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Death Stranding y Dr. Stone destacada - El Palomitrón
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DEATH STRANDING Y DR. STONE: POSTAPOCALIPSIS, CONEXIONES Y NUEVAS OPORTUNIDADES

It’s the end of the world as we know it.

A lo largo de la historia, y cada vez con mayor frecuencia, se toma «el fin del mundo» como objeto y escenario de ficción sobre el que lanzar en él y a su suerte a una amalgama de desdichadas personalidades. A veces, simplemente son cambios de paradigma llevados al extremo; otras, en cambio, son planteamientos apocalípticos o postapocalípticos de piel áspera y crudeza en su tono, atmósferas plomizas donde es increíblemente costoso mantener con vida la diminuta llama de la esperanza. Confianza en encontrar una solución, en crear vida tras el exterminio; en iluminar ese páramo de soledad y aislamiento por medio de la construcción de lazos. Conexiones. Esa fue la idea que llevó al reputado director de videojuegos japonés Hideo Kojima a concebir Death Stranding, el primer título bajo su nuevo y propio sello (Kojima Productions) que contaría con la intervención de grandes estrellas del celuloide como Mads Mikkelsen, Norman Reedus, Léa Seydoux o Guillermo del Toro. Bajo un enorme misticismo y una estética e impronta muy personales, Kojima lanzaría en 2019 el, probablemente, videojuego triple A (videojuego de alto presupuesto) más contemplativo e inimitable de los últimos años. Pero, ¿qué tienen en común Death Stranding y Dr. Stone al margen de sus siglas? La esperanza. Un mensaje acerca de la conexión y reconexión muy similar, además de cierta disrupción a través de unas mecánicas que los hacen despuntar sobre el resto.

Death Stranding y Dr. Stone Death Stranding 1 - El Palomitrón
Ilustración realizada por Cedric Cunanan (https://www.artstation.com/cedirvin)

Dr. Stone y Death Stranding parten de una situación cotidiana, de un hecho reiterativo en la vida de sus protagonistas. En el manga de Riichiro Inagaki (guionista) y Boichi (ilustrador) es un día cualquiera en la escuela de secundaria del elenco protagonista; en la obra de Kojima es un transportista surcando la tierra virgen de una páramo desolado. Pero, a partir de ahí, todo cambia. El cataclismo de Riichiro Inagaki es un haz solar que, presuntamente, petrifica a todo ser humano. Más de tres mil años después, un joven genio obsesionado con la ciencia despierta del gran letargo poniéndose como meta revertir el escenario, avanzar en tiempo récord con unos recursos muy limitados a la era científica y tecnológica actual. Kojima, por su parte, ya parte de unos Estados Unidos ficticios completamente devastados y un imaginario sumamente críptico de inicio, pero cuyas piezas terminan por encajar en los compases finales. Death Stranding plantea un mundo postapocalíptico donde vida y muerte cohabitan en un mismo plano, donde las almas atormentadas de los que fueron quedan varadas en la superficie. Un universo donde arcoíris invertidos anuncian la llegada del aguacero mortal, una lluvia con la capacidad de acelerar el ciclo de vida de todo aquello que toca. Pero, sobre todo, Death Stranding es un mundo solitario y aislado, uno donde la mayoría de sus supervivientes han perdido la fe y no han hecho más que construir muros entre sí

My name is Fragile, but I’m not fragile

Así, bajo una atmósfera profundamente pesimista y con el subtexto de que el ser humano quizá está destinado a repetir sus mismos errores una y otra vez, Sam Porter Bridges se eleva casi a regañadientes como la tenue luz capaz de resistir los embates de su catastrófico mundo. Su rol es el de ejercer de nexo, de punto de unión entre los demás. De este a oeste del país, el transportista debe unir los nodos, integrar a todos los habitantes a una misma red: la red quiral (red de comunicación que podría considerarse el sucesor espiritual de Internet). Su intención es la de acabar con el aislacionismo. La creación de una nueva y única nación. Y en esta odisea postapocalíptica americana con mucho drama intimista, Sam brindará a otros de herramientas, recursos, emociones y sentimientos perdidos tiempo atrás. Su papel es el de proveer a otros aquello que más necesitan, de conectar y proveer un futuro mejor. Emplea sus habilidades para ello. Es una herramienta al servicio de la comunidad, una herramienta al servicio de un bien mayor. 

Death Stranding y Dr. Stone Death Stranding Fragile - El Palomitrón

Y mientras el protagonista de Death Stranding deambula por páramos rocosos plagados de un verdoso y desgastado musgo, escala nevadas cumbres o atraviesa zonas anegadas para alcanzar sus diversos objetivos, el protagonista de Dr. Stone hace lo propio dentro de su diégesis. Lo que en Death Stranding es esfuerzo físico aquí es inteligencia llevada a su máximo exponente. Senku es un canalizador de conocimiento con la increíble capacidad de transmitir su pasión a otros, de hacer creer que lo que hace no es magia, sino simplemente ciencia. La tonalidad narrativa de Dr. Stone prefiere no bañarse del afilado pesimismo y apuesta por una mayor calidez y un estilo desenfadado. Inagaki destruye el mundo que conocíamos para partir de una nueva Edad de Piedra con un pequeño Einstein por bandera. Lo hace para hablar de nuevas oportunidades, de la creación de lazos, de la erradicación de posibles diferencias y de evitar caer en errores del pasado. Y, todavía más importante, aquí no importa el porqué de la catástrofe —al menos durante una gran parte de la trama—, sino el cómo mirar hacia delante, cómo afrontar el futuro recogiendo los pedazos. Porque reconstruir la civilización es una tarea demasiado ardua como para, como mínimo, no tomárselo con humor. 

