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Crítica de la segunda temporada de One Punch Man destacada - el palomitron
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ONE PUNCH MAN 2: LUCES, SOMBRAS Y MONSTRUOS

El medio audiovisual tiene el lenguaje, los recursos y el potencial para encandilar a una porción del público mucho mayor que el literario u otros artísticos como el caso del cómic. Preferencias tiene cualquiera, pero es innegable que la idiosincrática «pasividad» por parte del receptor y la espectacularidad visual del primer medio son un punto a favor para muchos. También es innegable que el éxito de este tipo de formato se traduce en la gran mayoría de ocasiones en un auge de las ventas del material original. Aparentemente es una ecuación perfecta donde todos ganan; unos por engrosar sus arcas del brillante capital económico, otros por contar con una amplia variedad de opciones donde elegir. En 2015 One Punch Man rompió cualquier barrera geográfica con la misma potencia que la de un puñetazo de Saitama partiendo a un enemigo en dos mitades. Y lo hizo porque Madhouse confeccionó un producto de animación excelso en todas y cada una de sus facetas: dirección, animación, dibujo, fotografía, guion, composición musical… Shingo Natsume era la cabeza visible de un proyecto compuesto por la flor y nata del campo de la animación nipona. Ahora, algo más de tres años más tarde, regresa el héroe, regresa One Punch Man; pero ahora su dueño es otro. Madhouse abandona el barco, y con él lo hace también Natsume. J.C.Staff coge el testigo y lo hace con Chikara Sakurai a cargo de la dirección, y nombres como Chikasi Kubata (diseño de personajes), Tomohiro Suzuki (guion) o Makoto Miyazaki (composición musical) que repiten en esta esperada secuela.

Crítica de la segunda temporada de One Punch Man Saitama - el palomitron

Lo que era expectación y un ansia casi desmesurada por saber más acerca de las aventuras de Saitama, Genos y compañía se cubrió de un enorme velo de incertidumbre. El cambio de estudio no auguraba nada bueno para un público que previamente degustó un producto que, recalco, ni era ni es habitual ver en el mercado. Y es que el exceso de expectativas es negativo, así como las comparaciones odiosas. La One Punch Man de Madhouse fue una rara avis, la excepción dentro de un mercado enormemente saturado donde los tiempos de producción y los recursos económicos asfixian a los creadores. Y entiendo que un gran segmento del público mire con recelo y cierta desgana la One Punch Man de J.C.Staff, puede que motivos no le falten. Pero preferiría abstenerme en cierta medida y no echar más sal en la herida. Porque por encima de las dos producciones de One Punch Man está la original, la One Punch Man de ONE. Y también la de Yusuke Murata. Porque puede que en términos de producción esté varios niveles por debajo de lo esperado. Puede que la animación flaquee, sobre todo en las escenas de acción. Pero si algo es seguro es que la esencia permanece intacta. Que las señas de identidad, parodia y crítica de ONE prevalecen. Y mientras así sea, es complicado que One Punch Man decepcione.

El regreso del héroe

One Punch Man 2 abre haciendo uso de su particular sutileza, con la trivialidad del día a día del hombre más poderoso del mundo y su aprendiz y compañero de piso cyborg. Bolsas de compra y un breve repaso a aquello que falta por comprar. Porque a pesar de construir una sociedad regida por el binomio superhéroe-villano, así como servirse del caos y la espectacularidad, ONE crea un protagonista que a menudo parece preocuparse más por las ofertas del súper que de las amenazas de una criatura de dimensiones mastodónticas. Si la primera temporada sirvió para conocer a Saitama y su pesar, a un variopinto grupo de personalidades y el funcionamiento de su sociedad, One Punch Man 2 construye sobre tierra firme e incorpora nuevos personajes de peso, así como la figura de un villano que difiere en cierta medida de lo anteriormente visto. El planeta está peligro y la Asociación de Héroes en máxima alerta debido al vaticinio de que en un plazo de seis meses la Tierra experimentará el mayor de sus peligros. El escenario idóneo para que el lobo afile sus garras.

