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THOR: RAGNAROK

En 2014, Taika Waititi codirigió, coescribió y coprotagonizó un falso documental sobre vampiros, Lo que hacemos en las sombras. Tomó el concepto absurdo, casi estúpido, de un grupo de vampiros compartiendo piso en pleno siglo XXI en Nueva Zelanda y lo convirtió en un This is Spinal Tap moderno: la película, convertida en cine de culto por los fans del género de forma casi instantánea, presenta un elenco de inolvidables y estrambóticos personajes en situaciones aún más estrambóticas repartiendo líneas de diálogo profundamente memorables (¡si te vas a comer un sándwich, te gustará más si sabes que nadie se lo ha follado!), así como la subversión de tropos más habituales del género. No nos vamos a engañar: Thor: Ragnarok es un poco más convencional que la película anteriormente nombrada, pero sí sigue la estela de un director que se une a la lista de James Gunn, Scott Derrickson y los hermanos Russo como las voces más originales dentro del universo cinematográfico de Marvel.

Las películas en solitario del Dios del trueno no habían dado con las teclas adecuadas. La tragedia shakesperiana con aires de posmodernidad de Kenneth Branagh en Thor, y la obsesión por la crudeza temática enmarcada en una clasificación por edades errónea de Alan Taylor en Thor: El mundo oscuro habían marcado, junto al desastre a múltiples niveles de Jon Favreau en Iron Man 2, los puntos más bajos del universo compartido con Los Vengadores. Por suerte, Thor: Ragnarok inyecta al personaje altas dosis de autoparodia apoyándose en la comedia autoconsciente. Se hurga en el diseño de producción, en las localizaciones, en previas aventuras de la saga, e incluso en el propio argumento de la película, venerando la estética de los cómics de Kirby en un viaje que abandona toda liturgia de sus pasadas entregas y se lanza hacia una fuga narrativa en forma de la space opera más irreverente, alocada y vivaz a ritmo de beat y sintetizador ochenteros.

La historia arranca en cuanto Hela (Cate Blanchett, que ha tenido actuaciones mejores), la hermana mayor que Thor y Loki no sabían que tenían, vuelve para cumplir una antigua profecía del imaginario mitológico nórdico (el Ragnarok), que predice una batalla épica y la destrucción del reino de Asgard. Como resultado de este reencuentro, Thor pierde el martillo y es exiliado en un lejano planeta-vertedero, Sakaar, en el que es vendido como esclavo y obligado a luchar en una arena de gladiadores. Lo rocambolesco de su argumento no nos prepara para una bonita estructura narrativa y un gran uso de los tropos del género para trazar un discurso paralelo sobre el crecimiento de Thor como persona, y sobre los deberes para con su pueblo. Pese a que la película cuenta con un buen desenlace, lo mejor es su acto central, donde se rinde la mayor parte de autoparodia del filme de la mano de un Jeff Goldblum cuyo único propósito es reírse de la teatralidad y ridiculez subyacente a todo el tinglado que hay montado en el culo de la galaxia (llamarlo así no es fortuito), y de Tessa Thompson (el primer personaje LGTB del universo marvelita), una irónica Valkiria renegada de Asgard cuya presencia en la próxima entrega de Los Vengadores ya está confirmada.

Más allá de la insustancialidad de la historia y sus personajes, y la evolución mecánica de sus narrativas, el error de las aventuras de Thor en solitario radicaba sin duda en el querer tomarse al superhéroe demasiado en serio. Con Thor: Ragnarok esto ha dejado de ser un problema: juntamente con la brillante decisión de abrazar la ridiculez, se encuentra la épica que, con su seriedad, las otras entregas tampoco habían conseguido trasmitir. Y la verdad es que se pone difícil a quién agradecérselo: ¿a los acreditados como coguionistas Eric Pearson, Craig Kyle y Christopher L. Yost? ¿a su director Taika Waititi? ¿o al superlativo reparto, quien según el director improvisó el 80 % de las líneas de diálogo? Quizás (y eso es lo más bonito) se lo debemos un poco a todos.

LO MEJOR:

  • La exploración de las dinámicas de amistad entre superhéroes.
  • La autoparodia.
  • La fotografía de Javier Aguirresarobe.
  • El colorista diseño de producción.
  • La exuberante colección de personajes secundarios.

LO PEOR:

  • La villana.

 

Pol Llongueras

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