Reconectar el futuro

Sam entrega bienes y conecta a los habitantes de su mundo, Senku transmite el conocimiento de siglos de historia para crear un futuro junto a los del suyo. Ambos son la luz de sus respectivas ficciones postapocalípticas; adalides que promueven la unión. Porque si hay algo que ambos creadores dejan claro en las obras de marras es que no hay futuro si el ser humano no está unido, que el aislacionismo es un movimiento de funestos fines en el largo plazo. Ambas ficciones orbitan sobre la idea de que la construcción de muros no debería ser un tema de candente actualidad en un contexto globalizado donde, cada vez más, la tendencia apunta hacia un individualismo desesperanzador. Por eso cada una, a su manera y haciendo uso de sus respectivos lenguajes, evidencian un problema y arrojan pequeñas motas de luz. Pequeños rayos de esperanza que buscan penetrar en el ojo miope de muchos. Bajo idiosincrasias diametralmente opuestas, no dejan de ser efemérides que versan sobre la esperanza y la capacidad innata del ser humano de no bajar los brazos.    

Death Stranding y Dr. Stone Dr. Stone 2 - El Palomitrón

Y pese a sus enormes diferencias estéticas, tonales y narrativas, tanto Dr. Stone como Death Stranding son un par de rara avis dentro de sus correspondientes géneros. Sin embargo, ni mucho menos lo son por su mensaje, sino por las mecánicas que hacen funcionar sus respectivos mundos. Porque Death Stranding hace del simple y anodino hecho de caminar un arte. Como si de un simulador de escalada se tratara Kojima hace que el jugador organice estratégicamente su carga, marque una ruta a seguir hasta alcanzar su objetivo y se preocupe por aspectos tan humanos como el estado de unas botas que se desgastan al caminar, una cantimplora que se vacía o de la distribución del peso del equipaje que porta el personaje. La carga es real, se siente y tiene un enorme impacto sobre el movimiento. Mantener el equilibrio, el agarre en las cuestas o controlar la velocidad en las pendientes hacen que la interacción con el escenario sea satisfactoriamente orgánica y creíble. El creativo nipón logra transformar algo insignificante en apariencia en todo un mar de posibilidades mecánicas de increíble riqueza. Este hito, sin embargo, es a su vez un arma de doble filo. Porque no todo el mundo está dispuesto a profundizar en un abanico mecánico complejo en su inicio que explota algo tan «nimio» como la kinestesia humana. Kojima ofrece un título fresco, irreverente, pero también demanda al jugador compromiso, y un valor que a día de hoy brilla por su ausencia: paciencia. 

Mensajes que promueven el antibelicismo

Por su parte, Dr. Stone no deja de ser analógico respecto Death Stranding para con el público al que va dirigido. Publicado en la Weekly Shônen Jump, la revista manga más popular de Japón, la obra de Riichiro Inagaki y Boichi se desmarca de sus coetáneos al ofrecer una trama con un desarrollo que se sale de la tónica habitual de las series de acción y aventuras. Mientras el shônen busca —por norma general— la confrontación física continua de su elenco para hacerlo evolucionar dentro de una trama con cierta linealidad, Dr. Stone retuerce los tropos a su placer, los lleva a su particular campo. Ahí es donde juega sus mejores cartas con elegancia y pocos complejos. Hace de la ciencia el eje narrativo sobre el que cimentar la evolución de la obra. Si Kojima hace del caminar un arte, Inagaki no cesa de introducir conceptos científicos, mecánicos o tecnológicos para hacer evolucionar —literalmente— su mundo y personajes. Los puntos álgidos no son victorias pírricas o entrenamientos llevados al máximo; son pequeños pasos para el hombre, pero grandes saltos para la humanidad, que diría Neil Armstrong. Desde la creación de jabón, pólvora o antibióticos a la generación de electricidad, la construcción de un vehículo o un teléfono móvil. El elenco de Dr. Stone se fortalece a través de los avances científicos, porque cada uno de ellos es por sí mismo una victoria. Y, por supuesto, desde una óptica que se sitúa en las antípodas del individualismo. 

Death Stranding y Dr. Stone Dr. Stone 1 - El Palomitrón

Tal y como ocurre con la obra de Kojima, las mecánicas de Dr. Stone también demandan algo más del lector. Su componente didáctico apunta hacia un público al que no le importa asumir cierta sensación de densidad a lo largo de su desarrollo —siempre comparándolo con los estándares del género—. A fin de cuentas, Inagaki no modifica la ecuación de éste, simplemente intercambia unos muy manidos elementos por otros para ofrecer un resultado que no varía tanto en fondo como en forma. Death Stranding y Dr. Stone son dos propuestas postapocalípticas increíblemente diferentes entre sí, con alguna que otra barrera de entrada, pero con un mensaje común muy claro: de las cenizas deben nacer nuevas llamas, se debe recomponer lo fragmentado, reconectar toda conexión perdida. Porque solo así habrá esperanza. Y sobre esto último, versan especialmente bien ambos títulos.

Edu Allepuz

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.