo”. Quizá tenía que atenerse a las premisas de la serie original y eso constriñese su creatividad. Pero lo cierto es que sí que dejó su sello personal en ella, destacando los cambios en el protagonista, que es pícaro, inteligente y muy divertido, alejado del egoísta, lascivo y ladrón con muy pocos escrúpulos del manga, o en el rediseño de los personajes, cuyas facciones se suavizan y redondean.
El castillo de Cagliostro tiene un ritmo trepidante, deja poco tiempo para la reflexión. De sus escenas son más que destacables la inicial del robo en Montecarlo, la persecución en coche y el final en la torre del reloj, que la desmarcan de la animación que se hacía hasta ese momento (recordemos que la película es de 1979). Los escenarios son tratados con gran detalle, como es habitual en las películas de Miyazaki, y hay hasta un helicóptero de aire steampunk, similar a los aparatos voladores que aparecen en otras de sus creaciones. Queremos reseñar también los interiores del castillo, repleto de recovecos, trampas y laberintos, y sus paredes a rebosar de obras de arte más que reconocibles, como El juramento de los Horacios, de Jacques-Louis David.
Quizá esta película no la podamos considerar como “de autor” o un “Miyazaki 100 %”, pero está claro que es una clara precursora de lo que estaba por venir. Aunque el protagonista es un hombre que quiere ser un “príncipe azul” para un desvalida princesa, esta intentará no ser solo una damisela en peligros. Clarisse es independiente, se sacrificará por él en más de una ocasión y se nos revela como su salvadora en un recuerdo del delincuente. El propio Lupin y sus compinches se descubren como seres nobles y dejan de lado su egoísmo por un fin superior. Siguiendo con los personajes, no podemos olvidarnos del villano, el conde de Cagliostro, quizá el único malvado sin remisión de toda la obra del director, pero con una personalidad llena de matices y multitud de detalles en su comportamiento y actitud que hacen que no podamos considerarlo plano en absoluto. Y, aunque tampoco tiene el dramatismo ni el mensaje de obras posteriores, aquí se habla del poder, del dinero, de la corrupción política, e incluso se hace un alegato ecologista, relacionado con el verdadero tesoro que se escondía en el ducado de Cagliostro.
La obra fue un fracaso de taquilla, quizá porque los seguidores de la serie original no supieron encajar los cambios que sus personajes favoritos habían sufrido. Pero sí caló hondo en profesionales de la industria de la animación, como John Lasseter (el director creativo de Pixar y director, entre otras, de Toy Story y Cars), que conoció El castillo de Cagliostro cuando trabajaba en Disney y dice de ella: «Era una película que no trataba al espectador como a un niño, que contenía una de las escenas de acción más brillantes del cine. ¡No estaba solo en el mundo!». O el mismísimo Steven Spielberg que aseguró que era “una de las mejores películas de aventuras de la historia”. Y para la generación posterior de espectadores fue toda una revelación, siendo elegida en 1995 como una de las diez mejores películas de anime de todos los tiempos. Hoy consideramos El castillo de Cagliostro como una ópera prima más que reseñable. Una obra divertida, ingeniosa y que emparenta con clásicos de aventuras como Robin Hood, Los tres mosqueteros o cualquiera de las novelas de Julio Verne. El anticipo de todo lo que la animación podía llegar a dar de sí y de lo que Hayao Miyazaki iba a significar para la cinematografía universal.
https://youtu.be/F_TJOsAtP40
Rocío Alarcos