CRÍTICA: AGUAS TRANQUILAS (STILL THE WATER)
La directora nipona NAOMI KAWASE vuelve a ponerse detrás de la cámara para mostrar su particular forma de relatar historias. Ya se dio a conocer al gran público, especialmente a través de CANNES, con sus largometrajes SHARA (2003) y EL BOSQUE DE LUTO (2007), en las que ya profundizaba en las sensaciones humanas con delicadeza y sensibilidad.
Con AGUAS TRANQUILAS, su nuevo largometraje exhibido ya en la sección oficial del FESTIVAL DE CANNES y en la sección Perlas del FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN, la cineasta japonesa traza una historia que logra unir aspectos tan antagónicos como la vida y la muerte o la tradición y la modernidad; y todo ello con el amor como principal nexo de unión entre todos sus personajes.
Su manera de dirigir (siempre sosegada, pausada, sin estridencias) denota que la mayor parte de sus trabajos han sido de corte documental, tal y como hemos podido apreciar anteriormente en varios proyectos como EMBRACING o KATASUMORI. Está claro que se encuentra enormemente cómoda en contar situaciones bajo una mirada lenta, sigilosa y lejana; permitiendo al espectador conocer a los personajes en total libertad. No se dedica a juzgarles, sino que les da total autonomía a la hora de decidir y actuar, remitiéndose a ser una mera espectadora de los acontecimientos que van sucediéndose y de los actos de los intérpretes en el desarrollo de la trama. Se trata, además, de uno de los trabajos más personales de la directora y guionista nipona, en el que se puede apreciar ideas y sentimientos de la propia autora.
En esta ocasión, KAWASE nos presenta la vida de la pequeña isla de Amami, en donde sus habitantes viven en armonía con la naturaleza, acostumbrados a convivir de una forma totalmente apacible y sin ningún sobresalto. Una tarde de verano, el joven Kaito ( NIJIRO MURAKAMI) descubre el cuerpo de un hombre flotando en el mar. Este incidente conmocionará a los habitantes de la zona, poco dado a este tipo de sucesos. Su amiga Kyoko (JUN YOSHINAGA) le ayudará a descifrar el misterio. Como consecuencia de este extraño acontecimiento, ambos jóvenes vivirán experiencias que les harán madurar, descubriendo los ciclos de la vida, la muerte y el amor.
Para los espectadores no acostumbrados a la filmografía de esta autora, puede resultar una cinta demasiado sosegada, llegando a pecar de una excesiva parsimonia y lentitud, en donde se echa en falta en algunos momentos un poco más de ritmo en la consecución de acontecimientos. Asimismo, el resultado del guión no se encuentra a la altura de otros aspectos del film, y en el que sus jóvenes protagonistas (MURAKAMI y YOSHINAGA) demuestran su escasa experiencia delante de las cámaras.
Sin embargo, KAWASE sí que resalta en la parte técnica, regalándonos algunas escenas bellísimas y sumamente cuidadas, recordándonos en algunos momentos a SHARA, por ahora lo más reseñable de su filmografía. En la retina nos queda la secuencia de la despedida de la madre, con cánticos funerarios que conceden un respiro a la tensión de la escena en si misma y materializan un soberbio tramo final. En lo respectivo a las imágenes (con encuadres y colores que reflejan plano a plano casi una obra pictórica) destacar el trabajo del director de fotografía, YUTAKA YAMAZAKI (colaborador habitual de KORE-EDA) que, junto a la cuidada música de HASIKEN, ayuda a sublimar la belleza de las imágenes consiguiendo como resultado un trabajo de altura poética en todo lo que respecta a la composición visual y el tratamiento de los elementos que tienen que ver con el paisaje. En muchos momentos, el largometraje no sólo se puede ver u oír, sino que casi se puede tocar y oler, provocando un sinfín de sentimientos aflorados por parte del asistente.
Aunque en algunos conceptos se trata de una obra un poco irregular, AGUAS TRANQUILAS es una película que no pasará inadvertida, dejando para el recuerdo estampas tan inolvidables como el plano final de los amantes bajo el agua. Eso sí, el público asistente debe dejarse llevar por la filosofía de esta directora y atreverse a viajar a los espacios físicos y anímicos de KAWASE. Está claro que mientras algunos se sumergirán en el va y ven de las olas compuestas por la cineasta japonesa, otros se cansarán rápidamente de su ritmo y no pararán de mirar el reloj esperando que llegue su fin. Pero en eso consiste este tipo de dirección, tan poco convencional como comercial. El resultado dividirá sin remedio a los espectadores pero de eso se trata, de no dejar impertérrito a nadie. Y en eso, NAOMI KAWASE, sabe cómo hacerlo y lo realiza a la perfección.
LO MEJOR:
- La belleza y plasticidad de muchas de sus imágenes
- Que gracias a directores como NAOMI KAWASE, tengamos acceso a cintas tan personales e íntimas
LO PEOR:
- Su ritmo no es para todos los públicos
- El guión queda relegado a las virtudes técnicas de la cinta