Hace poco más de seis años se estrenaba la adaptación que Disney llevaba a cabo del relato de Lewis Carroll, dirigida por el célebre Tim Burton. A muchos no nos convenció esta versión en imagen real trufada de decorados creados digitalmente, con una Alicia adolescente, con un Tim Burton muy poco inspirado y con un guion bastante endeble y elemental, muy poco acorde con el espíritu del original y con muy poca fidelidad a esos caracteres y al libro en general. Todo ello nos hizo añorar en gran medida la versión animada que la misma Disney, en uno de sus títulos más redondos y audaces, llevó a cabo en 1951. Lo que esta productora todopoderosa pretendía era un reciclaje intelectual y visual de sus películas «de dibujos» más recordadas, y, a juzgar por el tremendo éxito en taquilla de las adaptaciones en imagen real de otros cuentos clásicos, está consiguiendo, al menos, un gran impacto social. Algo así como una remodelación acorde con los tiempos.
Hablamos de una remodelación o deconstrucción de mitos en imagen y sonidos hipertrofiados de efectos especiales, ruido y frenesí. Es decir, unos productos construidos para el espectador adolescente de hoy. Y, sin embargo, no se puede negar que tanto la primera película como la segunda (más en este último caso) poseen algunos hallazgos escenográficos, algunos momentos en los que te dejas llevar sin plantearte demasiado lo que estás viendo. Y aunque ninguna de las dos películas tiene nada que ver con los libros de Lewis Carroll (ojo a la nueva edición que ya está en el mercado y que hemos analizado aquí), participan de cierto gusto por la locura argumental y de cierto delirio en su puesta en escena en las secuencias más desmelenadas, que no son pocas. En pocas palabras: no es ninguna maravilla esta segunda Alicia, pero se pasa un buen rato viéndola, y ciertos momentos brillantes la salvan de la aplastante mediocridad de la primera parte.
Burton ha cedido los mandos (aunque, por supuesto, continúa en labores de producción) al casi desconocido realizador británico James Bobin. Este director tiene mucha experiencia en televisión y casi ninguna en largometrajes, y, con todos los medios que Disney ha puesto en sus manos, ha levantado en imágenes el guion de Linda Woolverton, algo más atinado que el que firmó con la primera película. Porque aunque en su vocabulario (ni en el de Disney) cabe la fidelidad literaria, por lo menos cuenta una historia bien armada por cuyos flecos se escapan situaciones ingeniosas, personajes delirantes… No tanto como en las páginas de Carroll, por supuesto, pero lo bastante potentes como para construir un espectáculo digno. Hay algunas creaciones impresionantes que merecen la pena, como ese oleaje impetuoso en el que navega la misma concepción del tiempo, a través del cual viaja la valiente Alicia, o esa Liebre de Marzo creada por ordenador, pero que parece viva y que es impagable.
Alicia ha de ayudar esta vez al Sombrerero (insistimos, nada que ver con el argumento del segundo libro) a recuperar a su familia, y para ello ha de regresar a algunos lugares conocidos y a otros no tanto, y ha de reencontrarse con la Reina de Corazones (mucho menos circunstancial que en la primera parte, a la que da vida de nuevo una soberbia Helena Bonham Carter), además de conocer al tiempo. Al mismísimo tiempo, encarnado por un maravilloso Sacha Baron Cohen, quien, de lejos, representa lo mejor, lo más interesante y emocionante de la película. Este gran actor borda su papel aparentemente con facilidad y con un carisma arrollador, y se convierte en un gran guiñol que roba literalmente la película. Con su mera presencia, Cohen consigue que una película que no es ninguna maravilla (valga la redundancia) suba a toda velocidad y nos hace de veras disfrutar con cada uno de sus trabajos.
Es curioso (o quizá no tanto) que el director James Bobin fuese colaborador de Baron Cohen en el show de Ali G, y que ahora coincidan de nuevo en esta gran producción en la que Cohen, insistimos, es realmente el rey de la función, el corazón del relato, y el que finalmente más comprende y ayuda a Alicia en su aventura. A su lado, un cada vez menos potente Johnny Depp ha de conformarse con ser casi estrella invitada, y una poco carismática Mia Wasikowska, incapaz de sostener por sí misma una película en la que Alicia es lo que menos importa, se agranda en cada réplica, en cada secuencia que comparte con este monstruo mediático del que algunos esperamos grandes cosas en un futuro. Todos ellos, más un centenar de programadores, diseñadores 3D, impresionantes técnicos de sonido, coloristas, músicos (repite Danny Elfman en una partitura algo desangelada) y muchos más logran un título de aventuras y de fantasía digno, que se ve bien pero también se olvida pronto.
No es poca cosa en estos tiempos, en los que la aventura se confunde con melodrama, y el melodrama con videoclip. Alicia a través del espejo, sin enamorar, sin ser gran cosa, nada más que una peliculita que pronto pasará a mejor gloria, cumple, porque da lo que promete.
LO MEJOR:
- En tres palabras: Sacha Baron Cohen.
LO PEOR:
- La impersonalidad de la propuesta, demasiado pendiente de complacer antes que fascinar.
Adrián Massanet