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Crítica de SK8 the Infinity destacada - El Palomitrón
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SK8 THE INFINITY: REINVENTANDO EL SKATE

Nada en esta vida se libra de los efectos del paso del tiempo. Creo que todo tiene su momento, que todo posee un ciclo de vida más o menos duradero con sus puntos mínimos y máximos. Las fiebres, las modas, difícilmente sobreviven a los embates del tiempo y a la continua sucesión de tendencias. El skateboarding y la cultura urbana asociada a este deporte tuvo su momento de gloria en la década de los 90 y comienzos de siglo; la era del grafiti, de los pantalones caídos, de los Bad Religion, Sum 41, Blink 182, Green Day y las tardes de piques por conseguir la máxima puntuación posible en los videojuegos de turno de Tony Hawk, leyenda viva del skate. No negaré que este ejercicio de hemeroteca me hace sentir un poco como un «señor mayor» que mira con asombro lo que antes era campo y ya no, que echa un vistazo atrás y resopla al ver cuánto ha cambiado todo en este lapso de tiempo. En cierto modo, SK8 the Infinity se siente como un producto anacrónico, una ficción propia de una época y una cultura del pasado de la que cabría esperar grandes dificultades a la hora de integrarse en un contexto como el actual. Eso es lo que pensaba al ver las primeras pinceladas del proyecto, pero me equivocaba. Hiroko Utsumi y el estudio Bones saben lo que hacen

Utsumi, que ya cuenta con experiencia en dirección con proyectos previos como Free! o Banana Fish, lidera una de las escasas series originales de esta temporada de estrenos. Bajo el buen hacer técnico que proporciona Bones, SK8 the Infinity es una de esas series que da más de lo que podría parecer si se le da la oportunidad; si se deja llevar por el vistoso y refrescante imaginario visual que plantea, por lo excéntrico del filtro japonés que se le aplica y, por supuesto, por la pasión que exhalan sus personajes por el deporte.

Crítica de SK8 the Infinity tienda - El Palomitrón

¿Qué es la felicidad? Una cuestión realmente complicada dependiendo de a quién se le pregunte. SK8 The Infinity abre el telón con su protagonista formulando esta misma pregunta mientras surca el asfalto urbano con su skate. ¿Acaso la felicidad se logra al amasar una gran fortuna? ¿Al tener éxito o ser respetado? ¿Quizá al llegar a una buena universidad y labrarse una impoluta trayectoria educativa? Para Reki, la felicidad no es nada de esto. Sabe lo que es, y aunque no lo diga explícitamente, la sonrisa y el brillo en sus ojos al ejecutar una de sus tantas maniobras le delatan. El skateboarding es su mundo, y el espíritu de libertad, diversión y cierta rebeldía inherente, su anhelo. Uno que comenzará a compartir con Langa, un nuevo compañero de clase de nacionalidad japonesa y canadiense que, precisamente, abandona Canadá para volver a Japón con su madre. Poco a poco, Reki y Langa irán estrechando lazos y adentrándose en el submundo de las peligrosas carreras de skate.   

Lo cierto es que SK8 the Infinity no aspira a grandes ambiciones ni grandilocuencias a nivel argumental; aquí no hay espacio para sueños de grandeza o hercúleos objetivos. Precisamente, es la ausencia de esa ambición propia del spokon la que convierte a la nueva obra de Bones en un reducto de confort más cercano a los sentimientos de cualquier practicante medio de una disciplina deportiva. Si hay un cariz que Hiroko Utsumi parece querer remarcar en el título de marras es el de que la diversión siempre debe ir por delante de cualquier otra faceta. La competitividad no es algo malo per se, pero sí puede llegar a provocar una serie de comportamientos tóxicos que empañan la visión e idea primigenias del deporte, que distancian y crean frustración. Y aunque SK8 the Infinity no abandone el componente competitivo —es un deporte, al final y al cabo—, sí lo formula desde otro prisma, desde ángulos que conciben el «premio» como el propio aprendizaje o la consecuente mejora fruto del esfuerzo.