Crítica de la segunda temporada de One Punch Man King - el palomitron

Hablaba de personajes de peso, y el primer nombre en darse a conocer es el de King. Héroe profesional que ostenta el séptimo puesto en la categoría S y que porta el sobrenombre de «El hombre más fuerte del mundo». Corpulento, de aspecto fiero y con una marcada cicatriz cubriendo parcialmente su rostro. Solamente su presencia y timbre de voz son suficientes para hacer tambalear la malicia de sus enemigos. King es «el héroe del pueblo», la figura heroica de las masas a la que aferrarse cuando el peligro acecha. Sin embargo, no es más que pura fachada, un engaño. No cuenta con un ápice de fuerza, en cambio cobardía no le falta. Es alguien que, por suerte o desgracia, siempre ha estado en el lugar y momento oportunos. Oportunos para que el resto de la población le encumbrara por hazañas que en realidad fueron perpetradas por otro. Por aquel que tal vez no llega siempre el primero, pero sí es el primero en irse. Porque no necesita aplausos o vitoreos por el trabajo realizado, lo suyo es pura devoción. A pesar de ese semblante y actitud de apatía total, en su interior arde un fuego que yace extinto en el de la mayoría de sus colegas de profesión. King es quien es por Saitama. La meritocracia inherente a la Asociación de Héroes queda en entredicho de nuevo, y resulta sumamente curioso el contraste que se produce entre el dúo en cuestión. King es salvado por Saitama una vez más, sin embargo en esta ocasión no solo de cualquier posible ataque tangible, sino desde una perspectiva más importante e introspectiva. Porque Saitama —cuando quiere— puede ser el mejor mentor posible.  

Falsos héroes y complejos

Pero King no es el único personaje remarcable en estos primeros compases de la temporada y que, además, ejerce como contrapunto crítico. Fubuki, o «Ventisca Infernal», no tarda en aparecer e intentar conseguir lo que mejor se le da hacer: que otros más débiles se unan a sus filas. Ante el auge de casos de aparición de monstruos, Saitama consigue ascender casi por inercia dentro de la clase B a la que pertenece. La progresiva escalada de alguien sin (aparentemente) mucho que ofrecer alerta a quien ostenta el primer lugar de la categoría, aquella que busca tener un séquito de héroes de menor poder bajo su control. El encuentro entre Fubuki y Saitama era algo inevitable teniendo en cuenta las pretensiones de la primera, pero, de nuevo, Saitama emerge como la voz más sensata de todo el elenco. El enfrentamiento directo entre ambos palidece en términos de animación, pero el verbal, ese que no entiende de puños o tornados, se eleva por encima de cualquier valor de producción. Que acaben a golpe limpio es la respuesta de alguien que no acepta una negación. De alguien que busca, por encima de cualquier cosa, mantener sus privilegios y estatus. Pero Saitama va por libre, está en contra de cualquier tipo de grupo o facción, de estúpidas y torpes clasificaciones, así como de actitudes complacientes.

Crítica de la segunda temporada de One Punch Man Fubuki - el palomitron

Los protagonistas de las dos obras de ONE tienen muchísimo en común, y es algo que conforme se desarrollan ambas tramas se puede ver con suma facilidad. Sorprende la facilidad con la que consiguen que otros se acerquen a ellos; su poder de atracción. Se podría pensar que ese poder de atracción puede estar únicamente ligado a su titánica fuerza, pero no. Es en sus palabras, en su forma de concebir el mundo y sus ideas. Transmiten una seguridad que se sitúa más allá del plano físico y se convierten en líderes sin siquiera buscarlo. Por eso no es de extrañar que la propia Fubuki, una vez conoce a Saitama, sea capaz de abrirse emocionalmente y explicar el porqué de su actitud. Una que nace del sentimiento de inferioridad e inseguridad respecto a su hermana mayor Tatsumaki, la heroína con poderes telequinéticos número dos de clase S. De ahí nace la necesidad de figurar en lo más alto de la clase B y frenar a cualquiera por debajo. Porque en el caso de ascender, Fubuki siempre estaría a la sombra de alguien.

Los monstruos también se esfuerzan, también tienen ambición

Atendiendo al desarrollo de One Punch Man 2, en esta temporada se prescinde del formato episódico de «monstruo de la semana» para dejar margen a la presentación y énfasis sobre los personajes. King y Fubuki engrosan el círculo más cercano de Saitama, uno en el que hasta ahora solamente estaba Genos. Pero los movimientos no suceden únicamente en el bando de los héroes, y es que desde el más absoluto anonimato emerge Garou, el hombre que busca convertirse en monstruo. Con una motivación sin igual, su objetivo es derrotar a todos los héroes posibles y aumentar su fuerza. Ex discípulo de Bang, héroe veterano y experto en artes marciales, aprendió de este la técnica y el estilo de lucha marcial capaces de añadir un cariz distinto al de cualquier otro villano o monstruo. Acostumbrados a ver pura fuerza bruta, pura explosividad sin estrategia alguna, Garou sobresale por ser una total antítesis. Del mismo modo que también lo es de Saitama, pues este último domina el poder más bruto del mundo pero no tiene nada de técnica, no está curtido en las dotes del combate. Solo le hace falta un puñetazo para acabar con cualquiera. Es tan simple que desespera.

