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ALFAS DEL PI Y LA MAGIA DE LOS FESTIVALES PEQUEÑOS

«Habéis venido aquí a disfrutar, tenéis total libertad» es una de las frases que más pronuncia Luis Larrodera, el director del festival de cine de Alfás del Pi que este año cumple 33 ediciones, cada vez que recibe con sentido agradecimiento a cada uno de los invitados que poco a poco se van incorporando a una celebración trazada con cariño por la organización.

Con 33 ediciones a sus espaldas esta pequeña localidad alicantina puede presumir de ser ya uno de los puntos de encuentro favoritos de la industria cinematográfica, porque al gigantismo de las grandes citas como San Sebastián, Sevilla, Sitges o Málaga, las citas más discretas construyen su propia identidad apostando por la persona y no por el talent. Una baza contra la que no pueden competir los grandes, aparatosos engranajes en los que la carrera por la promoción concede escaso terreno a cultivar el alma, a las conversaciones relajadas y a conocer a la persona. En estos más grandes, sería ciertamente complicado descubrir la afición de Carlos Santos a las zapatillas deportivas (cada año por su cumpleaños llega el capricho), la pasión por las dos ruedas de Alejandro Ibáñez o que Carlos Librado no abandonó el fútbol por la interpretación, sino que ésta siempre fue su prioridad y el deporte rey una herramienta para ganarse el pan mientras esperaba con paciencia su momento. Y de momentos va el juego que propone el Festival de cine de Alfas del Pi, como bien aprobaría Rose Kennedy, porque en sus comidas, sus cenas y sus tiempos libres se construye una propuesta para que una completa cadena de valor cinematográfica (actores, directores, productores, representantes, estilistas, periodistas…) respire y se comporten como personas, y no como meros agentes o estrellas industriales.

Con tres nuevos Faros de plata, a la carrera de Carlos Santos, de Ingrid García Jonsson y al programa Días de cine, el festival de Alfaz del Pi ha dado pistoletazo de salida con una gala conducida con mucho tino por Jandro (en una gala conducida por el Campeón de España de magia cómica no podían faltar un par de números sobresalientes) que volvió a regalarnos algún momento memorable como premio a nuestra asistencia (Carlos Santos cantando con Sole Giménez «Cómo hemos cambiado» fue el momento de la noche). Y por delante una semana de cine en la que se proyectarán 36 largometrajes, 21 cortometrajes a concurso y 7 trabajos de realizadores valencianos; además de mesas redondas, una exposición dedicada al maestro Berlanga y un guiño a la cultura cubana con la exposición fotográfica, concierto de música cubana y la proyección del documental Unblock Cuba, entre otras muchas actividades que la organización ha cocinado a fuego lento para celebrar que (casi) volvemos a la normalidad.

Pero la magia de este festival, cuya grandeza reside en las recomendaciones boca oreja que a cada año conquista, habita en su cercanía, en la calidad humana que flota en su ambiente y que provoca que no haya niveles, que las barreras y los egos desaparezcan y que todos sus invitados se muevan por unas horas al mismo nivel. Y de eso, buena parte de la culpa la tiene su organización y su tutela para que por mucho que crezca esta cita (y lo va a hacer), nunca se pierda el espíritu que define al festival: familiaridad.

Toda una semana en modo intensivo consagrada al cine que será coronada por la gala de clausura que conducirá Berta Collado y que también supondrá un nuevo comienzo, el de la 34 edición. Porque el festival de Alfaz del Pi, como diría Ortega y Gasset, es gerundio y no participio. Porque su construcción es constante y su legado, todavía incompleto, aún tiene muchos momentos que regalarnos.

Alfonso Caro

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.