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SIN RODEOS

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 LOS ANTECEDENTES

Santiago Segura vuelve a la dirección. Sin Torrente y con Maribel Verdú como protagonista. Así se anunció el proyecto que es Sin rodeos, la adaptación de una comedia chilena que salió adelante gracias a Netflix. Segura detrás de las cámaras es sinónimo de taquillazo, a los datos nos remitimos. Con más de 13 millones de espectadores a sus espaldas, el realizador madrileño optaba, eso sí, por una comedia coral. En Sin rodeos tienen papeles de peso televisivos como David Guapo, Cristina Pedroche o Cristina Castaño, y los cameos de Candela Peña, Enrique San Francisco y Florentino Fernández son un detalle importante que tener en cuenta. Hasta Cañita Brava, claro. Con el éxito que ha tenido otro remake como Perfectos desconocidos y los manierismos contenidos de Segura, parece que la fórmula de la recaudación está escrita. «Es una comedia empoderada», dice el director.

LA PELÍCULA

Hay una escena, en Sin rodeos, en la que Maribel Verdú está llegando tarde a todo. En un cruce, la Candela Peña más desatada que recordamos no le cede sitio en un atasco y todo empeora. Pócima chapucera mediante, los caminos de los dos personajes se vuelven a encontrar. Lo que sigue es un cruce de improperios que termina en puñetazo. Sin desvelarles mucho más, eso es esta película. Un manual arquetípico del planteamiento, conflicto y resolución de la manera más básica. Se puede criticar a Sin rodeos por prefabricada y hasta por insensible (el único rumano que sale, roba), pero no se puede decir que engañe a nadie. Al hilo de lo que sucede con una de las películas del año como Lady Bird, y salvando todas las distancias que tengan a bien en su propio criterio, la película exige una identificación con el personaje central que, de no conseguirse, tumba por completo la propuesta. Al final, el filme descansa casi por completo sobre un buen guion, y alguno incluso verá un trasfondo, pero hay sonido metálico si empezamos a excavar con la pala.

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ELLOS Y ELLAS

Como decíamos, la fortaleza de los diálogos es lo principal en Sin rodeos, y esos diálogos no serían más que tinta diluida sin las interpretaciones. Maribel Verdú, cada vez más cómoda en esto de la comedia mainstream (aún tiene por estrenar Superlópez), defiende muy bien su papel de mujer pilar, de esas de las que todo depende y no pueden depender de nadie. Aunque, no nos engañemos, la nula pretensión artística de la cinta no exigía ni mucho menos un tour de force.

Más allá de Verdú, que copa casi todo el metraje, es de rigor destacar la actuación de Candela Peña. En la escena mentada, la triple ganadora del Goya roba por completo la película y brilla en su faceta barriobajera. Todos los insultos que se imaginen y de la manera más creíble posible. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

LA SORPRESA

Los prejuicios. La causa de muerte número uno entre los críticos. Sin ser ninguna maravilla del séptimo arte, Sin rodeos ofrece un divertimento que peca de querer gustar demasiado, pero muestra un esfuerzo de adaptación a los nuevos tiempos. Perogrulladas aparte, resulta sorprendente que el creador de Torrente haga una película así. El juicio, como siempre, es suyo.

CRITICA SIN RODEOS

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

¿Les hemos hablado ya de cuando sale Candela Peña y se pelea con Maribel Verdú? Pues eso. Azúcar, castañuelas y más chicha que limoná.

TE GUSTARÁ SI…

Puedes quitarle a la película las mil y una capas de envoltorio industrial, no le tienes una tirria absurda a los televisivos que copan el filme y estás preparado para un entretenimiento llano y sin más pretensión que la de llevar a la gente al cine. Para bien, una comedia; para mal, una prefabricada.

LO MEJOR

  • La actuación de Maribel Verdú echándose la película a la espalda.
  • El cameo de Candela Peña (por exquisito) y el de Cañita Brava (por nostálgico).
  • Se agradece el esfuerzo de intentar agradar, con sus matices.

LO PEOR

  • La canalización de conductas: si quieres adaptarte a los tiempos, ve hasta el final, ¿no?
  • Lo prefabricado del producto final y que esa palabra, producto, sea la más conveniente.

Matías G. Rebolledo

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