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CRÍTICA: MAD MAX, FURIA EN LA CARRETERA

 

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Treinta años han pasado desde que los seguidores de la saga MAD MAX vieron por última vez las aventuras de Max Rockatansky en la pantalla grande. Parece que el paso del tiempo le ha sentado de maravilla a la cuarta parte de esta historia futurista y post-apocalíptica ideada por GEORGE MILLER. En su favor no solo han jugado los avances tecnológicos, logrando una puesta en escena que es un disfrute en sí misma, sino que además se ha servido de una buena historia llena de mensajes capaz de hacer reflexionar hasta al más escéptico. Porque MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA es excesiva, pero en el mejor sentido de todos. Rebosa furia, sin duda, pero en sus 120 minutos afloran todos los componentes para estar a la altura de una saga mítica, que vuelve a la vida con más rabia que nunca como si no hubiese pasado el tiempo.

Cuando arranca MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA, parece que Max ha estado vagando durante treinta años por El Páramo y sobreviviendo a duras penas, aunque la magia del cine nos lo devuelva con el rostro rejuvenecido de TOM HARDY en el papel que originalmente dio vida MEL GIBSON. En esta ocasión nos encontramos a un Max atormentado por su pasado, que se ve envuelto en la huida de la Emperatriz Furiosa (CHARLIZE THERON) a través del desierto, quien ha robado el tesoro más preciado del dirigente Inmortan Joe (HUGH KEAYS-BYRNE).

 

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De esta forma, asistimos a un filme que funciona casi en su totalidad como una persecución en carretera y en el que todo ocurre en dos tiempos simultáneos. MILLER hace aquí un prodigioso trabajo narrativo, ya que en ningún momento decae la acción. Todas las explosiones, disparos o coches que derrapan parecen más que necesarios. Y entre enfrentamiento y enfrentamiento hay tiempo para el diálogo y para dotar de profundidad a cada uno de los personajes. Y es que si de algo puede presumir esta película es de ritmo, y la música se fusiona con la narración incluso a la hora de repartir golpes y patadas. Desde la propia Furiosa, al soldado Nux (interpretado por NICHOLAS HOULT). Todos juegan un papel claro y definido en el universo que inventó MILLER a finales de los setenta y que sigue vigente y con más sentido que nunca.

De hecho es Furiosa quien conduce la película, y lo hace con la misma maestría con la que maneja el camión de guerra durante todo el film. De este modo, THERON se convierte en la auténtica protagonista, y relega a HARDY a un paradójico papel secundario. El nuevo Max recuerda al anterior, y el actor salva con solvencia el difícil reto de dotar de una cara nueva a un personaje tan icónico del cine. Pero el paso del tiempo parece haberle vuelto tan salvaje que ha olvidado la capacidad de comunicar. El Max de TOM HARDY apenas intercambia algunas palabras con el resto del reparto. Mientras tanto, CHARLIZE THERON da vida a una Emperatriz Furiosa que podría ser capaz de liderar (y liberar) a todo un pueblo. Con su brazo biónico y embadurnada de grasa de cejas para arriba, Furiosa se convierte en algo así como un icono feminista moderno, fuerte, con voz. Pero ambos buscan lo mismo, la redención. Huir de los fantasmas del pasado para seguir adelante.

 

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Si algo caracteriza a esta nueva MAD MAX, es la cantidad de líneas que subyacen en la propia película. No solo encontramos una crítica a las sociedades exclusivamente patriarcales, al extremismo religioso o a la esclavitud, también se enriquece con innumerables detalles que hacen de cada plano una pieza más en el puzle hecho a mano que es MAD MAX. Al grito de ‘¡no somos cosas!» asistimos a una tentativa de empoderamiento de la mujer. Algunas son llamadas «reproductoras», y otras viven condenadas a extraer su leche materna para abastecer a toda la corte. Mientras que Max es llamado «bolsa de sangre» por ser donante universal y es capturado para fortalecer a los «media vida» con su preciada sangre.

MILLER consigue todo esto sirviéndose de una fotografía impecable, en donde podemos evadir nuestra mente con cada plano o sentir el fuego rozando nuestras pestañas con cada explosión.  Pero también exagera con gusto todos los rasgos, como ya lo hiciera en las tres anteriores películas. En FURIA EN LA CARRETERA da una vuelta más a la estética de la saga y en ella el villano lleva una mascarilla con sonrisa aterradora o se acompaña de un camión liderado por un guitarrista creepy que expulsa llamaradas por su mástil en cada acorde.

En definitiva, pese a algún cabo que queda sin resolver, MAD MAX 4 arranca con la misma fuerza con la que termina. Y concluye con ese delicioso cierre circular en el que, a base de voz en off y mirada perdida en el horizonte, Max nos cuenta que está loco, pero que en su mundo post-apocalíptico, ¿quién no lo está? Y nos recuerda que, desde hace más de tres décadas pertenece a El Páramo y que ahí es donde piensa quedarse, luchando contra los vivos y también contra los muertos.

 

 

LO MEJOR:

  • CHARLIZE THERON y su lucha en favor de las mujeres.
  • Su ritmo, no decae en ningún momento.

LO PEOR:

  • Max y su falta de comunicación.
  • Algunas cuestiones quedan sin explicar.

 

 

Noelia Salcedo

 

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