Crítica de SK8 the Infinity Reki Langa - El Palomitrón

Se podría decir que Utsumi juega con el concepto de lo competitivo desde dos vertientes muy diferenciadas. La primera, la que se extrae de la propia ambición de Reki por querer mejorar en un deporte que ama y que se extiende a su relación con Langa, haciendo éste último las veces de aprendiz. Sin embargo, la dilatada experiencia de Langa en la práctica del snowboard enriquece aún más una relación que se beneficia de otra disciplina y amplía los mecanismos sobre los que se rige el deporte objeto de la ficción, convirtiéndolo en el proceso en algo maleable y orgánico. Mientras que este punto de vista de la competitividad es puramente individual, el otro tiene que ver con las consideraciones sociales que conocemos. Ahí es donde SK8 the Infinity muestra su particular visión y ecosistema urbano del skateboarding; a través, por supuesto, de un código visual tan atractivo como excéntrico, con un elenco de personalidades esculpidas con la característica socarronería japonesa

La otra competitividad que muestra Utsumi es la que se cuece entre los corredores que compiten en la «S», un circuito clandestino de gran riesgo que se eleva sobre lo que antaño era una mina. Lugar de culto y congregación para los más fanáticos del deporte, la «S» es también el escenario donde los alter ego de los corredores más mediáticos rivalizan entre sí. Es en este apartado donde Bones apuesta por lo excéntrico a nivel visual para ilustrar a unos personajes que rozan la exageración en sus diseños y lo histriónico en su caracterización —con el apunte negativo de que, por el momento, el casting femenino es inexistente—. Personajes que parecen sacados de un JRPG nipón con especial atención al que, parece ser, la figura antagónica de la serie: un señor muy intenso que escucha semidesnudo a Beethoven mientras fantasea al ver las habilidades de Langa —¿alguien ha dicho Hisoka?—. Pero aunque puede parecer que toda la grandilocuencia visual con la que aborda Utsumi y su equipo la serie puede expulsar al espectador de la ficción, sucede todo lo contrario, le convence y le introduce fácilmente en su particular submundo.

Fuente: Sakugabooru

Parte de la culpa es de la excelente introducción y presentación que tiene la serie. Desde los primeros compases es fácil entrar en la dinámica de la pareja protagonista, cuyas personalidades, además, se ven reforzadas por su diseño: el descaro y la impulsividad de Reki (rojo) y el carácter introvertido y la aparente seriedad de Langa (azul). Es un sencillo juego cromático cuyo funcionamiento en lo visual acompasa la química que surge entre ellos fruto del interés y la querencia hacia una disciplina deportiva que, como decía, se beneficia de la inclusión de las artes del snow. SK8 the Infinity se siente como una miscelánea proclive a la improvisación deportiva. Lo lleva en su propio código genético, y por eso tampoco muestra ninguna vergüenza al ilustrar su exótico y extravagante ecosistema. Su narrativa reniega a apuntar demasiado alto, se contenta con bailar al son de un slice of life juvenil-deportivo que vuelca prácticamente toda la tensión en las carreras y del que se puede extraer alguna lectura con algún que otro potencial punto dramático. 

El guion de SK8 the Infinity tiene un tono desenfadado del que es fácil contagiarse, con la inclusión de tintes de comedia que, sin llegar a ser recursiva, sí es eficaz. Pero, sin duda, una de las mayores fortalezas de la producción es la representación artística y el esfuerzo técnico por parte de Bones. Porque construir una ficción actual a partir de los cimientos de una cultura urbana ajena a los tiempos actuales no sería nada fácil si no fuera por el excelente trabajo de fotografía, color, música y dirección artística en general, que dotan al conjunto de un gran atractivo y magnetismo especial. Mención aparte, por supuesto, al especial nivel de detalle y despliegue en términos de animación, con interesantes ejercicios de cámara y kinestesia en las carreras, ofreciendo cotas de calidad excelsas que tienen muy poco que envidiarle a productos de corte similar.

Fuente: Sakugabooru

SK8 the Infinity es una propuesta sincera que no busca ser esquiva, pues tiene muy claro qué ofrecer y adónde apuntar. Su tratamiento de la cultura del skate es tan atractivo como excéntrico, y las dinámicas entre sus personajes consiguen que sea increíblemente fácil y orgánico querer seguir su aprendizaje y ver hasta dónde son capaces de llegar no necesariamente para ganar, sino para sentirse bien consigo mismos. El trabajo de Hiroko Utsumi transmite la pasión y la diversión con un tratamiento que ojalá se viera más a menudo: el de la humildad, el de disfrutar sin la necesidad de la consecución de grandes hazañas

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.