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Crítica de Adachi to Shimamura
ANIME / MANGA CRÍTICAS REDACTORES

ADACHI TO SHIMAMURA, CAMINANDO DESPACIO (JUNTO A TI)

El romance juvenil tiene ciertas particularidades. Ciertas facilidades que invitan a sentir la comodidad entre sus líneas. Es familiar, es cálido. También, por lo general, suele resultar nostálgico. El florecer de un sentimiento, el narrar las primeras veces. El descubrimiento del sentir y querer encontrar una correspondencia en ese sentimiento. Pero, a veces, hay algo más que el sentimiento.

Horimiya, aunque no centre su argumento en ello, nos habla también del cómo aprender a sentir tras ser apartado. Rascal Does not Dream of Bunny Girl Senpai es un discurso abierto sobre la esencia de ese romance, sobre el instituto y sobre cómo sus factores sociales son determinantes. Incluso Historias de Amor, Koimonogatari, habla sobre aquellas barreras que surgen de lo social en una etapa en la que, cualquier diferencia te hace esencialmente débil. Adachi to Shimamura es una obra tierna y cálida, pero también es una obra que nace de las dificultades que, al igual que estos otros sentimientos, nacen en un momento tan especial como afilado.

Jugando con lo clásico

El inicio de Adachi to Shimamura es, como toda ella en sí misma, una pequeña declaración de intenciones. «No es raro ver a estudiantes saltarse clase en la azotea del instituto en el manga. Pero dormir la siesta allí arriba te puede provocar alguna que otra quemadura». Es, insisto, una declaración vaga, pero que apunta a algunas de las maneras de la narrativa de Hitoma Iruma —quien se encarga también de la maravillosa historia de Bloom into You: Regarding Saeki Sayaka.

Sin estirar en cuanto a pretensiones, Adachi to Shimamura demuestra querer ser una obra de pequeños contrastes a lo que se concibe como el romance juvenil más tradicional. Su idea es simple, es la historia de Adachi, pero también la historia de Shimamura, dos chicas que pasan el tiempo en el segundo piso del gimnasio, evitando las clases. Con todo, hay un peso especial en ese espacio.

Y es que si el interés romántico es su principal objetivo no es uno tan claro y directo como podría parecer. El desarrollo de la obra es uno especialmente lento y delicado, donde cada acto y cada pequeño detalle tiene su propio peso, como si la vida fuese a cámara lenta. Hablamos de una narrativa capaz de plasmar la intensidad de un sentimiento tan natural como es el amor pero que también necesita prestar atención a su alrededor y dar forma a su historia a través de la influencia de ambos.

Un romance nacido del aislamiento

Y es que la simple idea de utilizar esa zona del gimnasio del instituto como escenario principal es más que el establecer una zona secreta, alejada de ojos ajenos, donde dar rienda suelta al romance. Es también un hecho, la idea de escapar, de huir de las clases. Y es que, aunque la ansiedad social forma más parte del telón de fondo que de la acción principal, es un concepto tan arraigado a su forma que es imposible hablar de una sin hablar de la otra.

Adachi, hasta ahora presentada siempre en un tono por debajo de Shimamura, como si se tratase de un personaje menos decidido, es una marginada. Su única amiga es su compañera de escapada y eso plantea un dilema emocional. ¿Te arriesgarías a enamorarte de la única persona que comparte espacio contigo? ¿Es amor eso que sientes o simplemente es la idea del sentir cariño por sentirte protegida por el entendimiento mútuo?

Estas son algunas de las ideas predominantes en una obra que habla, siempre de fondo pero siempre presente, sobre las inseguridades de una chica con problemas para relacionarse. Es parte de su esencia, el ver a Adachi reflexionando y decidiendo que, al final, «Shimamura solo es Shimamura, y nada más». El escuchar uno de los soliloquios de Shimamura, comparando a su compañera con un gato, una persona con tendencia a huir a lo más alto de un árbol, siendo incapaz de bajar luego.

Por supuesto, Shimamura también comparte parte de ese sentimiento. Y es que, aunque la obra se ha centrado especialmente en las insuficientes capacidades sociales de Adachi y como el mundo se cierne en torno a ella, Shimamura ha demostrado en diversas ocasiones su incapacidad para sentirse igual que el resto. Vivir rodeada de gente siendo incapaz de sentir, esa es su triste realidad.

Un camino conjunto

Con esas, la historia de Iruma se teje poco a poco. Es un intercambio constante que no se basa tanto en el interés romántico sino en el hecho de sentirse especial al encontrar a una persona con ciertas afinidades. El equivalente al coger aire tras salir de un pozo de ansiedad. Adachi y Shimamura son, la una para la otra, un alivio emocional y existencial en igual medida, sin importar la diferencia en sus caracteres y como se presentan en la obra, rompiendo así con la tónica de los roles.

Un hecho que lleva a la normalización de su desarrollo, que no necesita justificar en ningún momento la relación entre ambas, una asignatura especialmente pendiente en el género, que tiene cierta tendencia a presentar las relaciones homosexuales como la meta y no parte del camino. Y es que, insisto, Adachi to Shimamura es, en cuanto a relaciones se refiere, una obra especialmente natural.

Crítica de Adachi to Shimamura

Pero es, también, una obra con cierto carácter absurdo. Y no niego que forma parte de esa normalización y se agradece ese tono burlón con el cuenta a veces —incluso aunque introduzcan una alienígena del futuro para romper ciertas tensiones— pero al final, lo importante es como la obra narra y juega con los conceptos que tan presentes tiene. Un tira y afloja romántico que no pretende sino reconstruir esta frase tan temprana del amor y que nos pone en situaciones ridículas, sí, pero naturales.

Es una de sus escenas, con Adachi a punto de declararse y la tensión por las nubes, todo acaba en una simple petición de mimos, con un grito interno de fondo. No puedo pedirle más. La forma en la que la obra construye una relación poco a poco, en base, no solo a sus emociones, sino también a sus problemas y contradicciones, dice mucho de la misma. Dice mucho de Adachi y sus debilidades, de Shimamura y su incapacidad comunicativa. Es simple, es absurda, pero es real y también es, en esencia, tierna. Es una obra que habla de como son las relaciones, pero también de como somos nosotros y de como son ellas. De como algo tan pequeño como entablar una amistad como puede ser un mundo y de como el conectar con otra persona abre horizontes que quizás jamás habías planteado. 

Adachi to Shimamura es especial, sin necesidad de ser nada más, aunque eso es algo que deberás descubrir adentrándote en sus líneas.

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Oscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.