Crítica de la segunda temporada de One Punch Man Garou - el palomitron

Sin embargo, dejando a un lado ese contraste de poder entre ambos, héroe y «monstruo» comparten una enorme motivación. Saitama se sometió a un duro entrenamiento durante años con el objetivo de ser un héroe, erradicar cualquier amenaza y proteger al débil. Recorrer un tortuoso camino con una meta clara y unos valores inamovibles. Garou también lo hace, aunque su meta sea diametralmente distinta. Y también se guía por una serie de valores en su correspondiente búsqueda de poder; por ejemplo el de no dar muerte a ningún héroe. No necesita asestar golpes mortales para escalar, no busca regocijarse en ello. La aparición de Garou dota a One Punch Man 2 de algo que quizá adolecía su primera temporada. La falta de un villano con recorrido, con la facultad de poder empatizar (o no) con él. De ser testigos de sus logros y su evolución. Todavía faltan detalles para comprender mejor su motivación, ya que solo se conocen ligeros trazos de un niño apenado por la constante derrota de los «malos» frente a los «buenos». Los héroes siempre vencen a los monstruos, lo popular se impone a lo que es odiado por la mayoría. Es como si de alguna forma estuvieran ahí para ejercer de saco de boxeo, de obstáculo para la posterior glorificación del héroe. Como si los monstruos no tuvieran motivaciones o aspiraciones, como si no se esforzaran. Garou busca cambiar ese paradigma, ese cliché que inunda una inmensa cantidad de ficciones, siendo One Punch Man la primera de ellas.

Es un leitmotiv sumamente simple, pero que deja entrever algo más. Porque el énfasis en recalcar que los héroes siempre llegan tarde y los monstruos actúan con suma rapidez puede esconder marcas de un pasado traumático. El desarrollo de Garou como villano de la temporada es probablemente el punto más llamativo a nivel argumental. Además, su surgimiento sirve para poner en tela de juicio —una vez más— a la organización existente tras los héroes. Una cuyos directivos malversan fondos; una con la incapacidad de dedicar esfuerzos a asuntos vitales pero sí centrarse en asuntos pueriles como la elección de un nombre de héroe. Y, lo más grave, una organización que no es capaz de gestionar un peligro como el de Garou por haber construido una infraestructura ineficaz y haber encumbrado a personas que se autoproclaman héroes y que no son capaces de dejar el ego a un lado. No hay unión, no hay solidaridad. ONE vuelve a dejar su particular sello y es fácil identificar los problemas de dicha sociedad ficticia y ver el reflejo de la nuestra.

Como decía al comienzo de este texto, no busco echar más sal en la herida —y más todavía teniendo en cuenta las últimas noticias del sector relativas a las condiciones laborales de muchos trabajadores—. Si he de ser claro y objetivo, One Punch Man 2 es una decepción para todo aquel que busque algo como su primera temporada. J.C.Staff está confeccionando un producto con luces y sombras. En términos de adaptación del manga es un trabajo loable, donde poco se puede reprochar —quizá un ritmo narrativo algo apresurado—. El humor y la sátira siguen siendo seña de identidad de la producción, y la banda sonora sabe encontrar los instantes oportunos para aderezar algún que otro momento. Sin embargo, el apartado visual se resiente por la falta de dinamismo, un uso excesivo de plano estáticos y un filtro cromático algo confuso en el inicio de temporada. Las escenas de acción tampoco gozan de la espectacularidad necesaria debido a los cortes rápidos y los planos estáticos. La inclusión de elementos como el humo, explosiones y derivados en pantalla para dotar de versatilidad y vistosidad no es suficiente para dinamizar los combates. Aun con todo, como digo, es una producción más que disfrutable si se busca algo más que una excelente animación. Tal vez para muchos One Punch Man 2 haya perdido lo que la hacía grande, pero solamente hay que recordar de donde surge todo. De aquel webcomic serializado en 2009 por ONE. De aquella deconstrucción de un género con un más que cuestionable apartado artístico. Por culpa de ese tal vez esperpéntico arte esté escribiendo este texto justamente ahora. Porque tal vez escondía algo más, ¿no? Tal vez One Punch Man siga teniendo un enorme valor a pesar de no contar con el mejor de los envoltorios.

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Edu Allepuz

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.