MUNOU NA NANA, CAMINANDO POR LOS LÍMITES DE LA MORALIDAD
Bullet For My Valentine fue (y es) un grupo especialmente importante en mis años de instituto. Había cierto apoyo en sus letras, una ayuda casi invisible. Pero, de entre ellas Waking the Demon era una canción que tendía a repetirse al menos un par de veces antes de llegar a clase. Hay cierta narrativa en ese tema, en el que harías si pudieses enfrentarte contra la gente que te acosa y maltrata. Si tuvieses una forma de hacerlo, de devolverles el golpe, ¿acaso no lo harías?
«You sealed your demise when you took what was mine. Don’t try and stop me from avenging this world.»
Mi yo de 26 no es el mismo que el de 16, es evidente. Matt y el resto de integrantes de Bullet For My Valentine también han adaptado su música. Pero sigue entendiendo la ansiedad de ese chaval frágil y sigo entendiendo su proyección. Sigo entendiendo esa fantasía, esa idea de imponerse. Extrapola ese sentimiento a la narrativa de Waking the Demon, aplica una habilidad sobrenatural a tu avatar y piensa en las consecuencias que podría tener.
Enemigos de la humanidad
Munou na Nana ha sido una de las grandes sorpresas de la temporada. Es una afirmación que no quería retrasar más porque su propia naturaleza evita que se pueda hablar de ella en profundidad sin afectar a su experiencia así que esta vez se trata de un ejercicio de confianza. Una serie que pretende deconstruir algunas de las bases más clásicas de la ciencia ficción y la fantasía sin necesidad de hacer hincapié en ello, sino tomándolo como su propia mecánica para desarrollar una historia que se apoya en conceptos conocidos pero que consigue domar y adaptar a su juego.
¿Qué pasaría si cientos de adolescentes desarrollaran poderes sobrenaturales? Aquél que quiere vengarse de sus compañeros, quien decide aprovecharlo para sus propios fines económicos. Quizás alguien simplemente quiera imponerse en base al ego que representa tener una particularidad tan exclusiva como esta. Sería un completo caos. Un caos del que parte la obra para estructurar su idea, un concepto que se ha explorado antes, desde luego, pero que toma una curva propia con la que se redefine.
Casi como se si tratase de una versión retorcida de la idea optimista de Kohei Horikoshi con My Hero Academia, Munou na Nana plantea la necesidad de excluir a estos jóvenes, apartarlos de la vida normal y situarlos en una isla aislada, donde poder entrenarles para convertirse en la principal fuerza humana. Una capaz de enfrentar a “los enemigos de la humanidad”. Su entrenamiento es, por lo tanto, no uno pensado para fortalecer sus poderes y habilidades, sino su psique y capacidad emocional para eliminar cualquier posibilidad de que se conviertan en un peligro para la sociedad. Pero, ¿de veras hay alguna forma de controlar a alguien con esas capacidades?
Dibujando los límites de la moralidad
No es difícil pensar que alguien se siente por encima del resto también se sentirá por encima de la justicia o la ley. La posibilidad de reescribirlo todo, de definir una moralidad propia, más acorde a los ideales que arrastran esas posibilidades. Un concepto que Munou na Nana evita olvidar a toda costa, marcándolo a fuego en su evolución, mientras se siente obligada, también, a actuar en base a una moralidad definida por naturaleza como tal.
Su enfrentamiento es, por lo tanto, uno a dos bandas. ¿Qué es lo correcto y qué no lo es? ¿Deberíamos aplicar el mismo método de pensamiento a todos? ¿Cómo cambia nuestra sociedad cuando aparecen estos individuos? Una batería de preguntas sin una respuesta clara que forma parte de su acto principal y que acosa entre sus líneas y se refleja en todos y cada uno de los actos de Nana, su protagonista, hasta el punto de llegar a permear en ella y mellar su condición. Hasta el punto de hacerle considerar si su cometido es o no el correcto. Al fin y al cabo, toda su idea —la de ella y el resto— versa entorno a acabar con “los enemigos de la humanidad”.
Con todo, la simple idea de dibujar unos enemigos invisibles como son sus particulares enemigos juega con la idea de la intriga y la sospecha. Con dibujar sombras donde no las hay. Con desconfiar de todo y de todos. Así las tensiones son una de las partes principales de Munou na Nana, rompiendo en esa lucha interna por no alejarse del camino correcto y llevando a todo su casting de personajes a encerrarse en su propio caparazón, esgrimiendo las relaciones sociales y su evolución como una parte secundaria pero destacable de su argumento.
Todos sus personajes tienen una historia. Una motivación. Sus poderes son importantes, por supuesto, pero también lo son ellos y ellas. En cierta forma, es su personalidad la que determinará qué uso dan a sus habilidades. Y Nana, como protagonista, resulta ser el nexo principal entre ambos conceptos.
Un camino en sombras
Munou na Nana es una obra de descubrimiento. No solo su argumento en sí, sino también sus conceptos y, especialmente, sus personajes. Es una obra de estirar del hilo, de tensiones argumentales, pero también de esa tensión natural que se genera en la espera entre capítulo y capítulo. Es una serie de cliffhangers, desde luego, pero también de reflexión. De tomarte unos segundos tras acabar un capítulo y pensar hasta qué punto seríamos capaces de llegar por nuestras propias motivaciones y ambiciones.
Insisto, porque este texto solo cubre parte de la superficie de la obra, pero es en su fondo donde reside su verdadero valor. Un fondo al que es importante llegar con los ojos vendados, sin saber ni esperar nada. Munou na Nana es un descubrimiento personal de esta temporada e incluso ante su sencillez, siento que la obra es capaz de aportar mucho, de generar una discusión sobre la violencia, la vida y la muerte e incluso la naturaleza de la moralidad que muchas veces el medio ignora al tratar con este tipo de argumentos.
Es un camino en sombras que pide ser descubierto poco a poco, sin dejarse engañar por las primeras impresiones. Un camino en sombras por el que apenas hemos dado, todavía, unos pasos, y que posiblemente guarde todavía muchas sorpresas. Su evolución es algo que aún está por ver pero, por el momento, su capacidad de reflexión y discusión genera ese tipo de incomodidad que no siempre estamos dispuestos a aceptar en la fantasía. Y solo eso, por el momento, es más que suficiente.
Óscar Martínez